Imperios medievales resumen

 

 

 

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Imperios medievales resumen

 

Los principales procesos que constituyeron a Europa como una entidad cultural tuvieron lugar durante el medioevo. Una Europa heredera geográfica y culturalmente del antiguo Imperio Romano y cuna de la civilización cristiana occidental contemporánea. La Edad Media fue un período de eminente sincretismo entre los aportes clásicos, cristianos y germánicos.

Esta etapa histórica abarca un período de diez siglos, extendiéndose desde la caída del Imperio Romano de Occidente (476) hasta la toma de Bizancio por los turcos (1453) o, podría ser incluso, hasta el Descubrimiento de América (1492).

La expresión “Edad Media” fue una definición posterior y carga con un fuerte componente despectivo, aludiendo a que dicha época habría sido de oscuridad, significando sólo el paso entre la civilización clásica y la renacentista. Sin embargo, en la segunda mitad del siglo XIX, los románticos despertaron el interés por el medioevo y lo reivindicaron. Actualmente, la Edad Media es considerada como la base de Europa actual.

Este período suele dividirse en dos épocas: la Alta Edad Media, que abarca desde el siglo V al X; y la Baja Edad Media, que se desarrolla en los cinco siglos finales. La primera puede resumirse en que conserva inicialmente la idea imperial romana y luego la idea de reunificación entre los reinos germánicos (donde resaltará el Imperio Carolingio); destaca también el dominio musulmán del norte africano y, en Oriente, la cultura Bizantina. La Baja Edad Media, por su parte, es testigo de la gestación de las monarquías nacionales, del Renacimiento y el inicio de los grandes descubrimientos geográficos. Se caracteriza también por la organización feudal y el desarrollo de las cruzadas (que conllevarán progreso económico, social, artístico y cultural)

 

EUROPA OCCIDENTAL

 

1.- Reinos Germánicos:

Contemporáneo al derrumbe del Imperio Romano de Occidente, surge en Europa un conjunto de pueblos de origen indoeuropeo, denominados germanos, asentados allende las fronteras del Imperio, que van a sobrepasar las fronteras del Rhin y del Danubio. Entre los principales pueblos germánicos figuran: Vándalos, Lombardos, Alamanes, Borgoñones, Visigodos, Ostrogodos, Sajones, Anglos Burgundios y Francos.

                Las características fundamentales de los germanos son: pueblos de incipiente civilización, agrupados a través de relaciones filiales, dedicados a la actividad agrícola y ganadera, como también a la caza. Son vigorosos y combativos, dándole especial importancia al coraje y a la fuerza. Su derecho está constituido por la existencia de un órgano supremo de gobierno, la Asamblea General, en la que se reúnen hombres libres o guerreros, para elegir a la jefatura, decidir en torno a los asuntos de extrema importancia tribal y administrar justicia; todo esto basado en el Derecho Consuetudinario.

En el siglo IV, producto de la arremetida de los Hunos, los germanos debieron avanzar sobre los límites del Imperio Romano, materializando una antigua práctica, la del colonato y la participación germana en el ejército imperial. El pueblo Visigodo, tomó la iniciativa de atacar al Imperio y en el año 410 saquearon Roma, luego los Francos se apoderaron de la Galia, y los Anglos y Sajones invadieron las islas británicas. En el 451, los Hunos fueron derrotados en la Batalla de los Campos Cataláunicos, con los cual se amagó el peligro encabezado por Atila y sus huestes.

Esta gran actividad bélica contribuyó a la decadencia imperial. En el año 476 caería el último emperador romano, Rómulo Augústulo, en manos de Odoacro, jefe mercenario germano, rey de los Hérulos; quien posteriormente será derrotado por el rey de los Visigodos, Teodorico.

Los estados germánicos creados consolidados en el occidente fusionaron las distintas estirpes y culturas que los constituían, asimilando la impronta romana. Los diferentes caracteres particulares de las culturas germánicas se habían ido esfumando a través de los contactos y las influencias recíprocas con el legado latino.

A partir del siglo VIII las monarquías germánicas ya habían desarrollado estados territoriales relativamente consolidados, la aristocracia terrateniente, laica o eclesiástica, se repartía tierras y poderes, mientras los reyes, jefes de Estado con capacidad para mandar sobre todos los territorios bajo su dominio, no se distinguían del resto de a nobleza sino por el hecho de poseer las mayores extensiones de terreno. Una de estas monarquías fue la del Reino Franco.

 

  • Francos:               Pueblo germano que hizo importantes aportes militares a Roma, contra los hunos y otros pueblos bárbaros. Un destacado jefe franco, Clodoveo, se convertiría al cristianismo y con él atraería a 3.000 de sus guerreros, quedando así como el único jefe germano católico.

                Con Clodoveo como rey se inaugura la Dinastía Merovingia, la que se desarrollaría entre los siglos V al VIII y destacaría por descansar sus funciones en un importante funcionario llamado Mayordomo de Palacio. Cuando los musulmanes irrumpen en Francia, Carlos Martel, uno de estos mayordomos, los detiene en Poitiers (732) y extiende el dominio franco al sur de Alemania y al suroeste de Francia. Será su hijo Pipino el Breve, que tras destronar al último merovingio, Childerico, se proclamó rey de los francos, Pipino continuó la expansión franca hacia el norte de Italia al someter a los Lombardos, hizo alianzas con el papado y a través de la “Donación de Pipino” le entregó al Papa Esteban II, los “Estados Pontificios”. Se iniciará de este modo, una nueva dinastía, la carolingia, llamada así porque su principal representante fue Carlomagno, hijo y sucesor de Pipino.

 

  • Dinastía Carolingia y el Imperio:                pervivía la idea de recuperar un Imperio similar a Roma. Carlomagno fue el primero en entregarse a esta obra, iniciando una labor de rescate de la tradición espiritual del antiguo Imperio y privilegiando la doctrina cristiana.

Carlomagno reafirma la donación de territorios al Papado. Como rey de los Francos, se proclama defensor del Papa y recibe como retribución la corona de emperador de manos del sumo pontífice, en el año 800, rehaciéndose de hecho el Imperio Romano de Occidente:            “Vida y victoria a Carlos Augusto, coronado por Dios; grande y pacífico emperador de los romanos”.

Carlomagno logra formar un Imperio, que se extiende desde el Atlántico hasta el Danubio, desde Roma hasta el Mar del Norte. Aquisgrán fue la capital elegida para el Imperio y desde allí el emperador gobernaba de manera absoluta, asesorado por importantes funcionarios religiosos y civiles. Sin embargo, como una política más abierta, se permitía la reunión de dos asambleas al año, donde se aprobaban leyes, denominadas Capitulares.

El emperador dividió su imperio en dos tipos de provincias, los condados y las marcas. Los primeros eran liderados por condes, que cumplían labores administrativas (gobernaban en representación del emperador) y militares. Las marcas, por su parte, eran lugares fronterizos dirigidos por el marqués o margrave, quien poseía mayores atribuciones que los anteriores en virtud de que se requerían decisiones oportunas para la defensa de las fronteras imperiales. Además creó la institución de los Missi Dominici, funcionarios fiscalizadores que inspeccionaban anualmente condados y marcas, para regular cualquier irregularidad en esos territorios y administrar justicia, debiendo también informar verazmente al rey de la realidad política, económica y social que se vivía en sus dominios. Los Missi Dominici muchas veces fueron obispos o abades, es decir, figuras ligadas a la Iglesia.

Culturalmente, este período se denomina Renacimiento Carolingio, debido a que en Aquisgrán se reunieron los más destacados eruditos de la época, especialmente en la Escuela Palatina de Aquisgrán. Este Renacimiento aseguró la continuidad del desarrollo cultural de Occidente, la fusión de lo clásico y el cristianismo. Una consecuencia trascendente de la obra de Carlomagno fue la recuperación de la unidad europea, luego de la caída del Imperio romano. Pero esta obra no perduró mucho tiempo. A la muerte de Carlomagno (814), la referida unidad se vio afectada por la aparición de los vikingos y berberiscos en el escenario europeo y por la decadencia administrativa del imperio carolingio. Luis el Piadoso (814 – 840), hijo de Carlomagno y carente de carácter, debió enfrentar las guerras desatadas por sus propios hijos, Carlos, Luis y Lotario. Ninguno de los hermanos resultó vencedor y la unidad del Imperio fue sólo una ilusión. El año 843 firmaron el Tratado de Verdún, en que formalmente se dividió el Imperio en tres partes.

La parte occidental, base de la Francia actual, quedó para Carlos el Calvo; el sector oriental, parte de la Alemania moderna, quedó para Luis el Germánico; para Lotario fue el título de emperador, las posesiones en Italia y un estrecho cinturón, la Lotaringia, que iba desde el Mar del Norte hasta Italia y corría entre el Río Rhin y los Alpes. Pero las luchas no terminaron; con este acto el Imperio firmaba su acta de desaparición. “Europa cae en una oscura noche: los hombres ya no tienen un monarca poderoso que los defienda de los peligros, deben recurrir a los señores, dueño de feudos:      el feudalismo como sistema político, se comienza a vislumbrar”.

 

  • El Sacro Imperio Romano – Germánico:  En el sector oriental del antiguo Imperio Carolingio, se desarrolló el nuevo intento de reconstruir el imperio romano. La dinastía de los carolingios se mantuvo hasta comienzos del siglo X; su autoridad disminuyó bastante ya que eran los duques de Franconia, Sajonia, Suavia, Baviera y Lorena, los que imponían su proceder. El año 911 falleció sin dejar heredero, Luis el Niño. La corona debía volver al rey francés, pero los duques acordaron reconocer como Rey de Alemania, al Duque de Franconia. Este hecho consagró la naturaleza electiva del rey de Alemania. La monarquía pasó a ser una unidad que existía por sí misma; que estaba por encima del rey o de su familia. Muerto el rey, será elegido el duque de Sajonia, Enrique I, el Pajarero (919 – 936); quien obtuvo grandes éxitos en las luchas contra los invasores normandos y húngaros. Ello permitió que los duques aceptaran designar a su hijo Otón I, como rey de Alemania, el año 936.

Otón I perseguía imitar la obra de Carlomagno, restaurando el Imperio Cristiano, que lograra el realce de Roma, por ello una de sus más atractivas acciones fue hacerse coronar Rey de Aquisgrán. Su segundo paso fue restarles fuerza política a los duques, para lo cual se amparó en condes y obispos, para destruir el feudalismo imperante. Luego de una guerra de tres años (938 – 941), se impuso sobre los duques, destruyéndolos y nombrando amigos o parientes en su lugar. Sin embargo, éstos también, en su mayoría, habrían de rebelarse contra el poder central. Otón los venció (953 – 954) y buscó el apoyo de Obispos, pues al poseer la característica de célibes, no existía peligro que quisiesen hacer de sus ducados, un beneficio hereditario. A fin de asegurar aún más la lealtad de los prelados, Otón los invistió con los signos de su dignidad.

Obispos y abades continuaron, sin embargo, siendo elegidos por el clero y el pueblo o por las comunidades monásticas. Así, los poderes temporal y espiritual quedaron estrechamente ligados. El clero por sus funciones políticas estaba subordinado al rey del mismo modo que lo estaba el Papa. La organización de la Iglesia servía al Rey y éste la apoyaba en su obra evangelizadora. Una vez estructurado el gobierno interior del reino, Otón pasó a conquistar los pueblos vecinos. Venció a los húngaros, restableciendo la marca de Austria en el Danubio (955); derrotó a los checos incorporándolos al ducado tributario de Bohemia (950). El año 951 se hizo coronar rey de los Lombardos, en el norte de Italia. El año 962 fue coronado emperador en la catedral de San Pedro. El emperador confirmó al Papa las donaciones territoriales de Carlomagno, imponiendo la condición que cada Papa electo, antes de su consagración como tal le jurase fidelidad. Luego el emperador lo investiría. Así el Papa en la práctica quedó como el primer obispo del Imperio.

Restaurado el Imperio de Occidente (que luego sería llamado Sacro Imperio Romano Germánico), nuevamente el emperador y el Papa fueron los dos supremos poderes dentro de la cristiandad. El imperio pasó a ser la organización política de la Iglesia. Los sucesores de Otón continuaron la obra iniciada por éste y robustecieron el poder central frente al de los señores feudales. Hacia el año 1039 asume Enrique III, quien intervino activamente en el nombramiento e investidura de Obispos y abades. Pensaba que el clero debía estar integrado por sacerdotes intachables y de gran rigor moral. Por ello condenó la simonía, el negocio de las cosas sagradas, que incluía la compra de los cargos eclesiásticos. Intervino en el nombramiento de dos Papas. Sin embargo, en el año 1059, el nuevo Papa, Nicolás II entregó la elección papal al Colegio de Cardenales. A raíz de esto último, el Emperador no pudo continuar interviniendo en el nombramiento de los Papas.

En 1073, el Papa Gregorio VII impuso que sólo él podía deponer a los obispos y que sus declaraciones no podían ser puestas en duda. Para cumplir su deber, la Iglesia no podía estar subordinada al poder temporal, sino que por el contrario, la Iglesia tenía supremacía y el mismo Papa podía deponer a los Emperadores. Gregorio VII prohibió, bajo pena de excomunión, el nicolaísmo, la simonía y le investidura laica.

Lo último significaba la liberación de la Iglesia del Imperio. Enrique IV (1056 – 1106) protestó, pues la medida ponía en peligro la estructura del régimen imperial. Como Gregorio VII amenazara con excomulgarlo, Enrique IV lo destituyó. Comenzó así la Querella de las Investiduras. Gregorio VII respondió excomulgándolo y liberando a los súbditos del juramento de fidelidad. Los príncipes alemanes apoyaron al Papa y acordaron elegir un nuevo emperador si Enrique IV no obtenía la absolución en el término de un año; éste debió viajar, como penitente, al castillo de Canossa, donde luego de tres días de espera a la intemperie invernal fue recibido por Gregorio VII y absuelto, episodio conocido como la “Humillación de Canossa”. Alemania se vio envuelta en otra lucha civil y Enrique IV volvió a disponer de los cargos eclesiásticos. Nuevamente excomulgado invadió y se apoderó de Roma, el Papa huyó, falleciendo en Salerno, en 1085.

Se formaron dos partidos irreconciliables; los güelfos, que apoyaban al Papa y los gibelinos, partidarios del Emperador.

La querella se prolongó hasta el reinado de Enrique V (1106 – 1125), quien firmó con Calixto II, el Concordato de Wörms (1122), mediante el cual se acordó que los obispos serían elegidos por los Canónigos y los abades por los monjes. El emperador les entregaría los símbolos del poder temporal y el Papa los de la dignidad espiritual. De este modo obispos y abades quedaron transformados en vasallos del emperador.

En el año 1152, es nombrado rey de Alemania, Federico Barbarroja, considerado un imponente monarca, ya que robusteció la monarquía favoreciendo la unidad alemana y combatiendo duramente el feudalismo. Inspirado en la tradición, se consideraba heredero de Constantino, Justiniano, Carlomagno y Otón I. En el momento de acceder al trono escribió al Papa que su mayor deseo era “restaurar el antiguo esplendor del Imperio Romano”.

Realizó campañas en Italia, logrando ser coronado emperador, previa concesión, a través de la paz de Venecia (1177), de su formal reconocimiento a la autoridad del Papa. Durante su reinado, la monarquía alcanzó gran desenvolvimiento, gracias a un contundente crecimiento económico, fortalecimiento de municipios, industria y ciudades.

En el año 1220 es coronado Federico II, quien dedicó todos sus esfuerzos para restaurar el Imperio, fue coronado por el Papa Honorio III. En su corte residieron sabios europeos, árabes y judíos que compartían junto con el monarca su amor por las ciencias y las artes; por todo ello se le considera uno de los precursores del Renacimiento en Italia. Con la decapitación de su sucesor, Conrado IV, en 1228, se extingue la dinastía Hohenstauffen y con ella el Imperio Romano Germánico. Cada señor feudal se transformó en un verdadero monarca local en Alemania.

 

ORIENTE MEDIEVAL:

 

  • Imperio Bizantino:           En los últimos años, el Imperio Romano se había transformado en un Estado único con dos capitales. Al sucumbir la parte occidental (siglo V), la oriental se considerará su heredera. Este Imperio con capital en Bizancio será uno de los grandes transmisores de la cultura clásica durante el medioevo. A pesar de un sinnúmero de dificultades, Bizancio conservó su prosperidad económica, gracias a su inigualable posición geográfica, su gran flota e intachable administración; además, logró mantenerse inexpugnable ante los ataques bárbaros que habían invadido occidente, gracias a su fuerza militar y a las murallas que la rodeaban.

Es destacable la obra del emperador Justiniano (527 – 565), quien logró la época de mayor esplendor imperial. Dentro de su gestión, se desarrollaron características singulares:    El Jefe máximo de Bizancio fue el emperador, que adoptó el título de Basileus (rey) y poseía un poder centralizado y absoluto; el emperador era jefe supremo de la Iglesia y el ejército; su título era legado hereditariamente, proclamado por el Senado, ratificado por el pueblo y coronado por el patriarca de la Iglesia; la autoridad del monarca descansaba en una sólida administración, en el ordenamiento jurídico, en la diplomacia y en el ejército imperial.

Justiniano sería responsable de implementar el concepto de Cesaropapismo (líder temporal y espiritual) y de recoger y recopilar el derecho romano en el Corpus Juris Civilis.

El Imperio Romano de Oriente, salvó gran parte de la producción literaria greco – latina, mantuvo centros de estudios y bibliotecas, creó un estilo arquitectónico nuevo (la cúpula), creó los mosaicos como forma de decoración y fomentó el gusto por las artes menores y los artefactos de lujo. Bizancio influyó también en el Humanismo y en el Renacimiento europeo, con sus libros y maestros.

Por otra parte, fue en Bizancio donde se creó la Iglesia Ortodoxa, que llevó a los Balcanes y Rusia la religión cristiana, tras el quiebre o cisma de la cristiandad en 1054.

 

  • Imperio Musulmán:         Hacia el siglo VII, en la Península Arábiga, emerge una nueva religión, que se convertirá en un Imperio, el Islam (sumisión a Alá). El mentor de esta nueva doctrina fue Mahoma, quien después de formar una familia y dedicarse al comercio, aprovechó su experiencia y la pasividad del desierto, para desarrollar permanentes procesos de meditación, en los que llegó al convencimiento de ser revelado, como profeta del único Dios verdadero, Alá. Esta autoconsagración no fue bien recibida por los árabes, lo que llevó a la huída de Mahoma desde La Meca, en el año 622, hasta Yatrib (Medina), proceso denominado la héjira y hecho que marca el comienzo del calendario musulmán. Tras un largo asentamiento en Yatrib y habiendo conseguido gran poderío, Mahoma reingresará en La Meca, imponiendo la nueva fe, en el año 630. Los seguidores de esta religión serán los muslim o musulmanes, (seguidores de Alá); su libro sagrado es el Corán y es el documento que contiene, entre otros preceptos:
  • Sólo hay un Dios, Alá; y Mahoma es su profeta.
  • La Oración (salat) debe ser una constante fundamental del que cree en Alá, puede ser privada, cinco veces al día, mirando hacia La Meca, o pública los viernes, dirigida por el Imán.
  • Ayunar sin excepción durante el mes de Ramadán.
  • Pagar limosna (azaque).
  • Peregrinar, por lo menos una vez en la vida (si la situación económica lo permite), a La Meca.
  • No consumir bebidas alcohólicas, no comer carne de cerdo, no realizar juegos de azar ni usar imágenes.
  • Castigar severamente el adulterio.

Mahoma estableció una teocracia, es decir, un sistema de gobierno en que el dirigente religioso asumía también el gobierno político. Los sucesores de Mahoma recibieron el nombre de Califas y cumplieron el encargo del profeta de difundir el Islam mediante la espada. Los guerreros de Alá ampliarían su religión por todo el norte de África y cruzarían a la Península Ibérica, por el oeste, mientras que hacia oriente, llegarían hasta la misma India.

Debido al medio complejo que los rodeaba (desierto), los musulmanes hicieron ingentes esfuerzos para mejorar las condiciones agrícolas:              canalización, rotación y abonos fueron algunas de las técnicas utilizadas Esto se tradujo en cultivos de trigo en el Nilo, algodón, caña de azúcar y lino, en el norte africano, olivos, frutos y vides en España, entre otros.

El comercio alcanzó un alto grado de desarrollo. Términos comerciales como bazar, tarifas, cheque y caravana son de origen árabe. En esta cultura se inventarían numerosas prácticas comerciales y sociedades por acciones.

Por otra parte, el ingenio árabe queda también de manifiesto en la asimilación que tuvieron de la cultura greco – latina, conocimientos que ampliaron mucho más y llegaron incluso a fundar las primeras Universidades (en Bagdad, Damasco y más tarde, en Salamanca). Sus progresos más aplaudidos los lograron en Medicina, Matemática, Astronomía, Geografía, Química y Física. En la filosofía árabe (principalmente amparada en la filosofía aristotélica), destacó el deseo de explicaciones racionales a los problemas planteados por la religión.

En vista de que el Corán prohibía la representación de la figura humana, los artistas árabes desarrollaron complicadas figuras geométricas (arabescos). La arquitectura utilizó simetrías bizantinas y persas, desarrollando típicas cúpulas, arcos de medio punto y de herradura, la ojiva, como también mosaicos ricamente decorados. Los monumentos más importantes de la arquitectura árabe son la mezquita o templo y al alcázar o palacio.

En síntesis, esta cultura mantuvo la homogeneidad lingüística y religiosa en un marco multiforme y cosmopolita.

La decadencia de los musulmanes se inicia en el siglo XI, cuando los turcos ocupan Bagdad, lo que implica que el califato subsistirá formalmente hasta el siglo siguiente, cuando sean atacados por los mongoles. Mientras, Europa occidental comenzaba a levantar cabeza y empezaba a presionar a los árabes, obligándoles a mantenerse en una postura defensiva. La dominación árabe había transformado hasta tal punto la vida de una serie de pueblos a causa de las influencias políticas, religiosas y culturales que dejará en ellos una importante impronta; aún hoy podemos detectar fácilmente numerosas huellas de esta época histórica. Actualmente la religión islámica es practicada por más de 900 millones de personas, habiéndose expandido por todo el mundo.

 

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