La España de la Restauración resumen y tema

 


 

La España de la Restauración resumen y tema

 

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La España de la Restauración resumen y tema

 

La España de la Restauración

 

1. Los fundamentos, el funcionamiento y las contradicciones del sistema político. La crisis del Estado.

       La Restauración de la dinastía borbónica (con Alfonso XII, en 1875) en el trono de España supuso el fin de la I República. El impulsor del nuevo régimen fue Antonio Cánovas, que organizó un sistema monárquico liberal, aunque no democrático.

       El general Martínez Campos proclamó rey de España a Alfonso XII mediante un pronunciamiento militar (aunque la Restauración monárquica se había gestado durante el sexenio revolucionario, cuando Cánovas del Castillo se puso al frente del Partido Alfonsino). Después del pronunciamiento militar, Alfonso XII proclamó un manifiesto (redactado por Cánovas) que afirmaba que la monarquía era la única salida para cerrar la crisis, además de apuntar las líneas fundamentales del sistema de la Restauración.

       Con Alfonso XII, España vivió una larga etapa de estabilidad política, basada en un sistema político regido por los valores conservadores de orden, propiedad y monarquía, combinados con las novedades institucionales del Estado liberal.

       Será Cánovas quien asiente las bases del nuevo sistema, proponiendo apartar al ejército del poder político y pacificar el país, tratando de integrar también las diferentes concepciones liberales sobre la base monárquica. Así, se obtuvo un sistema bipartidista que seguía el modelo británico, y se aprobó una Constitución flexible que se adaptase a los dos partidos.

       Con respecto a la cuestión de la pacificación militar, se consiguió finalizar la tercera Guerra Carlista, lo que supuso la abolición de los fueros vascos y navarros. Y la Paz de Zanjón puso fin a la insurrección cubana de 1868.

       Los partidos políticos leales a la Corona (partidos dinásticos) eran el Partido Conservador y el Partido Liberal, que se fueron turnando en el poder, mientras que las otras formaciones políticas existentes quedaron excluidas. Estos dos partidos constituían el sistema bipartidista español. Los conservadores (liderados por A. Cánovas) representaban a la burguesía latifundista y financiera, así como a los grupos residuales del Antiguo Régimen; y los liberales (liderados por P. Mateo Sagasta) integraba a los demócratas, radicales y republicanos moderados. Pero este sistema bipartidista dejaba fuera a las formaciones políticas no dinásticas como los carlistas y los republicanos, así como a los regionalistas y a las organizaciones obreras, contrarias al orden liberal y capitalista.

       Las diferencias ideológicas entre ambos partidos eran mínimas: los liberales estaban más preocupados por las reformas sociales y por la educación, y los conservadores eran más autoritarios y preocupados por defender el orden.

       Para legitimar esa monarquía parlamentaria que defendía Cánovas, era necesaria la aprobación de una constitución. Así, convocó unas elecciones para formar unas Cortes constituyentes que deberían redactar y aprobar un nuevo texto constitucional. Esta Constitución estaba inspirada en la Constitución de 1845, aunque incorporaba algunos aspectos de la Constitución de 1869.

       La Constitución de 1876 establecía que:

* La soberanía era compartida (Cortes y Corona).

* La figura del Rey era inviolable, teniendo poder ejecutivo (podía nombrar y destituir al presidente del Gobierno) e iniciativa legislativa (podía vetar al Parlamento).

* Las Cortes eran bicamerales, con un Senado elitista que aseguraba el control a los más poderosos.

* Reconocía los derechos y las libertades de cada persona, aunque su regulación se remitía a leyes posteriores.

* Se reconocía el Catolicismo como religión oficial, admitiendo la tolerancia hacia otras religiones. Pero el control de la educación recaía en manos de la Iglesia.

       Respecto al sufragio y el procedimiento electoral, no se hacían referencias, de manera que, el sufragio masculino no volvió a utilizarse hasta 1890.

       El sistema ideado por Antonio Cánovas basaba su funcionamiento en el turno pacífico de los dos partidos dinásticos: entre ellos pactaban el acceso al gobierno sin recurrir a pronunciamientos militares. Este sistema se consolidó porque favorecía la estabilidad política. Sin embargo, para garantizar el turno se recurría al fraude electoral, siendo los caciques locales piezas clave de este sistema, puesto que gracias a ellos los partidos garantizaban la obtención de la mayoría para gobernar, recurriendo a la compra de votos o a la coacción.

       El partido al que le tocaba gobernar confeccionaba el encasillado o listas de diputados, que deberían salir elegidos en cada distrito. El encasillado se entregaba  a los gobernadores civiles para que lo impusieran en la provincia y los ayuntamientos a través del cacique local. Esas listas de diputados estaban formadas por una oligarquía (miembros de la alta burguesía y de la aristocracia) que monopolizaba los cargos político-administrativos y los escaños de las Cortes.

       El fraude electoral fue una práctica habitual, incluso cuando se introdujo el sufragio universal en 1890. Sólo en los núcleos urbanos más importantes se hizo cada vez más difícil el control  caciquil del sufragio universal.

       Este modelo de la Restauración no se consolidó hasta la muerte de Alfonso XII, ya que durante todo el período de regencia de María Cristina, Antonio Cánovas y P. Mateo Sagasta se turnaron pacíficamente en el poder. Será en esos años de regencia cuando los partidos dinásticos firmen el Pacto del Pardo (1885), en el cual se comprometían a mantener la monarquía y a respetar los turnos políticos.

       Mª Cristina otorgó el poder a los liberales, que, presididos por Sagasta, gobernaron durante el período conocido como Parlamento largo (1885-1890), momento en el cual se llevó a cabo la liberalización del régimen.

       La creación del sistema político de Cánovas que se basaba en el turno de los dos partidos, en el falseamiento del sufragio y en los partidos de notables (relacionados con grupos económicamente dominantes), dio lugar al mismo tiempo, contradictoriamente, a la exclusión de amplios sectores políticos y sociales, así como a la desmovilización e inestabilidad política. Esto desembocaría en un problema de tipo político.

       El desarrollo del capitalismo, que también venía de la mano del sistema de la Restauración, supuso la aparición y el agravamiento de las desigualdades sociales (debidas al desigual reparto de la riqueza y la propiedad), que se manifiestan en las condiciones de vida precarias. Todo esto desembocaría en agitaciones sociales y en el desarrollo del movimiento obrero, que pretendían conseguir una legislación social. De modo que, también se llegó a un problema social.

       También se desembocó en un problema regional, puesto que la Restauración promovió el centralismo, lo que supuso limitaciones en la uniformización (la lengua) y un desarrollo socioeconómico desigual. Se entrecruzan los intereses políticos y económicos que eran diferentes, y se canalizan a través de los nacionalismos, que evidencian la necesidad de vertebrar el territorio del Estado español.

       En el aspecto religioso, también se produjeron una serie de problemas, puesto que el Estado y la Iglesia tenían una relación de apoyo mutuo, lo que desembocaría en un proceso de secularización de la sociedad, dando lugar a un anticlericalismo. La enseñanza será el campo de batalla entre los intereses de la Iglesia y los de los grupos laicos.

       El intento de crear una sociedad civil supuso que el ejército se convirtiera en garante del orden social, por lo que se produjo una militarización del Estado y de la sociedad, desembocándose, al mismo tiempo, en un antimilitarismo, puesto que el ejército resultó inútil en los conflictos militares de Marruecos, Filipinas y Cuba.

       La crisis de valores y el cuestionamiento del sistema de la Restauración se había iniciado antes de 1898; de modo que, la derrota colonial sirvió para que la crítica sociopolítica se extendiera a un sector mayor de la sociedad. A pesar de todo, se limitó al ámbito intelectual (Generación del 98).

       La corriente de pensamiento que cuestionó los valores y el sistema político del fin de siglo español fue el regeneracionismo, destacando Joaquín Costa. Éste denunció la incultura y el atraso español, proponiendo incentivar la educación y la europeización como sinónimo de modernización.

       Esta corriente influyó en la actividad política española del primer tercio del siglo XX. Pero, en realidad, las diversas corrientes regeneracionistas tuvieron poca efectividad práctica.

       El fin del regeneracionismo vino con la Crisis de 1909 conocida como Semana Trágica. La primera crisis grave del reinado de Alfonso XIII fue desencadenada en 1909 por el envío de reservistas a sofocar la rebelión en la región marroquí del Rif: el embarque de las tropas movilizadas en el Puerto de Barcelona desembocó en un movimiento de protesta. El gobierno declaró el estado de guerra y utilizó el ejército para reprimir la manifestación, lo que desencadenó una insurrección popular que tomó un carácter antimilitar, pero también anticlerical.

       A esta Semana Trágica la siguió una dura represión que trajo consigo la ejecución del pedagogo anarquista Francesc Ferrer i Guàrdia, que a su vez provocó una oleada de protestas exteriores que contribuyeron al desprestigio del gobierno y de la monarquía. La crisis provocó la destitución de Maura, que fue responsable de la dura represión gubernamental.

       En 1917 estalló una crisis militar, política y social que incidió decisivamente en la descomposición del sistema de la Restauración. Situación que ya venía desde 1913, pero que se intensificó con el impacto de la I Guerra Mundial (que en principio supuso un cierto auge económico),aumentando las tensiones sociales y la crisis del “turnismo” (liberales y conservadores se turnan en el poder) fue un hecho.

       Respecto a la crisis en el ámbito militar, el ejército empezó a cuestionar el sistema interviniendo en la vida política, ya que se acentuó el malestar interno, debido a: la inestabilidad gubernamental, a una nueva ley que establecía el ascenso por méritos de guerra y a los bajos salarios. Ese malestar militar contra el Estado provocó la formación de las Juntas de Defensa, que eran una asociación sindical, que con su presión, consiguió que la autonomía y la injerencia del ejército fueran cada vez mayores.

       En cuanto a la crisis política, el gobierno de Eduardo Dato, decretó la censura de la prensa y la suspensión de las garantías constitucionales de las Cortes. Esto provocó que Francesc Cambó (dirigente de la Lliga Regionalista) convocase en Barcelona una Asamblea de Parlamentarios, que exigió la convocatoria de Cortes constituyentes y la aplicación de un programa reformista.

       La tensa situación social y la creciente importancia de los sindicatos favorecieron la creación de un comité de acción conjunto CNT-UGT (Comisión Nacional de Trabajadores-Unión General de Trabajadores). La extensión de un conflicto ferroviario en Valencia, llevó a las centrales sindicales a convocar una huelga general revolucionaria (13 de Agosto de 1917) para reivindicar un cambio político; movilización que se extendió por las principales ciudades, pero que no fue apoyada ni por la Asamblea de Parlamentarios ni por el ejército.

       Dato logró controlar en 1917 la crisis de aquel año, siendo apoyado por el ejército y por la burguesía de la Asamblea de Parlamentarios, que temía el triunfo de una revolución social. A pesar de este apoyo, se demostró la incapacidad del régimen para abrirse a las aspiraciones de transformación democrática. Además, se agudizó un clima de tensión y violencia, agravado por la guerra de Marruecos. Todo ello condujo a la quiebra de la monarquía parlamentaria.

       Después de la dimisión del gobierno de Dato, el rey propuso la creación de gobiernos de concentración, rompiéndose por vez primera el bipartidismo. Pero el fracaso de estos gobiernos de concentración supuso la vuelta al turno, aunque la incapacidad de conseguir mayorías restó eficacia a la gestión política.

       El fracaso político de este período se constata con el hecho de que entre 1918 y 1923 hubo trece gabinetes de gobierno. Aunque debemos tener en cuenta que los militares forzaban cambios gubernamentales según sus intereses, gracias al apoyo de Alfonso XIII.

       El fin de la I Guerra Mundial supuso la intensificación de la crisis económica (cierre de empresas, rebajas salariales y aumento del paro) situación que provocó el aumento de la conflictividad social. Descontento obrero general que fue dirigido desde los sindicatos: la UGT minoritaria, pero la CNT con gran número de afiliados. En Barcelona encontramos el foco principal de la violencia social, que empezó en 1919 con la huelga general de la empresa eléctrica La Canadiense.

       La oposición patronal a la liberación de detenidos recrudeció el conflicto: los empresarios crearon una milicia privada (sometent) y contrataron pistoleros a sueldo. Ya en 1921, se aprobó la Ley de Fugas, que permitía matar a los detenidos que intentaran huir.

 

2. La formación de la clase obrera. Cambio social y desarrollo cultural.

       Durante los primeros años de la Restauración, el movimiento obrero no constituyó una oposición política real. Sería el anarquismo la doctrina que consiguió una mayor aceptación social, tanto en el campo como en los centros industriales; pero se negaba a participar en la acción política, creyendo en la acción directa organizada a partir de los sindicatos.

       El movimiento obrero nació como respuesta de las clases trabajadoras a las duras condiciones de trabajo y a la ausencia de legislación laboral, así como a la aplicación de un sistema económico capitalista. A lo largo del siglo XIX, los obreros adquirieron la conciencia colectiva de pertenencia a una clase con intereses comunes, lo que les condujo a organizarse para defender sus derechos, convirtiéndose en oposición política de los partidos dinásticos a partir de principios del siglo XX.

       Las primeras manifestaciones de protesta obrera fueron de tipo ludita, es decir, contra las máquinas. A partir de 1840, los obreros empezaron a organizarse en asociaciones con fines de ayuda mutua, para defender el derecho de asociación y mejoras laborales y, además, promovieron escuelas y centros culturales.

       Durante el Sexenio Revolucionario, se produjo el máximo apogeo del movimiento obrero. La legalización de las organizaciones obreras permitió el contacto con las asociaciones europeas que habían fundado la I Internacional (Asociación Internacional de Trabajadores, AIT). Será en ese momento cuando se creó en la Federación Regional Española de la AIT, con una fuerte influencia del anarquismo. En ella, hubo una división entre socialistas y anarquistas.

       Con la Restauración se ilegalizaron las asociaciones obreras, hasta que la subida de los liberales de Sagasta al poder, en 1881, introdujo cierta permisividad. Este hecho permitió salir a la luz al PSOE encabezados por Pablo Iglesias, también se fundó la Unión General de Trabajadores (UGT), que era un sindicato vinculado al partido socialista. Por otro lado, los partidarios del anarquismo organizaron la Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE), en la que se distinguieron dos tendencias: la anarcocolectivista y la anarcocomunista.

       La violencia y el terrorismo anarquista protagonizaron la década de los ochenta y de los noventa, básicamente en Andalucía y Cataluña.

       La represión dura e indiscriminada ejercida por el gobierno de Cánovas afectó también a sindicalistas y organizaciones culturales y educativas que no tenían nada que ver con el terrorismo. Sólo se consiguió una escalada de violencia terrorista que costó la vida al propio Cánovas en 1897.

       Las distintas reformas liberales de la primera mitad del siglo XIX abolieron los privilegios estamentales. Se configuró una sociedad de clases, organizada según la riqueza, la propiedad privada y la igualdad jurídica. En la nueva sociedad, los antiguos estamentos privilegiados tuvieron que adaptarse al ascenso de la burguesía, mientras que creció un nuevo grupo social: el del proletariado industrial.

       El mundo de la cultura y el arte no permaneció ajeno a los enfrentamientos político-sociales de la época.

       El pensamiento conservador, tradicionalista, representaba a los sectores de la población de fuertes convicciones católicas y contrarios a los cambios liberales. El pensamiento liberal progresista y reformista, estuvo vinculado al Krausismo, una escuela filosófica alemana que basaba sus postulados en la racionalidad, el espíritu liberal y el respeto al individuo. Fue introducida en España por J. Sanz del Río, teniendo su máximo desarrollo durante el último tercio del siglo XIX, a través de la Institución Libre de Enseñanza.

       Destaca la figura de Joaquín Costa, que intentó superar la dualidad ideológica potenciada por el turnismo político. Su gran aportación fue el Regeneracionismo, corriente ideológica que, influida por la crisis del 98 y a finales de siglo, planteó la necesidad de regenerar el país.

       De forma paralela a las dos tendencias mayoritarias, cabe destacar el socialismo, que defendía la participación política. El ideario social llegó a España a través de los exiliados que regresaron de París y Londres después de la muerte de Fernando VII. Cabe destacar a Joaquín Abreu, que propagó el Socialismo utópico de Fourier. Ya con el Partido Socialista Obrero Español se propagó el socialismo marxista.

       La corriente realista sustituyó la subjetividad romántica por el retrato de la realidad, que muchas veces conllevó la crítica social. Dentro de la línea costumbrista, aunque con agudo sentido crítico, encontramos a Juan Valera, José Mª de Pereda, pero principalmente, Benito Pérez Galdós, con obras como Los episodios nacionales, Fortunata y Jacinta.

       El naturalismo jugó un importante papel en las obras de Emilia Pardo Bazán y de Leopoldo Alas “Clarín”, en ellas se profundizaba en la psicología de los personajes y en su comportamiento en sociedad.

 

3. Los nacionalismos y el problema de la ordenación territorial del Estado.

       Uno de los fenómenos más destacados durante la regencia fue la aparición de diversos movimientos regionalistas y nacionalistas en Cataluña y el País Vasco y, de forma  incipiente, en Galicia. En Valencia y Andalucía también aparecieron algunos intelectuales que defendieron los particularismos regionales, pero la inexistencia de una burguesía fuerte les restó significación política. Todos defendían el particularismo lingüístico, cultural, institucional e histórico frente a las tendencias uniformadoras y centralistas del Estado liberal.

       La ineficacia del sistema para resolver los problemas permitió a los partidos nacionalistas presentarse como los únicos capaces de regenerar el país e impulsar un desarrollo económico y cultural.

       El catalanismo político que se formó en los años ochenta tuvo su origen, por una parte, en el renacimiento cultural (Renaixença) y, por otra, en los cambios socioeconómicos.

       El federalista Valentí Almirall creó el Centre Català, que aglutinaba diferentes corrientes políticas con el objetivo de reivindicar la autonomía. Lideró la protesta contra los tratados librecambistas recogida en el Memorial de greuges (memorial de agravios). Su proyecto político fracasó y, a finales de siglo, se inició el predominio del catalanismo conservador.

       El primer programa político del catalanismo fue conocido como Bases de Manresa.

       En el País Vasco, la reacción contra la abolición de los fueros después de la tercera Guerra Carlista originó un movimiento de defensa de las instituciones suprimidas y de recuperación de la lengua y la cultura vascas. Se inició un proceso de concienciación del vasquismo, identificado con las tradiciones, los fueros, el catolicismo y el ruralismo idealizado.

       Fue Sabino de Arana quien configuró el primer programa político nacionalista, afirmando la raza, la lengua, el ultracatolicismo y las tradiciones. Con estos postulados, creó en 1895 el Partido Nacionalista Vasco, muy conservador. A finales de siglo, el Partido Nacionalista Vasco obtuvo sus primeros escaños.

       Con respecto al nacionalismo gallego, en sus inicios se limitó a una minoría intelectual, puesto que se inició como un movimiento cultural y literario, el Rexurdimento, que buscó soluciones al atraso de Galicia. Una de las figuras más destacadas fue Rosalía de Castro.

       Paralelamente, se desarrolló una corriente conservadora, tradicionalista y heredera del carlismo.

       El regionalismo valenciano fue un fenómeno minoritario y tardío, cuyo punto de partida se encuentra en el renacimiento cultural de los años setenta, que impulsó la formación de la sociedad Lo Rat Penat (1878), considerada núcleo del valencianismo cultural hasta bien entrado el siglo XX.

       En Andalucía se inició una corriente regionalista a partir de 1910, en torno a la figura de Blas Infante, aunque su mayor incidencia ideológica y cultural se dio durante la Segunda República.

      

4. El progresivo protagonismo de los militares. España ante la remodelación colonial: la crisis del 98 y la cuestión marroquí.

       A finales de siglo, España vivió una profunda crisis que tuvo como detonante las guerras de la independencia colonial en Cuba y Filipinas. El origen del conflicto estuvo en la inadecuada política colonial llevada a cabo por los partidos dinásticos y en los intereses expansionistas de EEUU. Estos acontecimientos tuvieron serias repercusiones en el ámbito militar y económico.

       Cuba era la principal exportadora mundial de azúcar, además de productora de café y tabaco, que era explotada por España en contra de los intereses isleños. Estados Unidos era el principal receptor de las exportaciones azucareras, por lo que ofreció su apoyo a los sectores independentistas.

       La política represiva de las autoridades españolas favoreció el estallido de varias insurrecciones. En 1895 se inició la definitiva guerra de la independencia, liderada por José Martí. Ya en 1897, a la muerte de Cánovas, el nuevo gobierno de Sagasta decretó la autonomía y una amnistía, medidas que llegaron demasiado tarde. Cuando la negociación permitió dominar la insurrección, Estados Unidos intervino atacando la escuadra española.

       Casi simultáneamente, estalló una sublevación en Filipinas, encabezando el levantamiento José Rizal, que fue fusilado una vez que el levantamiento fue duramente reprimido.

       La intervención militar de EEUU debe entenderse en el marco de su política expansionista y de sus intereses económicos. Su pretexto para declarar la guerra fue la voladura del crucero americano Maine, que supuso para España el lanzamiento a una guerra para la que no estaba preparado.

       Los desastres navales de Cavite (Filipinas) y Santiago de Cuba, supusieron la destrucción de las flotas españolas del Atlántico, seguidos por el desembarco norteamericano en Puerto Rico.

       El conflicto finalizó con el Tratado de París, a finales del año 1898. La pérdida del imperio español se completó con la venta a Alemania del resto de las Marianas, quedando España como un pequeño país sin relevancia internacional.

       Las pérdidas económicas alteraron las finanzas, la Hacienda Pública y los precios; en cuanto a las pérdidas humanas afectaron mayormente a las clases más humildes, puesto que las clases acomodadas se libraron del servicio militar  mediante un pago en metálico.

       Si bien la crisis del 98 no generó una crisis política inmediata, sí colaboró a la desintegración del régimen de la Restauración. Además, la pérdida del imperio provocó una crisis cultural de la que dejó testimonio la Generación del 98; al mismo tiempo, se produjo el surgimiento de una conciencia crítica que exigía una profunda regeneración política, económica e ideológica.

       La ocupación militar del protectorado español en Marruecos, suponía un esfuerzo difícil y costoso para el ejército. Ante la ofensiva del ejército español para extender su dominio efectivo, se sublevó una de las cábilas, o tribus bereberes, del Rif, liderada por Abd-el-Krim. Dicha operación finalizó con la derrota española de Annual, que creó un clima de malestar en la opinión pública.

       El último intento por salvar el sistema constitucional fue la creación de un gobierno de concentración. Sin embargo, el ejército puso fin al sistema de la Restauración mediante un golpe militar.

      

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La España de la Restauración resumen y tema

  • EL RÉGIMEN DE LA RESTAURACIÓN Y EL SISTEMA CANOVISTA (1875-1902).

 

I.1. EL SISTEMA POLÍTICO DE LA RESTAURACIÓN: CÁNOVAS DEL CASTILLO

 

El modelo político y social de la Restauración se caracterizó por la alternancia política de conservadores Cánovas y liberales Sagasta.

Antonio Cánovas es el hombre clave de la Restauración. Jefe de la causa alfonsina desde 1873, fue quien diseñó toda la estrategia para devolver a los Borbones la Corona y, organizar el nuevo sistema político.

          Cánovas, historiador profundamente convencido de las raíces históricas de la Monarquía y de las Cortes. No le faltaba experiencia política,  militó y conspiró en la Unión Liberal (suyo fue el texto del “Manifiesto de Manzanares”). Admirador del sistema parlamentario inglés por su estabilidad y por su mantenimiento de las tradiciones. Quiso para España un sistema parecido, convencido del apoyo que le prestarían las clases acomodadas, como así fue.

        Para él el régimen político debía cumplir dos objetivos:

1º- Asentar firmemente la Monarquía como forma del Estado. Para él la Monarquía era consustancial a la historia de España y formaba el pilar básico en que se asentaba el país; debía recuperar, por tanto, el prestigio perdido durante el reinado de Isabel II.

2º- El marco constitucional. Se trataba de conseguir una constitución capaz de crear un sistema que fuera igualmente válido para todas las concepciones políticas, con la sola condición de que aceptaran la Monarquía y la alternancia en el gobierno, que durase  y que permitiera gobernar a partidos distintos y acabara con los pronunciamientos como vía para la toma del poder.

Este último aspecto le preocupaba especialmente. El Ejército debía volver a los cuarteles y cumplir su misión constitucional. Para ello, había que garantizar el mantenimiento del orden social, así como la posibilidad de acceso pacífico al gobierno, a través del sufragio, para todos los partidos integrados en el sistema. Los generales debían abandonar la vida política, y de hecho lo consiguió, aunque al principio tuviera que rodearse de militares, ante la situación de guerra en el Norte (guerra carlista) y en Cuba. Fue decisivo el papel ejercido por Alfonso XII, un Rey-soldado con formación militar, capacidad de mando y excelente imagen desde su llegada al país, lo que le ganó el apoyo de los cuarteles y permitió a Cánovas edificar un sistema político exclusivamente civil, ajeno a la actuación del ejército.

Para evitar futuros pronunciamientos militares, que podían romper la “convivencia continuada”, que defendía Cánovas, el Rey no sería en adelante solamente la clave del mecanismo político-constitucional, sino también Jefe Supremo del Ejército.

También logró el definitivo acercamiento de la Iglesia, que se hallaba distante por los ataques recibidos durante las desamortizaciones y el período revolucionario.

Para ello había que convocar Cortes, que elaboraran la Nueva Constitución de la Restauración. Las elecciones generales, con sufragio universal masculino, pero tan manipuladas desde el gobierno que no llegó a votar ni un 50% del censo, se formaron unas Cortes Constituyentes a la medida, que elaboraron rápidamente una nueva Constitución: la de 1876. Para evitar futuros pronunciamientos militares, que podían romper la “convivencia continuada”, que defendía Cánovas, el Rey no sería en adelante solamente la clave del mecanismo político-constitucional, sino también un efectivo Jefe Supremo del Ejército, en contraste con los tiempos de su madre Isabel II, con lo que quedaba asegurada la sumisión de los altos mandos militares.

El rodaje del sistema político de la Restauración hasta 1885 se basó en:

 

  • El funcionamiento del régimen, tal y como Cánovas lo preveía, basado en el turnismo.
  • El  programa del partido conservador basado en la defensa del orden social, de la Monarquía y de la propiedad, era reflejo del pensamiento del propio Cánovas, expresado en sus discursos parlamentarios, conferencias en el Ateneo y artículos de prensa, sobre todo en La Época, el más importante periódico conservador.

La acción de gobierno de Cánovas durante los años que van de 1876 a 1880 estuvo marcada por las reformas administrativas y por medidas que reforzaron el control del Estado sobre el ejercicio de los derechos fijados en la Constitución. La abolición de los fueros vascos obedecía, más que al apoyo prestado al carlismo a la necesidad de uniformar legalmente el país. Las provincias vascas quedaban obligadas a contribuir con contingentes al servicio militar y a pagar contribuciones, aunque se establecieron conciertos económicos especiales.

En la misma línea de control se explica el establecimiento de la censura previa de prensa. En la Ley de Imprenta de enero de 1879, se consideraba delito cualquier ataque o crítica a la Monarquía por leve que fuera. La actuación del Ministro de Gobernación, Romero Robledo, fue muy restrictiva, con cierres continuos de periódicos de la oposición. Por su parte, el Ministro de Fomento, Orovio, fiscalizó la enseñanza universitaria y provocó la expulsión o el abandono de sus puestos de profesores de la Universidad y de Secundaria, en protesta por la restricción de la libertad de cátedra. Sonada fue, por ejemplo, la dimisión de Emilio Castelar.

También reguló la elección de  Municipios y Diputaciones por ley de diciembre de 1876.

Quedaron sometidas a la interpretación del gobierno las libertades de reunión y asociación. Sólo los partidos llamados dinásticos, es decir, los que se comprometían a aceptar la Monarquía y la Constitución, estaban autorizados a actuar. Sindicatos y asociaciones obreras operaban en la clandestinidad, pues habían sido prohibidos en 1874.

Cánovas, no obstante, necesitaba incorporar al régimen a los grupos políticos y personajes procedentes del Sexenio que pudieran constituir un partido alternativo al suyo. El grupo más proclive a aceptar la Monarquía era el Partido Constitucional, formado durante el reinado de Amadeo de Saboya por progresistas y ex miembros de la Unión Liberal, y cuyo líder era Práxedes Mateo Sagasta, a quienes se sumaron otros grupos a su derecha e izquierda, hasta que en mayo de 1880 se unificaron en el Partido Fusionista, futuro Partido Liberal, que se convirtió en la alternativa a los Conservadores. 

En febrero de 1881 los liberales formaron gobierno por vez primera y comenzó la alternancia que caracterizó al régimen, una alternancia política que duró más de cuarenta años, hasta desembocar en la crisis del sistema en 1923.

 

I.2-EL RETORNO DE LOS BORBONES: EL REINADO DE ALFONSO XII (1874-1885)

 

La llegada de Alfonso XII a España se produce en el contexto internacional de finales de siglo, caracterizado por:

¨ Un período expansivo  de los países europeos, que durante esta etapa colonizan los continentes africano y asiático.

¨ La estabilización de dos nuevos Estados europeos recientemente unificados, Italia y Alemania.

¨La aparición de una gran potencia al otro lado del océano: Estados Unidos.

¨La crisis económica iniciada en 1873, que produce la reorganización del capitalismo mundial sobre la base de la concentración de empresas agrupadas en monopolios, trust y carteles. Se desarrollan nuevos sectores económicos, como la industria siderúrgica y la industria química, y nuevas fuentes de energía que sustituyen paulatinamente al carbón y al vapor: la electricidad y el petróleo.

¨La articulación de grandes sindicatos como respuesta del movimiento obrero a la concentración de capital,  que propició una legislación social.

 

Comprender el origen del retorno de la dinastía borbónica al trono español exige tener en cuenta varios factores:

a) La fragilidad y la completa incapacidad de la I República para resolver tres conflictos bélicos simultáneos (la guerra colonial, la cantonalista y la carlista).

b) La pasividad y la debilidad de toda posible oposición social a la Restauración.

c)  La fuerza de los grupos sociales favorables a un cambio de régimen político y al regreso de los Borbones:

  • La  alta burguesía y los grandes propietarios de tierras, que reclamaba disciplina y estabilidad para el despliegue de sus lucrativas actividades económicas
  • Los intereses coloniales de los plantadores de Cuba, que temían los proyectos de reforma republicanos.

-   Los mandos y oficiales del Ejército aunque eran mayoritariamente liberales, ahora estimaban que la Gloriosa Revolución del 68, cuyo triunfo habían facilitado directa o indirectamente, había sobrepasado lo aceptable.

- La Iglesia católica, ya que la mayor parte del clero español abrazaba las ideas reaccionarias, antidemocráticas y antisocialistas defendidas por el papa Pío IX.

 

El reinado de Alfonso XII (1874-1885) coincide con una relativa tranquilidad a causa de que:

 

  • Se implanta a imitación inglesa el turnismo en el gobierno.
  • Se termina con la guerra separatista de Cuba.
  • Se termina con la guerra carlista.
  • Se promulga la Constitución de 1876.

El gobierno de Alfonso XII dura 10 años, y durante este tiempo Cánovas estará al frente del partido conservador y Sagasta del partido liberal.

La Restauración ni significa solo la vuelta de la dinastía expulsada, supone, además la vuelta al poder de la misma burguesía de base agraria y latifundista que dirigiera la nación desde la primera época de su madre.

En el nuevo rey, Alfonso XII, había  abdicado su madre en junio de 1870. Tenía 17 años, y su educación tuvo lugar en la corte austríaca y en la academia militar inglesa de Sandhurst. El 1 de diciembre de 1874 anuncia su programa político en el Manifiesto de Sandhurst, redactado por Cánovas. En este manifiesto se traza el programa político de la nueva monarquía. Se manifestaba que lo único que ya inspiraba confianza en España era una monarquía hereditaria representativa, a la que se mira como irreemplazable garantía de sus derechos e intereses desde las clases obreras a las más elevadas. La proclamación del nuevo rey (un mes después), tiene lugar tras el Golpe de Sagunto, así comenzó el llamado período de la Restauración que pretendía:

  • Llenar un vacío político y jurídico creado tras la expulsión de Isabel II.
  • Conciliar, pacificar y buscar vías de transacción entre todos los partidos políticos.
  • Este modelo conciliador se fundamentaría en la soberanía nacional compartida entre el Rey y las Cortes.
  • La situación “tolerante” anunciada por la polémica cuestión religiosa sería la mejor expresión de ese carácter conciliador del proyecto.

Cánovas, preparaba la vuelta a la Monarquía de manera pacifica y sin intervención militar. Pero generales monárquicos, Martínez Campos y Jovellar, se le adelantaron y se pronunciaron el 29 de diciembre en Sagunto a favor de la Monarquía. El gobierno no opuso resistencia y, ante los hechos consumados, aunque disgustado por el procedimiento, Cánovas formó un gabinete de regencia el día 31 y comunicó a Alfonso XII, entonces en París, su proclamación como Rey.

En enero el Monarca, a su llegada a España, ratificó su confianza en Cánovas, quien, en los meses siguientes, emprendió una ación de gobierno encaminada a conseguir tres objetivos:

  • La adaptación del régimen a la realidad política y la eliminación de las decisiones más radicales del Sexenio;
  • La gestación de una nueva Constitución
  • La pacificación, afrontando las dos guerras abiertas, en el Norte (carlista) y la guerra separatista en Cuba.

Bajo el turnismo  la Restauración ofrece un panorama de casi completa estabilidad política. Alfonso XII es un hombre agradable, sencillo y sin ambiciones que se prestaba a su papel: dejaba obrar a los políticos y se entendía muy bien con ellos. Fruto de este entendimiento fue la Constitución de 1876.

La primera tarea que se propone el nuevo rey es acabar con la guerra carlista: las tropas carlistas fueron derrotadas en Seu de Urgell (1 agosto 1875) por Martínez Campos, tras ser expulsados de Navarra, Vascongadas y la zona sur de Cataluña. A causa de estos D. Carlos Mª de los Dolores Borbón pasó los Pirineos acompaño de su fiel ejército castellano.

La segunda tarea que se propone el nuevo rey junto con el gobierno fue acabar con la guerra separatista de Cuba que terminó en 1878, por la firma de la Paz de Zanjón, sellada por Martínez Campos.

Ese mismo año Alfonso XII contraía matrimonio con su prima Mª Mercedes de Orleans, que murió cinco meses después, su muerte afectó grandemente al rey, hasta el punto de alejarse durante casi un año del gobierno.

En 1879 Alfonso XII se casa en segundas nupcias con Mª Cristina de Habsburgo Lorena y en 1881 los conservadores ceden el poder a los liberales, consolidándose el turnismo. En 1885 con Cánovas de nuevo en el gobierno muere Alfonso XII y Cánovas cede el mando a su contrario, Sagasta, y con este gesto erigió a los liberales en guardianes de la débil regencia de Mª Cristina.

Además, bajo el gobierno de Cánovas, se tomaron medidas como la sustitución de gobernadores civiles, presidentes de Diputación y alcaldes por hombres afines a la Corona

También se aprobaron nuevos procedimientos y tribunales para los delitos de imprenta. Se eliminaron el matrimonio civil – restaurando la exclusiva validez del eclesiástico –, los juicios por jurado y las vistas orales públicas. Se restableció en su integridad el Concordato, con la devolución a la Iglesia de los pocos bienes aún no vendidos y la garantía de las aportaciones del Estado a la Iglesia Católica.

Se trataba de una vuelta al pasado, pero como Cánovas tampoco quería romper los puentes con la revolución de 1868, la aplicación de las medidas represivas fue selectiva y, en general, suave. Además, se dictó una amplia amnistía y se mantuvo el contacto con los líderes progresistas y demócratas para conseguir que aceptaran la Monarquía y se sumaran al nuevo proyecto constitucional.

 

I.3. LA CONSTITUCIÓN DE 1876: EL MARCO LEGAL DE LA RESTAURACIÓN.

 

En mayo de 1875 con la Convocatoria de la Asamblea de Notables, Cánovas pretendía implicar en el proyecto constitucional a todos los partidos políticos. La maniobra de Cánovas era encargar la elaboración de las bases constitucionales a una Comisión de 39, que luego delegó en una subcomisión de 9 en la que estaban representadas paritariamente las tres tendencias: moderados, canovistas y constitucionales escindidos del partido sagastino. Con esa composición Cánovas logrará sacar adelante su Proyecto de Bases.

La convocatoria de las primeras elecciones que debería aprobar la nueva Constitución suscitó un debate en el Consejo de Ministros sobre la conveniencia o no de mantener el sufragio universal de acuerdo con la Ley Electoral de 1870, el debate concluyó en crisis ministerial y en la dimisión de Cánovas. Aprobada la fórmula electoral, Cánovas recuperó la jefatura del gobierno para afrontar personalmente la realización de elecciones. Para ello contaba con el que se consideraba un gran experto en fabricar elecciones, Francisco Romero Robledo.

Las nuevas elecciones garantizaban con las fórmulas habituales de intervenciones fraudulentas garantizaban el turnismo.

Las elecciones, con las fórmulas habituales de intervenciones fraudulentas, garantizaron una amplía mayoría para el nuevo partido opositor, e, incluso para algunas minorías distantes del sistema.

A) Características

La Constitución promulgada en junio de 1876 permanecerá en vigor hasta 1931. Cánovas, siguiendo el modelo inglés, pensaba que un solo partido no podía mantener la Restauración, sino que eran precisos dos partidos respetuosos de la Constitución para acoger la disparidad de criterios y poder turnarse en el gobierno. Serían unos grandes partidos; pero nada tendrían que ver con los partidos de masas, puesto que la Ley Electoral de 1878  restableció el sufragio censitario, que dejaba la participación ciudadana reducida a no más de un 5% de la población.

 

            B)  Principios fundamentales:

  • Soberanía compartida entre las Cortes y la Corona. Institución que estaba al margen de cualquier decisión política
  • Cortes bicamerales: Con un Congreso de Diputados elegido hasta 1890 por sufragio restringido, y desde esa fecha por sufragio universal masculino, y un Senado compuesto por tres categorías de miembros:
  • Senadores “por derecho propio”, entre los que se encontraban los Grandes de España y las altas jerarquías militares y eclesiásticas.
  • Senadores “vitalicios”, nombrados por el rey.
  • Senadores elegidos mediante sufragio restringido por los mayores contribuyentes.

Así pues, el Senado quedaba controlado por los grupos sociales y económicos minoritarios y más poderosos (alta nobleza, terratenientes, generales, alto clero, grandes burgueses...).

  • Afirmación de la Corona como eje del Estado y ampliación de las atribuciones del rey:
  • Potestad ejecutiva y designación de ministros.
  • Poder legislativo compartido con las cámaras y derecho de veto absoluto sobre los acuerdos de ley de las Cortes.
  • Capacidad para convocar, suspender o disolver las Cortes.
  • Mando directo supremo del Ejército.
  • Reconocimiento formal de los derechos y libertades individuales, aunque de hecho quedaron limitados o aplazados, produciéndose así un retroceso con respecto a la situación legal definida en las Constituciones de 1837 o 1869.
  • Vuelta al sufragio restringido, hasta que en 1890, siendo primer ministro Sagasta, el sufragio universal masculino quedó restablecido ya definitivamente.
  • Recorte de la libertad religiosa y reconocimiento de la religión católica como la religión oficial del Estado.

          C) Valoración:

       La Constitución de 1876, por su larga vigencia, ocupa un lugar destacado en la Hª del Constitucionalismo español.

           La mayoría de los estudiosos la han valorado como una mezcla dosificada de las constituciones de 1845(moderada)  de 1869 (liberal-radical). Concretamente la Constitución canovista asumirá casi íntegramente los derechos y libertades proclamadas en 1869. Sin embargo, en lo esencial, la Constitución de 1876 recogía la base doctrinaria moderada de la de 1845. Los dos puntos más novedosos de la Constitución de 1876, los que mejor expresan el pacto conciliador, son la regulación de la tolerancia de cultos y la composición del Senado (en parte electivo, en parte vitalicio por derecho propio, y en parte por nombramiento real), no son tampoco originales.

En suma, todos los estudios sobre la Constitución de 1876 insisten en su fundamental continuismo con la tradición constitucional española que arranca de Cádiz.

 

I.4- LA REGENCIA DE MARÍA CRISTINA (1885-1902).

 

I.4.1- EL PACTO DE EL PARDO.

 

En noviembre de 1885 murió Alfonso XII. Quedó como regente su esposa, María Cristina El que fuera una extranjera sin experiencia política sembraba serias dudas sobre su actitud y, además estaba la incertidumbre sobre un posible heredero (meses después nacería el futuro Alfonso XIII). Esa situación llevó a los dos líderes, Cánovas y Sagasta, a establecer un acuerdo: se comprometieron a apoyar, la regencia, a facilitar el relevo en el gobierno cuando éste perdiera prestigio y apoyos en la opinión pública, y a no echar abajo la legislación que cada uno de ellos aprobara en el ejercicio del poder. Este acuerdo, que ha pasado a la historia como el Pacto del Pardo, fue decisivo para garantizar la estabilidad del régimen. Además, María Cristina de Habsburgo demostró una gran prudencia política, al respetar escrupulosamente las decisiones de los gobiernos en los 10 años en que desempeñó la regencia. Sin embargo, el Pacto del Pardo contribuyó a agudizar la corrupción política y a falsear la voluntad popular, cada vez más ajena al régimen parlamentario.

 

I.4.2- EL FUNCIONAMIENTO DEL SISTEMA: EL CACIQUISMO

 

Durante la Regencia Mª Cristina, Cánovas y Sagasta decidieron seguir con el “turnismo”, pero para este turno organizado de partidos sería ahora establecido mediante la convocatoria de unas elecciones a Cortes, en las que debía salir una mayoría del partido liberal o conservador, según conviniera a la voluntad canovista. Para llegar a esto, fue necesario implantar la inmoralidad política del caciquismo.

  • ¿Qué es el caciquismo?

El cacique era una persona considerada por su riqueza o influencia en los medios rurales, que recibía la consigna del Ministerio de la Gobernación acerca del candidato que debía salir elegido en su circunscripción electoral. Entonces, el cacique ponía en marcha todos los recursos que iban desde la compra de votos a la falsificación de actas electorales para que triunfara éste candidato.

Las elecciones eran así una farsa, pues aunque cumpliesen todas las legalidades formales, estaban amañadas de antemano por los “Sumos Caciques” que poco a poco van arruinando la moral pública del país”, haciendo necesario el regeneracionismo.

El funcionamiento del proceso electoral caciquil era relativamente sencillo. Cuando se consideraba preciso cambiar el color político del gobierno, liberales y conservadores pactaban el cómo y el cuándo. El Rey aceptaba la dimisión de unos y encargaba gobierno a los otros. Una vez operado el cambio de gabinete en altura, restaba legitimar la operación en las urnas.                                Muchos podían ser los candidatos que aspiraban a la plaza, pero sólo uno sería el “candidato oficial”: el determinado por los “Sumos Caciques” (el “encasillado).

b) Consecuencias:

Con la manipulación de las elecciones se conseguía un turno pacífico entre los dos partidos hegemónicos a favor de la legitimidad y estabilidad del régimen. El   precio era el caciquismo, una práctica que generaba diferencias entre “la España Real” y “la España Oficial”. Las provincias y los municipios no recibían  bienes de Madrid  a no ser mediante el cacique: votos a cambio de favores.

c) En qué desembocó el caciquismo:

El asesinato de Cánovas (1897) y el hundimiento de la flota en aguas caribeñas marcaron un punto de inflexión en el régimen monárquico parlamentario.

En el período de la Regencia, España parecía haberse quedado sin pulso y en medio del traumatismo nacional, toda una generación de escritores y pensadores se dedicó a reflexionar sobre España: generación de 1898.

 

I.4.3- OLIGARQUÍA Y CACIQUISMO EN ANDALUCÍA.

 

El caciquismo tuvo una especial implantación en Andalucía debido a las acusadas diferencias económicas que existían en la región, lo que hacia la presión del poderoso sobre el débil aún más asfixiante. Los caciques dominaban la voluntad de los campesinos (en su mayoría analfabeta, y por tanto más vulnerables a la manipulación y el engaño) a cambio del trabajo que estos necesitaban para sobrevivir. Cuando la reacción de los campesinos andaluces se tornaba violenta, caciques, gobernadores y la Guardia Civil reconducían la situación. Todo este sistema de oligarquía y caciquismo, sobre todo en el mundo rural, iba provocando en esta región un fuerte rechazo a la Restauración Borbónica y favorecía la difusión de la ideología anarquista entre los campesinos.

La oligarquía estaba formada por dirigentes políticos de ambos partidos estrechamente relacionados con los terratenientes y la burguesía adinerada. A su servicio el cacique.

La economía andaluza del último tercio del siglo XIX padecía una situación de crisis extrema. En el sector agrario seguía predominando una burguesía terrateniente decidida a no invertir en maquinaria e innovaciones, lo cual repercutía en un bajo rendimiento de los cultivos y en negarles un salario digno a los campesinos. Sin embargo los capitales acumulados no se reinvertían en el campo, se  destinaban a inversiones financieras y compras suntuarias. En el año 1878 la filoxera acabó con las vides, hundiendo la exportación de vinos de Málaga y Jerez, importante fuente de riqueza para esta burguesía terrateniente. Sin embargo Almería puso en marcha medidas para contrarrestar con injertos la enfermedad del viñedo.

Los cereales y el olivar permanecieron estancados haciéndose nuevas experiencias con remolacha azucarera, algodón y tabaco, que arraigó fundamentalmente en la Vega de Granada.

El sector minero experimentó un gran auge: plomo en Jaén y Almería, cobre en Huelva, hierro en Almería, carbón en Córdoba. Sin embargo no se desarrolló una industria siderúrgica andaluza acorde con esas materias primas.

El sector textil tampoco pudo competir con el empuje de Cataluña. En cuanto al comercio quedó reducido básicamente a la exportación de aceites, vinos y pasas. Todo ello limitado por la mala articulación del trazado ferroviario. Por último en el sector financiero cabe destacar la absorción de la banca andaluza por parte del Banco de España, que continuó drenando capitales a otras regiones del país.

Esta situación muestra una imagen de Andalucía dependiente de una oligarquía terrateniente o burguesa que evitará su despegue económico hasta bien entrado el siglo XX.

En definitiva esta situación demuestra el desfase existente entre la España oficial, la de la legalidad constitucional y la España real. El fenómeno era más propio de una sociedad mayoritariamente rural, subdesarrollada y analfabeta, en la que se daba una fuerte dicotomía entre el campo y la ciudad.

Por eso hay quienes han visto el caciquismo, pese a su corrupción, no como un sistema impuesto por la Restauración, sino como la única práctica natural capaz de articular políticamente el Estado decimonónico, al conseguir el enlace de las oligarquías nacionales – los políticos de Madrid – con los caciques comárcales y locales.

 

 3.- EL TURNISMO

 

      1-Gobierno Liberal (1886-1890?

Los inicios de la Regencia coinciden con la puesta en marcha del  segundo Gobierno liberal (1885-1890) conocido como el del  <<Parlamento Largo>>.

Sagasta formó de nuevo gobierno en noviembre de 1885, y su partido obtuvo una holgada mayoría en las elecciones, gracias una vez más a la manipulación electoral. Ahora tiene la oportunidad de aplicar el programa liberal pendiente, con un Gabinete en el que figuran las primeras filas del liberalismo: Gamazo, Moret, Alonso Martínez y el general Jovellar.

Las principales leyes aprobadas en este período son: la libertad de imprenta (ley de julio de 1883), siempre con el límite del no cuestionamiento de la Monarquía, pero que, unida a la libertad de cátedra, permitió un importante florecimiento intelectual en los años siguientes. La libertad de asociación fue restablecida mediante la ley de junio de 1887, que fue decisiva para permitir el desarrollo y expansión del movimiento obrero. También se aprobó en 1889 el Código Civil, y sobre todo restableció el sufragio universal por la ley electoral de 1890, tras fuertes discusiones en las Cortes y con la oposición de Cánovas. El derecho al voto se ampliaba a todos los varones mayores de 25 años.

A pesar de todo, no se debe exagerar la importancia de la apertura del régimen,  la conquista más importante, el sufragio universal (1890), que hubiera debido significar el acceso a la vida política del conjunto del país, quedaba totalmente desvirtuada por la manipulación electoral.

El 5 de julio de 1890, Sagasta es destituido por la Regente, en medio de acusaciones de corrupción en el Gobierno y en el Ayuntamiento de Madrid.

 

2.-Gobierno Conservador (1890-1892)

Las primeras elecciones por sufragio universal, en 1890, dieron la victoria al gobierno recién formado por Cánovas, sin que variara lo mas mínimo el fraude. Tan solo en algunas ciudades como Madrid se produce una victoria de la oposición republicana en las elecciones municipales.

Durante esta corta etapa se adoptaron  medidas económicas encaminadas a modificar el sistema monetario y, sobre todo, la adopción de una política proteccionista a través de la ley del arancel de 1891, que responde a un nuevo marco internacional más proteccionista y, sobre todo, a las demandas de los productores de trigo y de la burguesía industrial vasca y catalana.

En el seno del Gobierno aparecen pronto divergencias entre Romero Robledo, llegado al poder por su habilidad electoral y partidaria  de una política dura en Cuba, y Francisco Silvela, de talante regeneracionista. El enfrentamiento entre ambos políticos conservadores propició nuevamente la llegada de Sagasta a la presidencia del Gobierno, que supone la reactivación del mecanismo del turno pacífico.

 

3.-El Gobierno Liberal (1892-1895).

El partido de Sagasta se aproxima a la política proteccionista conservadora, con la subida de las tarifas aduaneras; pero lo más destacado del mandato liberal fue el proyecto de reforma para la administración y gobierno de Cuba, propuesta del Ministro de Ultramar, Antonio Maura, que fracasó y le llevó a dimitir (1894). La crisis se agudiza por el asalto de la redacción de algunos diarios madrileños, por grupos de militares ante lo que consideran artículos injuriosos contra el ejército, y por la presión que ejerce Martínez Campos para que los periodistas sean juzgados por el fuero militar.

Además, en ese momento se estaba gestando ya la insurrección cubana, que estalló en febrero de 1895. En marzo ante la gravedad de la situación, Cánovas fue llamado a formar gobierno. Toda la trayectoria de este gobierno conservador estuvo marcada por la guerra de Cuba y los afanes independentistas de Filipinas, apoyados ambos por los intereses de EE.UU.

 

II- EL REPUBLICANISMO Y EL MOVIMIENTO OBRERO.

 

II.1- EL REPUBLICANISMO.

Promulgada la Constitución de 1876, el gobierno de Cánovas estableció la distinción entre los partidos políticos que estaban dentro o fuera del sistema, en función de la aceptación o no de la monarquía restaurada y su dinastía. Esto condujo a dejar fuera del juego político a carlistas y republicanos.

Ideológicamente el republicanismo se caracterizaba por un reformismo político-social que propugnaba la secularización, la ampliación de las bases sociales del régimen, las reformas sociales y la instrucción pública. Tenía sus bases sociales en las capas medias urbanas, aunque su crecimiento estuvo condicionado por sus grandes divisiones internas.

El rasgo más característico del republicanismo es su división interna en multitud de tendencias irreconciliables. Sólo les unía el tener una misma opinión sobre la forma del régimen, su heterodoxia religiosa y su semejante extracción social (intelectuales procedentes de las clases medias).

Los republicanos estuvieron fuera de la legalidad hasta 1881, año en que Sagasta los legaliza  Y restaura la libertad de prensa, lo que permitió que volvieran a salir a la calle sus periódicos.

Podemos destacar tres grupos republicanos:

  • Posibilistas o Republicanos históricos: Seguían a Castelar, se mostraban a favor de una democracia conservadora que no comprometiera la unidad nacional ni el orden social.
  • Los Federales: Eran los mejor organizados y cercanos a las asociaciones obreras, buscaban un reformismo social que armonizara los intereses del capital y del trabajo.
  • Los Republicanos Progresistas Demócratas: Dirigidos por Ruiz Zorrilla, quienes desde el principio optaron por provocar, por medio de acciones subversivas el cambio de régimen establecido. Fueron estas acciones las que movieron a Cánovas a revocar en 1884 las propuestas liberalizadoras de Sagasta.

En 1881 la Unión Republicana aparecía hecha jirones. También abandonó el republicanismo el grupo seguidor de Moret, que constituyó el Partido Monárquico Democrático.  Además en este año se producen debates internos en el seno del partido zorrillista entre los partidarios de pronunciamientos. Fracasa la tentativa militarista, algunos republicanos como Salmerón, Muro y Azcárate forman un grupo parlamentario republicano, distinto del zorrillista y contrarios al golpismo.

          Con los antiguos republicanos y sus seguidores se formó en 1882 un nuevo partido, la Izquierda Dinástica, que aspiraba a desplazar a Sagasta y a formar el auténtico partido liberal.

          La Unión Republicana quedó casi muerta después de los éxitos electorales de 1903, liderados por Salmerón que se alía con Solidaridad Catalana, provocando nuevas divisiones en el republicanismo.

               Así el futuro del republicanismo estaba en dos direcciones divergentes entre sí:

  • Un extremismo revolucionario
  • Un partido evolucionista con un programa moderno de reforma social y política.

 

II.2- EL MOVIMIENTO OBRERO: SOCIALISMO, ANARQUISMO Y SINDICALISMO CATÓLICO A FINALES DE SIGLO.

 

  • (Mirar y unificar con el apartado de movimientos sociales del Bloque II)

 

                     El movimiento obrero comenzó en el reinado de Isabel II, pero hasta el Sexenio revolucionario no tuvo cierta entidad. Tras la Iª República gran parte del movimiento obrero abandonó el partido progresista y republicano y se dirigió a las dos ideologías que iban a tener mayor importancia: la socialista y la anarquista.           

                     Con la llegada de la Restauración las organizaciones obreras sufrieron una gran represión y tuvieron que refugiarse en la clandestinidad, hasta 1887 en que se promulgó la Ley de Asociaciones que las devolvió a la legalidad.

 

  • El  Partido Socialista Obrero Español:

 

           El Partido Socialista Obrero Español fue fundado el 2 de mayo de 1879 en la clandestinidad por un reducido número de personas (16 tipógrafos, 4 médicos, 2 plateros, 1 marmolista, 1 zapatero y un doctor en Ciencias) en una fonda madrileña de la calle de Tetuán. Desde un principio quedó patente su carácter internacionalista, su propósito de democracia interna y su filiación marxista. Este partido nacía como consecuencia de una recomendación de la ya extinta Primera Internacional de Trabajadores: la necesidad de la participación de los trabajadores en la vida política como instrumento para alcanzar el poder y hacer posible la emancipación de la clase obrera.

          En julio de 1879 se constituyó una comisión para elaborar un principio de programa..

             La Comisión presidida por Pablo Iglesias, a cuyo lado trabajaron Francisco Mora, que representaba a los escasos socialistas de Barcelona, y Victoriano Calderón, compañero de Iglesias en la Asociación del Arte de Imprimir.

         En el primer programa del PSOE se observa una clara influencia marxista  en tres ideas básicas:

  • El carácter injusto de la sociedad.
  • El propósito de transformar profundamente este modelo de sociedad.
  • La utilización de la acción política para lograr esa transformación de la sociedad.

             La primera idea del programa socialista sintoniza con la lucha de clases, así se empieza hablando de una sociedad injusta donde hay dos grupos desiguales y enfrentados: la burguesía y el proletariado.

             También está teñida de marxismo la intervención política del proletariado, un poder político cuya posesión ha de ser la primera aspiración del Partido Socialista Obrero Español. En la ortodoxia marxista esa toma del poder por el proletariado tendría que conducir obligatoriamente a implantar la dictadura del proletariado, para acabar con el estado burgués capitalista.

             El ideario socialista de 1880 fue ratificado en el primer Congreso del partido celebrado en Barcelona entre el 23 y el 25 de agosto. Después de que se fundara en la misma ciudad  la Unión General de Trabajadores, central sindical socialista y fraternalmente ligada al PSOE.

            En los años siguientes siguió aferrado a sus principios ideológicos, cuyas líneas esenciales fueron discutidas, excepto las relaciones con republicanos y anarquistas. La postura oficial fue la no-colaboración, lo que supuso enfrentarse abiertamente con anarquistas y rechazar toda colaboración con republicanos. Esto supuso un aislamiento dentro del partido. En los primeros años del S. XX este aislamiento fue perdiendo terreno. Al crearse Solidaridad Obrera en Cataluña, que hizo posible la unión entre socialistas, republicanos y anarquistas para contrarrestar los abusos de la patronal catalana que se hicieron patentes en la Semana Trágica de Barcelona.  

            Además de este socialismo de corte marxista se puede habla de un socialismo de la Iglesia.

 

  • El Socialismo cristiano.

 

 Tras la publicación de la Encíclica Rerum Novarum,  del Papa León XIII, surge un interés por los problemas obreros, que cuaja en la creación de las Cajas Rurales en 1892, y en la obra del P. Vicent en el País Valenciano, aunque el sindicalismo cristiano propiamente dicho no surgirá hasta principios del siglo. XX.

             En el catolicismo también hubo un factor regeneracionista, que interesa comentar por el papel de primera importancia que tuvo en la España de la época la cuestión clerical.

             La década final del siglo XIX presenció un esfuerzo para hacer presente el catolicismo en la vida pública española y movilizarlo a través de asociaciones dedicadas específicamente a ello: de ahí la celebración de Congresos católicos.

            En 1908 se fundó la Asociación Católica Nacional de Propagandistas, cuya figura más destacada fue Angel Herrera, con la pretensión de dotar a la Iglesia española, de un sector de jóvenes capaces de actuar en la sociedad y en la política mediante procedimientos nuevos. Fundador de la Editorial Católica que publicó El Debate, el principal diario católico español (1911).

           Un aspecto importante de la acción pública de los católicos se desarrolló en el terreno sindical. A fines del siglo XIX aparecieron los “Círculos Católicos”, ya en el siglo XX sindicatos agrarios en los que militaron los pequeños campesinos, que se beneficiaron de posibilidades de cooperación técnica, crediticia y social más que reivindicativa. En la mitad norte de la península esos sindicatos permitirían luego una sólida presencia social del catolicismo que duró mucho tiempo.

          

 Con respecto al regeneracionismo católico continuó apoyándose en el partido conservador.

 

  • El Anarquismo

 

             Aunque tardó en cristalizar, fue precisamente España, donde la población rural era mayoritaria, el país europeo donde más iba a arraigar el anarquismo.

              La llegada de las ideas anarquistas dotó a los campesinos andaluces de un programa claro y sencillo, comprensible, para una población analfabeta, recelosa y malnutrida. Frente a la participación en política, acorde a las ideas socialistas, los anarquistas incidían en la necesidad de una acción sindical directa a través de la huelga. Como resultado, en los años setenta se produjeron huelgas en el campo y en las ciudades. En 1883 la policía anunció el descubrimiento de una sociedad secreta, la mano negra, que supuestamente había tramado un plan para exterminar a los terratenientes.

             El anarquismo rural fue desarticulado y pasó a funcionar en la clandestinidad. En las dos décadas finales del siglo, el anarquismo internacional, desorientado, dio paso a la denominada propaganda por el hecho (atentados y actos de sabotaje).

 

  • El sindicalismo.

 

            Las primeras asociaciones con carácter sindical nacieron en Cataluña. La decisión de los fabricantes textiles de alargar el tamaño de las piezas sin modificar su remuneración comportó el inicio de protestas obreras, ya que la medida suponía de hecho, la reducción de los salarios. Para coordinar las acciones, se convocaron reuniones y se eligieron comisiones de representantes con el objetivo de negociar con los patronos. De este movimiento nació el primer sindicato de España la Asociación de Tejedores (Barcelona, 1840), al amparo de la ley.

 Estos primeros sindicatos eran federaciones que agrupaban a los trabajadores por oficios y

además de su función reivindicativa para conseguir mejores condiciones laborales y salariales, funcionaba como Sociedades de Socorros Mutuos

            El sindicalismo conoció un cierto desarrollo a lo largo de los años cuarenta, pero será durante el Bienio Progresista cuando las agitaciones sociales y el obrerismo inicien su expansión hacia otras zonas de España. Fue también durante el Bienio Progresista, (como dijimos en el Bloque II)  cuando tuvo lugar en Barcelona la primera huelga general (1855). La introducción de unas nuevas máquinas hiladoras, las selfactinas, desató una huelga obrera con manifestaciones y enfrentamientos con las fuerzas del orden. La represión de la huelga generó un movimiento de solidaridad en todas las empresas, mientras algunos individuos asaltaron fabricas y destruyeron la maquinaria. Se reivindicaba la libertad de asociación, un horario fijo y la formación de una comisión mixta de obreros y patronos para resolver los conflictos sociales. La protesta fue de tal magnitud que el Capitán General de Cataluña llegó a prohibir el uso de aquellas máquinas.

 

III -  REGIONALISMO Y NACIONALISMO.

 

1º- El nacionalismo catalán.

2º-. El nacionalismo vasco.

3º- El regionalismo gallego

4º- El regionalismo andaluz.

 

          El Proyecto de Reforma de la Administración local de Moret  (1884) aludía a los conceptos de región y Regionalismo como cauces de un saludable proceso descentralizador. En 1885 Romero Robledo aunque en un sentido distinto, insistía en el mismo tema.

            Pero será el desastre del 98 el que convirtió el regionalismo en un movimiento y sentimiento popular y difícil de encauzar por los gobernantes.

Los rasgos más comunes del regionalismo son

  • Recuperación lingüística e histórica de sus respectivos pasados iniciada aproximadamente en 1850.
  • La conciencia regionalista se afianza y avanza en las celebraciones de los Juegos Florales.
  • Vinculación urbana e intelectual con el mundo rural, donde se conserva mejor el espíritu del pueblo y la tradición.
  • Los componentes ideológicos son bastante heterogéneos. En todos ellos aparecen mezclados componentes del liberalismo y del tradicionalismo, sin olvidar el poso federal del Sexenio.

     

 

  Los que mayor grado de maduración alcanzó fueron: el nacionalismo catalán, nacioanalismo, regionalismo gallego y el regionalismo andaluz.

 

                     1º- El Nacionalismo Catalán.

 

         Parte del movimiento intelectual-cultural Renaixenca, cuyo apoyo era la lengua, las tradiciones y las instituciones y leyes históricas canalizó y expresó el primer sentimiento y conciencia – regionalista.

          Sus antecedentes los tenemos en Valentín Almirall, que en 1882 fundó el Centre Catalá; y que evolucionó desde el republicanismo federal hacia posiciones nacionalistas. Y que pronto se quedó solo, sin el apoyo de la burguesía.

            En 1887 el grupo de la Revista Renaixença  y algunos intelectuales se salieron del Centre Catalá de Almirall y crearon la Lliga de Catalunya con la Renaixença como órganos de expresión.

            Simultáneamente otro grupo de jóvenes, también separados del Centre Catalá fundaron el Centre Escolar Catalanista.

            La Liga de Catalunya (que no hay que confundir con el partido fundado después por Prat de la Riba) y el Centre Escolar Catalanista, ambas minoritarias liderarán en la última década del S.XIX una serie de iniciativas y de campañas pasando de una conciencia regionalista a una conciencia nacionalista.

           En 1888 la celebración de la Exposición Internacional fue aprovechada en el marco tradicional de los Juegos Florales para expresar públicamente su sentimiento regionalista.

           En 1891 se fundó la Unió Catalanista, como confederación de grupos, periodistas y personalidades, aprobándose  esta entidad en las Bases de Manresa (1892).

           El principal problema de la Unió Catalanista era su carácter minoritario y su escaso arraigo social. Sus planteamientos eran abstractos e idealistas y apenas inciden en la realidad económica y social catalana. En su base predominan elementos agrarios y de la intelectualidad barcelonesa pero no de la burguesía catalana.

           Los sectores jóvenes e inquietos del Centre Escolar Catalán impulsarán, desde el Ateneo de Barcelona, la utilización de la lengua catalana en discursos y conferencias.

           A todo esto hay que añadir la irrupción del Modernismo como nuevo movimiento literario y artístico, que va a sustituir a la Renaixença  como vehículo de expresión nacionalista. No debemos de olvidar que estamos en la fase prepolítica.  El catalanismo como opción política, con capacidad de alterar el turno de los partidos dinásticos es un fenómeno posterior a 1898.

           La progresiva aceptación del término “nacional”, referido a lo catalán, marca la sustitución de la conciencia regionalista por otra nacionalista.

         El rechazo suscitado en Cataluña por la Ley de Jurisdicciones (1906) posibilitó  la formación de un amplio movimiento Solidaridad Catalana, que reunió a carlistas, regionalistas y republicanos. La coalición presentaba un programa común basado en la derogación de la ley y la consecución de la autonomía. En las elecciones de 1907 consiguió 41 de los 44 escaños que Cataluña tenía en el Congreso de los Diputados. Esta victoria comportó el fin del turnismo en Cataluña y la consolidación del catalanismo y el republicanismo como fuerzas políticas hegemónicas.

            En 1914 y acogiéndose a la Ley de Mancomunidades,  las Diputaciones catalanas bajo el control de la Liga Regionalista, impulsaron la creación de la Mancomunidad de Cataluña. Este organismo consistía en una federación de las 4 provincias catalanas que contaba con una Asamblea General, un Consejo Permanente y un Presidente, cargo para el que fue elegido Prat de la Riba.

 

                     2º- El Nacionalismo Vasco.

 

            Durante la Regencia se configuró el pensamiento nacionalista de Sabino Arana y se dan los primeros pasos del nacionalismo vasco.

            Su nacionalismo se caracteriza por su radical exclusivismo racista, antiliberal y antiespañolista. El independentismo es el objetivo natural de esos planteamientos nacionalistas.

            Los planteamientos de Arana hay que situarlos en su contexto histórico: la polémica sobre la abolición de los fueros y las transformaciones provocadas en Vizcaya por el proceso de industrialización. El purismo racista del pensamiento de Arana reacciona contra la fuerte inmigración obrera. De aquí derivará el radical enfrentamiento del nacionalismo vasco con el

 

socialismo y sus dificultades iniciales para presentarse como una alternativa integradora e interclasista.

            Los efectos económicos de la industrialización dividen a la burguesía vasca. Los más beneficiados, los siderúrgicos, se oponen al nacionalismo vasco.   

            La abolición de los fueros es el punto de partida de los planteamientos nacionalistas iniciales: para el carlismo y el integrismo católico, foralismo y regionalismo son perfectamente compatibles con sus respectivos idearios españolista y católico.

          La referencia de Arana a la Ley Vieja como signo de identidad nacional va más allá de la reivindicación foral.

          En el primer nacionalismo vasco, como en el catalanismo y el galleguismo hay una mezcla de componentes ideológicos y políticos:

  • La componente nacionalista de Arana con el fondo carlista y foralista, pero sus planteamientos se enfrentan radicalmente con esos orígenes.
  • Componente liberal-moderada: antiguos miembros de la sociedad Euskalerria, miembros de la burguesía comercial y de la construcción naval, que partiendo de la reivindicación foral, abogan por planteamientos nacionalistas.

          La  situación politica de fin de siglo, obliga a la marginación y la clandestinidad al radicalismo de Arana. Y favorece la progresiva evolución del partido y del propio Arana hacia posiciones más moderadas, para impulsar la transformación del PNV en un partido nacionalista, pero con objetivos autonomistas. En 1913 el PNV pasó a denominarse Comunidad Nacionalista Vasca con el fin de atraer a la burguesía el nuevo partido mostró una postura de moderación, presentándose como partido de orden y defensor de la riqueza nacional. La comunión nacionalista vasca obtuvo sus primeros grandes éxitos electorales en 1917 y 1918. Logrando en las elecciones generales 6 de los 7 escaños de Vizcaya.

           Sin embargo, la crisis económica posterior a la Iª Guerra Mundial fomentó la recuperación del discurso independentista y provocó la ruptura dentro de la comunión nacionalista, donde convivían dos tendencias: los partidarios de mantener el pensamiento independentista y los más moderados y autonomistas. En 1921, el sector radical o aberriano (por Aberri, órgano de las juventudes nacionalistas) refundó el nuevo PNV con la voluntad de volver a la doctrina de Arana. Ambos sectores se mantuvieron separados hasta su reunificación en 1930.

                     3º- El Regionalismo Gallego.

 

         Entre 1886-1889 aparecen en Galicia expresiones muy características de las tres corrientes que configuran el regionalismo gallego: el liberal de Murguía,  el federal de Pereira  y el católico de Brañas. En este período se celebran en Pontevedra certámenes literarios y en toda Galicia se publican revistas de carácter regionalista.

           En este regionalismo confluyen ideologías liberales, federales y católicas. Una de las debilidades del regionalismo gallego es la ausencia de una base social. La burguesía gallega se encuentra perfectamente integrada en el sistema político de la Restauración

           Las Ligas Regionalistas empiezan a actuar en 1894 en La Coruña y Santiago.

            La convocatoria regionalista llega a un reducido grupo de intelectuales y pequeña burguesía que se encuentra dividida ideológicamente entre liberales y católicos, y sin líder con capacidad de unirles.

         Esto explica que a principios de siglo el regionalismo gallego no esté en condiciones de presentarse como  opción política.

           El primer paso hacia el ámbito político tuvo lugar con la creación de la Irmandade dos Amigos da Fala Galega y de A nosa Terra (1916), que se convirtió en el portavoz del nacionalismo como fuerza política.

           ¨El regionalismo andaluz:

Por lo que respecta a Andalucía, en ésta empezó a forjarse un regionalismo andaluz en torno al Ateneo de Sevilla, al que Blas Infante dio un gran impulso a partir de 1910, pero no consiguió tener influencia política importante antes de la Guerra Civil

 

  • LA CAÍDA DEL IMPERIO COLONIAL Y LA CRISIS DEL 98.

 

IV.1- EL DESASTRE COLONIAL Y LA CRISIS DEL 98.

  • IV.1.1- La guerra e Independencia de Cuba y Filipinas.

 

IV.2- LAS CONSECUENCIAS DEL DESASTRE. EL REGENERACIONISMO

 

V- LA GUERRA DE MARRUECOS: DESARROLLO Y CONSECUENCIAS.

 

IV.1- EL DESASTRE COLONIAL Y LA CRISIS DEL 98.

 

En 1898 España y Estados Unidos entablaron una guerra por el control de Cuba. Fue una guerra breve (abril-agosto de 1898), debido a la superioridad militar norteamericana. Pero de graves repercusiones para España que, además de perder su “Perla de las Antillas”, vio liquidar los vestigios de su antaño imperio colonial y – en  expresión de Silvela, estadista de la época – se quedó “sin pulso”.

La crisis colonial favoreció la aparición de movimientos que, desde una óptica cultural o política, criticaron el sistema de la Restauración y propugnaron la necesidad de una regeneración y modernización de la política española, destacando en este ámbito el pensamiento de Joaquín Costa que hablaba de la necesidad de dejar atrás los mitos de un pasado glorioso, modernizar la economía y la sociedad y alfabetizar a la población (“escuela y despensa y siete llaves al sepulcro del Cid”).

 

          IV.1.1-  LA GUERRA E INDEPENDENCIA DE CUBA Y FILIPINAS

 

El comienzo de la insurrección cubana y el éxito experimentado por la misma a lo largo de 1895, tuvo como consecuencia inmediata el relevo de Sagasta por Cánovas del Castillo La tarea gubernamental quedó concentrada de forma automática en la guerra de Cuba.

 

1º) - La estrategia contra la guerrilla.

 

Cánovas envió a la isla al general Martínez Campos, esperando que pudiera repetir la pacificación de los años setenta ( Paz de Zanjón 1878), pero éste se dio cuenta de que la situación era diferente. Martínez Campos llegó a recomendar una política de mayor dureza que él no se sentía capaz de llevar a cabo. Así en 1896 fue sustituido por Weyler quién llegó con un mayor contingente de tropas españolas (superaba los 2000 soldados). Su llegada supuso la transición de un género de guerra convencional a la dureza de la lucha antiguerrillera.

 

2º)  - Los intentos de reforma política.

La idea de Cánovas era, una vez conseguidos los primeros éxitos militares, tratar de introducir reformas autonómicas que permitieran estabilizar la situación política. Sin embargo, éstas no serán bien vistas en el seno del propio partido conservador por Romero Robledo, ni tampoco por los Estados Unidos. Por ello EE.UU. reconoció la beligerancia cubana en mayo de 1897, de tal modo que, a partir de entonces ayudaría a los insurgentes. 

El asesinato de Cánovas,  en agosto de 1897, supuso un cambio muy importante en la política referente a Cuba. Los liberales en un Consejo de Ministros decidieron que la pacificación había de venir ahora por la acción política y combatiendo sólo a las partidas guerrilleras que se destacaran en las zonas controladas por el ejército español, ahora mandado por el general Blanco, que había sustituido a Weyler.

En el mes de noviembre Segismundo Moret  concedió una amplia amnistía y un régimen de autonomía política a Cuba. Su contenido consistió no solo en establecer una absoluta igualdad entre los habitantes de la Península y los antillanos, incluyendo el reconocimiento del sufragio universal, sino en redactar una especie de Constitución paralela para la isla en la que el gobernador general desempeñaría un papel semejante al del rey. Pero las reformas llegaban demasiado tarde y no hicieron otra cosa que incrementar la fuerza de los independentistas y las exigencias de los estadounidenses.

A la vez en Filipinas se suscribió a fines de año el Pacto de Bicnabató, que podía concluir con la insurrección.

 

3º) - La guerra hispano-cubana.

 

Los Estados Unidos eran toda una potencia mundial. Mientras que España mantenía a duras penas sus últimas posesiones coloniales (en el norte de Africa, el sur del Pacífico y el Caribe americano), Estados Unidos estaba construyendo su imperio.

Cuba era posesión española desde que en 1492 Cristóbal Colón la descubriese durante su primer viaje al Nuevo Mundo, y en 1511 Diego Velázquez la conquistase. Por su privilegiada por la naturaleza (tierras fértiles, abundancia de agua y bosques), y situación estratégica (base de defensa de las Indias Occidentales y escala de los convoyes comerciales) fue para España “la perla de las Antillas”. A partir del siglo XIX con el declive de Haití, se convirtió en la primera productora mundial de azúcar de caña (producto originario del Pacífico Sur, introducido por Colón). Esta industria azucarera estaba en manos de ricos hacendados cubanos, que temiendo lo de Haití, empujaron a la isla a permanecer fiel a España, cuando la América Hispana continental se emancipaba de ella (1810-1825).

A mediados del XIX hubo un cambio de actitud por la aristocracia sacarosa (criolla) debido a la abolición de la esclavitud y a que el monopolio del azúcar se iba acabando. Aprovechando la caída en 1868 de Isabel II un rico hacendado cubano, Manuel de Céspedes, inicia la guerra contra España por la independencia de Cuba, en su hacienda de La Demajagua, cerca de Yara, el 10 de octubre de 1868 (Grito de Yara).Comenzaba así una guerra larga y cruenta (Guerra de los Diez Años, 1868-1878). Una guerra de desgaste en la que los rebeldes practicaron la táctica de la guerrilla, y tuvieron a su favor el apoyo de los campesinos y la imposibilidad de España de dedicar de lleno sus energías al problema cubano, inmersa en la segunda guerra carlista (1872-76). Concluida ésta, el gobierno español pudo entonces concentrar sus esfuerzos en Cuba, enviando con más de 100.000 soldados al general Martínez Campos, y bajo la promesa de amnistía, reformas y autonomía, la guerra concluyó con la Paz de Zanjón(1878). Pero España no cumplió sus promesas. Y tras un nuevo intento frustrado, (Guerra Chiquita, 1879-80), los cubanos se convencieron, de que la única solución a sus problemas era la absoluta independencia de la Corona española. El líder de esta idea sería José Martí (1853-1895), poeta, abogado y periodista cubano, exiliado a Estados Unidos y fundador en 1892 del Partido Revolucionario Cubano, cuya tesis era la guerra con España como “justa y necesaria”.

Martí, el dominicano Gómez, el cubano Antonio Maceo y Calixto García protagonizarían la segunda guerra de independencia. Comenzó con el Grito de Baireel 24 de febrero de 1895. Los rebeldes proclamaron la República de Cuba. España no la quiso reconocer, pero sí les concedió la autonomía que entró en vigor el 1 de enero de 1898. Pero ya era demasiado tarde: los cubanos sólo se conformaban con la emancipación definitiva. La intervención de EE.UU. en 1898 por intereses económicos la permitiría, aunque limitadamente.

Los motivos que explican este proyecto expansionista estadounidense son:

  • El interés económico en las minas y en las plantaciones de azúcar cubanas.
  • El interés geo-estratégico en afianzar el control militar sobre el mar Caribe.

Pero de cara a la opinión internacional, Estados Unidos ocultó su imperialismo bajo razones humanitarias que encubría este afán que culminó con la construcción del Canal de Panamá.

El gobierno del presidente McKinley incluso trató de comprar la isla a España, operación rechazada por el gobierno de nuestro país. Al fracasar este intento de compraventa, EE.UU. pasó a aplicar directamente la ley del más fuerte en política internacional.

El incidente invocado como excusa para declarar la guerra a España fue la explosión del “Maine” en la bahía de La Habana en 1898. Las causas de la explosión se desconocían, pero EE.UU. culpó sin pruebas al gobierno español presidido por Sagasta. Todos estos sucesos fueron aprovechados, además, por los grandes periódicos norteamericanos de Pulitzer y Hearst para desatar una agresiva campaña de prensa antiespañola y reclamar la entrada en guerra (su única finalidad era vender más periódicos).

A pesar de todos los intentos del gobierno español para pacificar la situación (decretó un alto el fuego) de nada sirvió, pues los EE.UU. querían la guerra. El presidente MacKinley en su mensaje del 11 de abril de 1898 consiguió del Congreso permiso para intervenir militarmente en Cuba.

La guerra fue un paseo militar para EE.UU., los combates resultaron muy desiguales y la armada española quedó destruida en dos enfrentamientos navales. La primera batalla se produjo el 1 de mayo en la bahía de Manila (Filipinas). La segunda derrota se consumó el 3 de julio en la bahía de Santiago de Cuba, murieron 300 marinos españoles y sólo un soldado enemigo; nuestros barcos con casco de madera se enfrentaron a buques con casco de acero y cañones de largo alcance.

De esta forma, comenzó a ponerse en práctica el doble objetivo norteamericano de tener “la parte trasera de la casa” – Centroamérica y el Caribe – limpia de enemigos, como forma de preservar

 

el territorio del propio país, y de asegurarse el dominio de ambos océanos – el Atlántico y el Pacífico -, que se iba a concretar en un canal de Panamá bajo su control.

 

4º) La  rendición.

 

El gobierno español decidió enviar la flota del almirante Cervera, a pesar de que todos eran conscientes de la superioridad de los estadounidenses. En efecto, la flota llegó a Cuba en el mes de mayo y muy pronto se vio bloqueada en la ciudad de Santiago, cuando entró en su puerto, con el objeto de aprovisionarse de carbón y salir con rapidez hacia La Habana o Puerto Rico.

Pero el aprovisionamiento de carbón se hizo con lentitud por falta de medios, de modo que cuando quiso salir, se encontró con que el puerto estaba bloqueado por la escuadra norteamericana. Cervera consideró perdida la escuadra española, por lo que el dilema, que comunicó al capitán general Blanco y a Madrid, era: salir fuera del puerto para que fuera destruida o rendirse y entregarla ahorrando vidas.

La presión de la opinión pública y la actitud gubernamental,  que consideraba que una rendición tendría como consecuencia la caída del régimen, acabó por provocar la salida de la flota y su hundimiento después cayó Santiago de Cuba y al poco tiempo tropas norteamericanas desembarcaban en Puerto Rico y ocupaban la isla sin oposición. Finalmente en el mes de agosto se firmó el Protocolo de Washington, equivalente a un armisticio, hasta la llegada de un acuerdo definitivo.

Tras la rendición, se inician las negociaciones que culminaron en diciembre de 1898 con la firma del Acuerdo de Paz de París, entre ambas naciones – Tratado de París – firmado en diciembre de 1898. España cedió a EE.UU. la isla de Puerto Rico (actualmente, “estado asociado” de EE.UU.), Filipinas (que consiguió su independencia en 1946) y la isla de Guam en el Pacífico (todavía hoy pertenece a EE.UU.), se confirmaba la soberanía española en todos los territorios no mencionados en él: los tres archipiélagos del océano Pacífico, es decir, las islas Marianas – excepto la de Guam –, las Carolinas y las Palaos, por no haber sido incluidas en el texto por ignorancia geográfica de los comisionados norteamericanos, las islas Sibutú y Cagayan, aunque apenas duraron dos años en manos de España. En la práctica, en Filipinas hubo una duradera guerra de guerrillas en contra de los estadounidenses, que ya en el año 1899 produjo más bajas norteamericanas que la guerra con España, por lo que Estados Unidos se vio obligado a tener todo un ejército de ocupación en las islas; y Cuba alcanzó una independencia nominal respecto a EE.UU., pues de hecho quedó bajo su “protección” hasta mediados del siglo XX.    

 

        B) LAS CONSECUENCIAS DEL DESASTRE. EL REGENERACIONISMO.

 

El  Tratado de París fue un dictado de exigencias norteamericanas, que España tuvo que acatar sin rechistar, de cuya ratificación fueron excluidos los cubanos, puertorriqueños y filipinos.

 

                    1º) Internacional: España, además de perder Cuba, tuvo que ceder a Estados Unidos Puerto Rico, las Filipinas y la isla Guam de las Marianas, en concepto de indemnización de guerra. Las pocas posesiones asiáticas que le quedaban terminó vendiéndolas: las Palaos, Carolinas y Marianas a Alemania en 1899 (Tratado hispano-alemán de 30 junio de 1899).  Año y medio más tarde, en noviembre de 1900, un Tratado hispano-norteamericano subsanó el error de 1898, y las islas Sibutú y Cagayán de Joló pasaron a Estados Unidos, mediante el pago de 100.000 dólares al gobierno español. De esta debilidad se aprovechó Francia en el contencioso que con ella mantenía en torno a los límites del Sahara y Guinea Ecuatorial (tratado de 1900). En definitiva, mientras las potencias europeas, lanzadas a la carrera colonial, se repartían el mundo, España quedaba no sólo marginada del reparto, sino que perdía sus posesiones.

 

         2º) Para Cuba, además de devastada, arruinada y hambrienta, supuso cambiar de amo. Estados Unidos, la convirtió en su protectorado, ocupándola militarmente entre 1899 y 1902, bajo el pretexto de proporcionar las condiciones necesarias para su andadura política en solitario. La isla en definitiva, obtenía la independencia política (el 20 de mayo de 1902. Tomás Estrada Palma se

 

 

convertía, en el primer presidente de la República de Cuba), aunque mediatizada por la injerencia de EE.UU.,  que aún hoy continúa, a través del bloqueo económico a la dictadura comunista de Fidel Castro.

 

       3º) Para Estados Unidos, 1898 marca el inicio de una etapa imperialista. Dueños del Caribe, aplicaron la “diplomacia del dólar” en toda América Latina y el intervencionismo a escala mundial (Primera Guerra Mundial), líneas que hoy perduran.

 

        4º) En el contexto interno el  “Desastre del 98” abrió un debate sobre las responsabilidades de la guerra, el revisionismo político y el regeneracionismo nacional. Los escritores de la “Generación del 98” produjeron una “literatura del Desastre”, que era una autocrítica nacional. El 98 cerró una etapa y abrió otra nueva para España.

Entre las consecuencias podemos señalar:

  • Las pérdidas humanas, unos 60.000 soldados españoles perdieron la vida Los perjuicios psicológicos también fueron importantes, los soldados que retornaron heridos fueron pésimamente atendidos, muriendo de hambre, mutilados o tarados por la guerra. A ello se añade la desmoralización de un país consciente de su propia debilidad y de lo inútil del sacrificio.
  • El pueblo español vivió la derrota como un trauma nacional, extendiéndose los sentimientos de inferioridad, desmoralización e impotencia. La incertidumbre alcanzó incluso a la prensa de la época, que llegó a temer un ataque y ocupación de las Islas Canarias.
  • Las pérdidas materiales. La derrota supuso la pérdida de los ingresos procedentes de las colonias, así como de los mercados privilegiados que éstas suponían y de las mercancías que, como el azúcar, el cacao o el café deberían comprarse en adelante a precios internacionales.
  • La crisis política resultó inevitable. El desastre político afectó a ambos partidos, pero sobretodo al Liberal, a Sagasta a quien le tocó firmar la derrota. Consecuencia inmediata fue la pérdida de prestigio y el final de la primera generación de dirigentes, que debe ceder el terreno a los nuevos líderes, como Francisco Silvela y Antonio Maura en el Partido Conservador, y Segismundo Moret, Eugenio Montero Ríos, y José Canalejas en el Partido Liberal.
  • Fue también muy grave el desprestigio militar, derivado de la dureza de la derrota. Aunque la responsabilidad era más política que militar, el Ejército saldrá muy dañado en su imagen.
  • Frente al fracaso del nacionalismo español, crecerán con fuerza en el siglo XX los nacionalismos catalán (Lliga Regionalista desde 1901) y vasco (PNV) y, en menor medida, el gallego, andaluz y valenciano (Valencia Nova).
  • En el aspecto intelectual y literario, el desastre colonial influyó en el desarrollo del “Regeneracionismo”, así como en las amargas y pesimistas reflexiones de los autores de la Generación del 98.

Entre los regeneracionistas destacaron Ricardo Macias Picavea, Damián Isern y sobre todo Joaquín Costa, cuyas ideas se reflejaron en una serie de conferencias en el Ateneo de Madrid, y que se publicaron con el título de Oligarquía y caciquismo como la forma actual de gobierno de España. Los regeneracionistas presentaban programas basados en una reorganización política, la limpieza del sistema electoral, la dignificación de la vida parlamentaria, la reforma educativa, la acción orientada hacia la ayuda social, las obras públicas, en definitiva, una actuación encaminada al bien común y no en beneficio de los intereses políticos de la oligarquía y la corrupción politica.

En mayo de 1902 Alfonso XIII era proclamado Rey al cumplir la mayoría de edad, comenzando su reinado. Un año más tarde, ya retirado del gobierno moría Sagasta. Con la muerte del viejo líder liberal, el inicio del reinado y desastre termina el primer período del régimen de la Restauración.

En conclusión, la crisis del 98 planteó la necesidad de importantes cambios:

 

  • Conocer  y mejorar las condiciones de vida del pueblo (la “España real”).
  • Modernizar  la sociedad y la economía.
  • Reformar  el sistema político.

4.-  Recuperar  el prestigio perdido en el 98.

 

V-LA GUERRA DE MARRUECOS: DESARROLLO Y CONSECUENCIAS.

 

           

 

        El origen de la presencia militar española en el norte de África se encuentra en los Acuerdos franco-británicos de 1904; la intervención colonial española en el Magreb fue el resultado del juego de alianzas e intereses enfrentados de Gran Bretaña y Francia.

            Gran Bretaña deseaba por razones geoestratégicas y económicas mantener el control del estrecho de Gibraltar.

            Por su parte, Francia pretendía extender su dominio sobre el Magreb, asegurando y ampliando sus posiciones en Argelia.

            La firma de los Acuerdos franco-británicos de 1904 significó la resolución de viejas diferencias coloniales. Según este compromiso diplomático, el gobierno inglés apoyaría las reivindicaciones territoriales de Francia en Marruecos frente a cualquier intento expansionista de Alemania en esa zona, mientras que el gobierno francés respaldaría a cambio las acciones coloniales británicas en Egipto. Ambas potencias reservaron a España una pequeña zona al norte de Marruecos; de este modo, los intereses comerciales y estratégicos de Gran Bretaña quedaban preservados.

            Por consiguiente, el comienzo de la intervención y los límites de la expansión colonial española en Marruecos dependían de los propósitos y de las decisiones que tomaran británicos y franceses. En nuestro país la aventura colonial no entusiasmaba a ningún sector de la sociedad. De hecho, el gobierno español sólo quería garantizar la seguridad de Ceuta y Melilla, así como explotar la riqueza minera de hierro, plomo y cinc del subsuelo marroquí.

            En la Conferencia Internacional de Algeciras, celebrada en 1906, todos los estados europeos y Estados Unidos, reconocieron los acuerdos de 1904 y confirmaron los derechos de franceses y españoles sobre Marruecos.

            Sin embargo, hasta el Tratado franco-español de 1912 no se realizó el reparto efectivo del territorio marroquí, fijándose los límites de la extensa zona centro y sur bajo el control francés y de la pequeña zona norte bajo el control español; además, nuestro gobierno se comprometía a no fortificar la costa en su zona para satisfacer a Gran Bretaña.

            La ocupación militar de este territorio discurrió con lentitud por su difícil orografía. Las primeras dificultades comenzaron en 1909, cuando los indígenas marroquíes atacaron el ferrocarril construido cerca de Melilla para explotar los yacimientos del mineral en esa región. Las tropas españolas se desplegaron para proteger el ferrocarril minero y fueron derrotadas en el Monte Gurugú y en el Barranco del Lobo, sufriendo casi 1000 bajas. Las repercusiones de estos acontecimientos dentro de España concluyeron con los violentos sucesos de la “Semana Trágica” en Barcelona.

            Entre 1912 y 1921 los avances fueron lentos y el Ejército se mostró incapaz de dominar la zona norte marroquí; el principal problema consistía en que los tres enclaves que España poseía  - Melilla, Ceuta y Larache – estaban aislados entre sí y era necesario, aunque difícil, conectarlos.

            Finalmente en 1921, el ejército colonial fue derrotado en El Annual por indígenas marroquíes dirigidos por Abd el-krim. Murieron unos 12 000 soldados españoles y se perdieron gran parte de los territorios conquistados durante los doce años anteriores, llegando incluso a peligrar la ciudad de Melilla. La causa de este nuevo desastre radicó en la imprudencia y la ineptitud de los generales Dámaso Berenguer, Alto Comisario en Marruecos, y Fernández Silvestre, que ocupaba la Comandancia General de Melilla, y se suicidó tras la derrota.

            El desastre del Annual supuso una nueva frustración colonial para nuestro país, tendría importantes efectos sobre la política interna nacional, convirtiéndose en uno de los motivos argumentados por el general Primo de Rivera para justificar el Golpe de Estado de 1923.

 

 V. Fernández

 

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