Normas desamortizadoras de Mendizábal resumen y tema

 

 

 

Normas desamortizadoras de Mendizábal resumen y tema

 

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Normas desamortizadoras de Mendizábal resumen y tema

 

 

1. Reforma agraria liberal en la España del siglo XIX.

 

El feudalismo estuvo vigente en España durante todo el reinado de Fernando VII. Los grandes propietarios de la nobleza tenían, por lo tanto, las manos atadas en lo que a la tierra se refería: la mayor parte de ésta se hallaba amortizada, es decir, no podía ser vendida ni dividida ni enajenada, y el señor tampoco podía expulsar de su propiedad a los campesinos, en quienes recaía el derecho al usufructo de la tierra.

 

Desde el siglo XVIII los ilustrados venían considerando esto como un grave obstáculo para la economía. Era imposible modernizar la agricultura española mientras la tierra siguiera siendo “intocable”. Era necesario, por lo tanto, realizar una verdadera reforma agraria, que cambiara por  completo el sistema de propiedad y que permitiera, así, que los grandes latifundios se tecnificaran y se explotaran de forma más rentable.

 

Sin embargo, los proyectos de la Ilustración encontraron siempre la oposición de la nobleza y no pudieron ser llevados a cabo hasta mediados del siglo XIX, una vez abolido el absolutismo en España.

 

            Hacia mediados del siglo XIX los liberales acabaron con el sistema de propiedad feudal y dieron paso a un tipo de propiedad agraria capitalista: en adelante la tierra sería una mercancía más, susceptible de ser vendida o comprada, cambiada, donada, etc.

 

            Entre las reformas realizadas por los gobiernos liberales debemos mencionar las siguientes cuestiones:

 

            -Acabaron con los señoríos jurisdiccionales, es decir, que los antiguos señores feudales ya nunca podrían juzgar a sus campesinos.

            -Desvincularon las propiedades.

            - Expropiaron buena parte de las tierras de la Iglesia y de los ayuntamientos. Esas tierras fueron vendidas en subasta pública pero sólo la gente más rica pudo pujar en ésta. Así, el pequeño campesino no tuvo la más mínima oportunidad de hacerse con tierra; es más, los antiguos campesinos feudales fueron echados de sus parcelas y acabaron convirtiéndose en míseros jornaleros.

 

            Todo esto trajo varias consecuencias:

 

            -Agravó las diferencias sociales en España.

            -Creó grandes diferencias regionales: el sur estaba lleno de latifundios y de jornaleros, y la conflictividad social llegó a ser enorme en estas regiones a finales del siglo. Por el contrario, abundaba el minifundismo en el norte: parcelas paqueñas y de mala calidad; así, gallegos cántabros y asturianos emigrarían en gran número a América a finales del siglo XIX.

            -Ya no sólo la nobleza sería en España la clase dominante, sino también la alta burguesía, parte de ella convertida también en propietaria de tierras

 

  1. Desamortización de Mendizábal.

 

En el año 1835 se vio claramente que las reformas de los moderados eran totalmente insuficientes. Aprovechando esta situación, los progresistas, apoyados por el ejército y la milicia nacional, protagonizaron una serie de revueltas en las ciudades andaluzas, en Barcelona y en Madrid. Maria Cristina no tuvo más remedio que dar el poder a esta formación y, en concreto, a su líder, Mendizábal. Una vez en el poder, este político emprendió una serie de reformas, entre las que debemos destacar la agraria.

 

Medizábal no solamente acabó con los señoríos jurisdiccionales y desvinculó las tierras de la nobleza; además, en 1836 decretó la disolución de todas las órdenes religiosas salvo las dedicadas a la enseñanza y a las obras de caridad. Las propiedades de estas órdenes fueron a la vez expropiadas y vendidas en subasta pública. Todo esto lo hacía Mendizábal porque la hacienda española padecía un enorme déficit y se necesitaba dinero para pagar la guerra carlista. Además, Mendizábal confiaba en que la clase media pudiera comprar de este modo tierras, y se convirtiera así en el principal apoyo de los progresistas.

 

Pero las cosas no salieron como era de esperar, ya que sólo la gente más adinerada pudo pujar en estas subastas, y los campesinos, que durante generaciones habían vivido en sus parcelas, se vieron expulsados y reducidos a la condición de jornaleros. Además, tampoco pudo sanearse la maltrecha hacienda española, ya que gran parte de los nuevos compradores pagaron las tierras recién adquiridas no con dinero contante y sonante sino con títulos de deuda pública sin un valor real.

 

  1. Desamortización de Madoz.

 

Después de toda una década de gobierno moderado –reinando ya Isabel II- los progresistas subieron al poder mediante un pronunciamiento (O’Donnell y Espartero) y llevaron a cabo una nueva desamortización, dirigida en este caso por el ministro Madoz. Este político acabó liquidando por completo las propiedades de las órdenes religiosas y expropió a la vez a los ayuntamientos de sus tierras comunales. Con esto causó un grave perjuicio a los campesinos, que siempre habían sacado muy buen partido de estos terrenos (caza, leña, recolección, alimento para el ganado...) y que ahora se veían sin un complemento necesario para sus vidas. Pero al menos en las subastas se obligó a pagar a los compradores con dinero en metálico. Así el estado podía obtener ingresos para sanear la siempre apurada hacienda del país.

 

           

2. Transformaciones económicas y sociales en la España de mediados del siglo XIX.

 

Durante todo el siglo XIX la economía española se encontró muy por detrás de los países de la Europa Occidental. Estos estaban llevando a cabo la Primera Revolución Industrial, pero, al parecer, para España éste estaba siendo un reto demasiado difícil. La inestabilidad en los gobiernos, la ausencia de tradición burguesa en la mayor parte del país, así como siglos de política económica totalmente equivocada, eran varios de los factores que hacían casi imposible nuestra revolución industrial. A todo ello venían a sumarse nuestras tradicionales y cada vez mayores diferencias regionales: en el siglo XIX solamente lograron industrializarse Cataluña y, en bastante menor medida, la cornisa cantábrica. El resto de España era un auténtico desierto industrial.

 

            Industria. Entre los sectores industriales debemos destacar:

            El Textil. Se encontraba ya bastante desarrollado y mecanizado en Cataluña desde los primeros años del siglo XIX, y ni siquiera la Guerra de la Independencia logró estancar el crecimiento de esta industria. Gracias al textil las ciudades catalanas se llenaron de fábricas y en ellas se fue formando un sólido proletariado cada vez con más conciencia de clase. Por desgracia, el auge del textil catalán fue tan grande que su competencia arruinó al textil tradicional de las demás regiones españolas, lo cual agravó todavía más nuestras ya tradicionales diferencias regionales.

 

            La minería. España experimentó en la segunda mitad del siglo XIX un gran desarrollo de la minería. Desgraciadamente nuestra industria estaba muy atrasada y apenas había demanda interna de minerales. Así, España hizo lo que hoy día hacen los países del Tercer Mundo: vender a los países más desarrollados de Europa nuestras riquezas mineras. Como además el estado solía hallarse acosado por su constante déficit, los gobiernos acostumbraban a dar a las empresas extranjeras la concesión de muchos yacimientos, e incluso les vendieron no pocas minas, algunas de ellas importantísimas (Riotinto, Almadén). De toda nuestra minería, la extracción de carbón y hierro fueron las actividades más importantes. En el caso del carbón, el estado impuso una política proteccionista para evitar que las empresas compraran el mineral, más barato y de mejor calidad, a otros países extranjeros. En cuanto al hierro, suspuso un estímulo importante para la creación de una industria siderúrgica en el País Vasco.

 

            La siderurgia. La siderurgia española nació en la provincia de Málaga, cerca de Marbella, pero la ausencia de carbon en la zona hizo que esta industria decayera bastante pronto en Andalucía. Sin embargo, hacia los años 60 del siglo XIX se descubrió hierro en el País Vasco, a lo cual se sumaba la presencia cercana de carbón en Asturias. El caso es que hacia finales de la centuria se había formado en el País Vasco una potente industria siderúrgica, de la que procedían las dos terceras partes del hierro que se producía en España. Además, la siderurgia trajo consigo otras ramas industriales que se establecieron también en la región: fabricación de maquinaria, construcción naval, industrias químicas, compañías eléctricas, etc.

 

            A pesar de todo lo dicho, hacia finales del siglo XIX España en conjunto seguía siendo un país poco industrializado. Más que verdadera industria lo que había en muchas regiones españolas era artesanía o, como mucho, sectores muy tradicionales como la fabricación de alimentos, vestido, calzado, cerámica... En realidad, la industria se había concentrado en unas pocas regiones perif´ñericas siendo el resto del país un verdadero desierto industrial. No obstante, a finales del siglo empezamos a ver nuevos sectores como la metalurgia, la electricidad, el petróleo y, ya en el siglo XX, el automóvil, telégrafo, teléfono, etc.

 

            Ferrocarril. Hasta mediados del siglo XIX nuestros transportes estuvieron muy atrasados en relación con los europeos. No fue hasta 1855 (Ley General de Ferrocarriles) cuando empezó a construirse en España una red general de ferrocarriles: en poco menos de 30 años se habían construído unos 7500 km de vías férreas. Desgraciadamente, los ferrocarriles no sirvieron a la industrialización del país ni contribuyeron a la acumulación de capitales. En cierto sentido fueron incluso contraproducentes, pues se acabó construyendo una red de carácter radial que dejaba incomunicadas a muchas regiones españolas. Este fracaso se debió a varios motivos:

-Los ferrcarriles eran a menudo un negocio puramente especulativo: la empresas se dedicaban únicamente a cobrar las subvenciones sin apenas construir vías férreas.

-Como la creación de vías férreas era costosísima, al final, fueron las empresas extranjeras quienes asumieron esta labor, y quienes se llevaron los beneficios. A mediados del siglo XIX nuestra siderurgia todavía no estaba suficientemente desarrollada como para asumir esta enorme labor.

-Otro gran error: construir los raíles con un ancho de vía distinto del europeo; al llegar a la frontera todas las mercancías debían ser transbordadas.

-Por si fuera poco, la industria y el comercio español estaban tan atrasados que todavía a finales del siglo XIX los vagones ibas casi vacíos.

 

Comercio. Aunque nuestro comercio tuvo un importante crecimiento a lo largo del siglo XIX, también en esta actividad hacía España lo que suelen hacer hoy los países subdesarrollados: exportar alimentos y materias primas e importar a cambio productos manufacturados más caros. Las únicas materias primas que España compró al extranjero fueron el algodón estadounidense y el coque inglés.

 

Durante todo el siglo XIX hubo en España fuertes enfrentamientos entre proteccionistas y librecambistas. Los primeros eran partidarios de proteger la producción nacional imponiendo fuertes aranceles a los productos extranjeros e incluso prohibiéndoles la entrada en nuestro país. Los industriales catalanes y vascos eran los principales defensores del proteccionismo. En cuanto a los librecambistas, pretendían que la producción española saliera libremente al extranjero y que, a la vez, los bienes europeos entraran en España. Este tipo de política beneficiaba sobre todo a los grandes terratenientes, a quienes convenía vender el cereal a Europa. Pero a finales del siglo XIX el trigo ruso y de los países del Este inundaron el continente. Entonces los grandes empresarios agrícolas se volvieron también proteccionistas porque ahora les interesaba defender sus producciones de los granos rusos, mucho más baratos.

 

Banca. Los primeros bancos nacionales aparecieron en España entre finales del siglo XVIII y la primera mitad del siglo XIX (Banco de San Carlos y Banco de San Fernando). Con ellos se pretendía sanear la hacienda española, que se hallaba en plena bancarrota sobre todo después de la Guerra de la Independencia. A partir de 1845 empezamos a encontrar en nuestro país otros bancos como los de Barcelona, Bilbao, Santander, Málaga, y en 1849 el Nuevo Banco de San Fernando obtiene el monopolio de la emisión de billetes en toda España. En 1856 se crea por fin el Banco de España y con él la nueva moneda oficial, la peseta, con validez en todo el territorio nacional hasta la aparición del euro.

 

Hay que decir que la banca española privada tuvo durante el siglo XIX un desarrollo mucho menor que en los países de la Europa occidental. Eso hacía que, a la hora de financiar cualquier actividad económica costosa, hubiera que acudir a la banca extranjera que, en definitiva era, una vez más, la que acababa llevándose todos los beneficios.

 

En cuanto a las transformaciones sociales de esta época, hay que decir que en el siglo XIX asistimos al fin del Antiguo Régimen y al nacimiento de una nueva forma de sociedad caracterizada por la propiedad privada, la libertad para producir y comerciar y la igualdad ante la ley. A partir de ahora la sociedad ya no se dividirá en nobles y no nobles sino en propietarios y trabajadores: es la riqueza –no un título nobiliario- la que de veras marca las diferencias de clase. Así, desde el reinado de Isabel II poco a poco se van suprimiendo los derechos y los impuestos señoriales, y la tierra es desamortizada. Todo esto hace que la nobleza y la Iglesia pierdan parte de su poderío y que, en cambio, la alta burguesía (tanto terrateniente como industrial y comercial) aumente enormemente su poder económico y su capacidad de intervenir en la política. No está claro, sin embargo, que la nueva situación beneficie a las clases populares. Por una parte, muchos campesinos arrendatarios ven aumentar enormemente el alquiler de sus tierras, y no pocos son expulsados de sus parcelas, a causa de las desamortizaciones. La situación del campo debió de ser muy difícil si tenemos en cuenta que hacia mediados del siglo XIX aproximadamente la mitad de los campesinos no poseían tierra alguna, sino que trabajaban como jornaleros sufriendo pésimas condiciones. Por su parte, a medida que la industria y las ciudades iban creciendo, estas últimas se llenaban de obreros, sometidos a una situación igual de mísera, con horarios larguísimos y salarios muy bajos.

 

A medida que nos adentramos en el siglo XIX vemos cómo crecen nuestras ciudades. Así, si en1836 menos del 10% de la población vivía en capitales de provincia, en 1900 este número había subido al 16’6 %. No obstante, en comparación con otros países europeos nuestra población urbana era pequeña, debido a la escasez de nuestra industria. El mayor crecimiento urbano se dio en Madrid y Barcelona que, junto con algunas otras ciudades, vieron cómo se demolían sus antiguas murallas medievales y se construían ensanches, se abrían calles anchas y avenidas, se diseñaban estaciones de alcantarillado y al alumbrado público de gas. No obstante, la concentración de la clase obrera en las ciudades industriales dio lugar a los primeros conflictos sociales importantes, conflictos que luego, en el siglo XX, lograrían desestabilizar enormemente la política española.

 

3. Transformaciones económicas en Extremadura durante la etapa isabelina: aspectos agrarios, transportes y comunicaciones, industria, etc.

 

  1. Guerra Carlista. La guerra se notó muchísimo en nuestra región, pues, aunque por aquí no pasaron los ejércitos, había partidas de guerrilleros carlistas (Jara, Sánchez) que lo destrozaban todo a su paso. Además, el gobierno liberal subió los impuestos “para las necesidades de la guerra”, lo cual fue un duro golpe para la economía extremeña.
  2. Agricultura. La guerra causó estragos en nuestra agricultura, pues muchos campesinos abandonaban la actividad agraria por miedo a los guerrilleros, que solían robar ganado, incendiar campos, puentes, barcas, carretas y otros medios de transporte. La inseguridad de los caminos hizo también que nuestro comercio se redujera aún más. Por otra parte, la estructura de la propiedad era muy desigual en Extremadura. Los grandes terratenientes nobles y la Iglesia poseían casi todas las tierras útiles, mientras que la mayoría de los campesinos carecía de propiedad alguna y trabajaba como jornalera. Apenas había en la región medianos propietarios (como mucho, algunos campesinos con minúsculas parcelas con las que apenas podían mantenerse). Por si fuera poco, en esta época casi no había ayudas públicas. Sólo en época de hambruna daban las autoridades tierras baldías a unos pocos campesinos o bien dedicaban a la labranza ciertas zonas de pastos.
  3. Reformas liberales. Entre ellas podemos destacar las siguientes:

-Desde 1833 aparecen en Badajoz Sociedades Económicas de Amigos del País, encargadas de estudiar los problemas económicos de la región y de asesorar al gobierno aportando posibles soluciones al problema agrario extremeño.

-Hacia los años 40, los gobiernos de Isabel II fundan los llamados “Bancos de Socorros” o “Bancos de Labradores” para fomentar la agricultura. Desgraciadamente, sus resultados son muy escasos.

-Se aprueban también ciertas leyes destinadas a favorecer la ganadería (para proteger a las reses de enfermedades o alimañas, para mejorar la raza y fomentar el comercio de ganado); las autoridades promueven también ferias, concursos…

-Las desamortizaciones de Mendizábal y Madoz no sólo no resuelven el problema agrario extremeño sino que incluso lo agravan, ya que aumenta aún más la gran propiedad, a la vez que los pequeños campesinos se ven desposeídos de las tierras comunales de los ayuntamientos, fundamentales para su subsistencia.

d) Industria. En realidad, en Extremadura no hay verdadera industria. Sólo una escasa artesanía dedicada a producir los útiles agrícolas y domésticos imprescindibles (como mucho, ciertas fábricas o talleres: paños en Hervás, curtidos en Cáceres). Apenas hay en Extremadura capitales ni burguesía.

 

  1. Minería. No sólo no hay en Extremadura explotación minera, sino que se desconocen en esta época casi todos nuestros recursos minerales. Sólo a partir de 1840 se empieza a explotar algún que otro yacimiento, como el de fosforita en Logrosán.
  2. Comercio. Aunque en principio nuestro comercio se encuentra totalmente paralizado por el mal estado de los caminos, en este período recibe un notable impulso, pues ahora mejoran vías e infraestructuras y crecen los mercados y ferias, sobre todo en la provincia de Badajoz, y en especial la feria de Zafra. También aumenta el comercio con Portugal (sobre todo de corcho). A pesar de todo lo dicho, nuestras comunicaciones siguen siendo deficientes: estamos rodeados de montañas, y dos ríos parten por la mitad cada una de las provincias extremeñas. Además, nuestras relaciones con Portugal son a menudo tensas. Por si fuera poco, los gobiernos de Isabel II tienen bastante olvidada nuestra región (así, puentes que fueron destruidos durante la Guerra de la Independencia tardan décadas en ser reparados). La llegada del ferrocarril tampoco mejora lo suficiente nuestras comunicaciones, ya que el trazado radial de nuestra red comunica relativamente bien la provincia de Badajoz, pero deja aislada toda Cáceres. Sólo a finales del siglo XIX pasa el ferrocarril por los principales pueblos cacereños, pero tendremos que esperar al siglo XX para que Cáceres y Badajoz queden unidas por el tren.

 

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Normas desamortizadoras de Mendizábal resumen y tema

COMENTARIO DE TEXTO HISTÓRICO: Exposición de motivos del Decreto desamortizador de Mendizábal

 

Vender la masa de bienes que han venido a ser propiedad del Estado, no es tan sólo cumplir una promesa solemne y dar una garantía positiva a la deuda nacional por medio de una amortización exactamente igual al producto de las rentas, es abrir una fuente abundantísima de felicidad pública; vivificar una riqueza muerta; desobstruir los canales de la industria y de la circulación; apegar al país por el amor natural y vehemente a todo lo propio; enganchar la patria, crear nuevos y fuertes vínculos que liguen a ella; es en fin identificar con el trono excelso de ISABEL II, símbolo de orden y de la libertad.

            No es, Señora, ni una fría especulación mercantil, ni una mera operación de crédito, por más que éste sea la palanca que mueve y equilibra en nuestros días las naciones de Europa: es un elemento de animación, de vida y de ventura para la España: Es, si puedo explicarme así, el complemento de su resurrección política.

                El decreto que voy a tener la honra de someter a la augusta aprobación de V.M. sobre la venta de esos bienes adquiridos ya para la nación, así como en su resultado material ha de producir el beneficio de minorar la fuerte suma de la deuda pública, es menester que en su tendencia, en su objeto y aún en los medios por donde se aspire a aquel resultado, se enlace, se encadene, se funda en la alta idea de crear una copiosa familia de propietarios, cuyos goces y cuya existencia se apoya principal­mente en el triunfo completo de nuestras actuales instituciones.

 

Gaceta de Madrid, 21 de febrero de 1836. Reproducido en A. Fernández y otros, Documentos de Historia Contemporánea de España, Madrid, Actas, 1996, pp. 120-125.

 

  1. Clasificación y localización del texto

Se trata de algunos fragmentos del Decreto redactado por Juan Álvarez y Mendizábal, jefe de gobierno progresista en esas fechas, por el que se ponen en pública subasta un conjunto de bienes inmuebles que han sido desvinculados y expropiados por el Estado a las órdenes religiosas y conventos disueltos el año anterior. Se trata del preámbulo del Decreto de Desamortización de esos bienes, ahora nacionales, publicado en la Gaceta de Madrid el 21 de febrero de 1836, durante la regencia de Maria Cristina de Borbón (la reina gobernadora) ante la minoría de edad de Isabel II.

El receptor teórico es pues la regente Mª Cristina como poder ejecutivo principal, como se puede ver en las referencias directas a ella (someter a la augusta aprobación de V.M.), aunque también tiene un carácter público al aparecer el Decreto en La Gaceta de Madrid, el Boletín Oficial del Estado de la época.

 

El texto fue publicado el 21 de febrero de 1836, es decir, entre los dos procesos desamortizadores que formaron el Decreto que aquí se defiende, el primero el 19 de febrero (dos días después de la publicación del texto) y el segundo el 8 de marzo. España había salido recientemente de un modelo de gobierno absolutista con la muerte de Fernando VII en 1833 y arrastraba profundos problemas económicos desde el siglo XVIII, aparte de tener la necesidad de financiar la guerra carlista iniciada tres años antes por el conflicto dinástico que supuso la llegada de Isabelal trono. Con la subida al poder de la reina Isabel II y las distintas regencias que se llevaron a cabo mientras la hija del difunto rey no fue mayor de edad, en el país se inició un modelo de gobierno liberal que tuvo que soportar las disputas carlistas desde sus inicios pero que incluyó grandes reformas como dichas desamortizaciones, primando las de carácter económico. En 1836 gobernaban los liberales progresistas, tras una serie de sublevaciones urbanas y militares (sublevación de sargentos de la Granja, 1835).

 

  1. Análisis del contenido

 

El tema que predomina en el texto es la justificación de la Desamortización iniciada, por lo que se deduce que es el preámbulo del Decreto del 19 de febrero. Para ello, Mendizábal recoge en un texto supuestamente dirigido a la regente el carácter y los objetivos que persigue su reforma. Esta desamortización fue la primera llevada a cabo después de la abolición del Antiguo Régimen (aunque ya había habido intentos en el despotismo ilustrado), y por ello se enfrentaba todavía a duras críticas al liberalismo; por ello el autor pretende conseguir la aprobación de la Regenta y del  pueblo (parte de él muy anticlerical, por cierto, con asaltos e incendios de conventos).

El carácter liberal progresista de Mendizábal se refleja en las reformas que quiso llevar a cabo. En el texto hace hincapié en alcanzar la felicidad pública , pero a la vez ensalza el reinado de Isabel II haciendo referencia al orden y la libertad que éste implica. Uno de los objetivos de Mendizábal fue, pues, afianzar el reinado isabelino (en este tiempo cristino), pero también primaba el carácter económico: las guerras carlistas debían ser financiadas.

Del mismo modo, la exposición muestra los principios que pretendía cumplir Mendizábal. En el primer párrafo, hace un barrido por los objetivos perseguidos, que son a su vez las ideas secundarias del texto. Empieza nombrando la felicidad pública para reclamar la atención del pueblo que lee la exposición y hacerles ver que su objetivo, ante todo, es favorecer a la población. Después, alude a la grave crisis económica que había dejado el gobierno de Fernando VII (Mendizábal fue Ministro de Hacienda en el primer gobierno liberal progresista, sabía de qué hablaba), criticando de paso al Antiguo Régimen, afirmando que salvará la economía del país (vivificando esa riqueza muerta, minorar la fuerte suma de la deuda pública). El dinero era importante para Mendizábal porque perseguía con su amortización, aparte de apoyar el criticado gobierno de Isabel II, cubrir la necesidad de financiar las guerras carlistas. Por ello, la desamortización se centró en mejorar el poder económico, ya que era primordial para mejorar y estabilizar la situación de España. También hace referencia Mendizábal al retraso de España con respecto a Europa en cuanto a industrialización con su frase desobstruir los canales de la industria y de la circulación , criticando de nuevo la organización económico-social de tipo feudal del Antiguo Régimen. Para todo esto, Mendizábal pretende vender la masa de bienes que han venido a ser propiedad del Estado, para reducir la deuda nacional, siendo el económico el objetivo más importante de la desamortización.

Pero también incluye un objetivo que podíamos denominar politico-social: “enganchar a la patria, crear nuevos y fuertes vínculos... con el trono excelso de Isabel II” creando una nueva clase de propietarios agrícolas que, junto a los burgueses, sean la nueva y estable base del régimen liberal, tal y como se afirma al final del documento.

 

3. Comentario histórico del texto.

 

El proceso de Desamortización afectó sobre todo a terrenos eclesiásticos y señoriales, algunos de ellos en desuso (denominados “manos muertas”). Se puso en venta, en pública subasta, todos los bienes del clero regular (frailes y monjas) nacionalizados. Se subastaron no solamente tierras, sino casas, monasterios y conventos con todos sus enseres. Al año siguiente, otra ley amplió la acción al sacar a la venta los bienes del clero secular (parroquias). La Iglesia había acumulado mucho poder durante el Antiguo Régimen (el clero ocupaba su propio estamento privilegiado), y era preciso mitigar esto, así que Mendizábal sacó sus terrenos al mercado, con el objetivo también de desmantelar el sistema de propiedad feudal vinculada. La Iglesia reaccionó excomulgando a expropietarios y compradores, y esto fue uno de los motivos de peso que frenó la efectividad de esta desamortización. Además, los terrenos eran comprados por especuladores y gente de poder, dejando a los campesinos sin tierra que trabajar y sin posibilidad de acceder a ellos debido a su poder económico. Así es como se agravó el problema agrario en España, ya que parte de los agricultores se quedaron sin la tierra en la que trabajaban y las tierras quedaron en manos de las clases ricas y dirigentes. Con todo esto, la desamortización no tuvo los resultados que se esperaban de ella.

 

No obstante, sí tuvo consecuencias importantes. En primer lugar, fue la precursora de otras desamortizaciones que la siguieron, llevadas a cabo por el gobierno liberal: la de Espartero en 1841 y la de Madoz en 1855. En el ámbito económico sí atenuó la deuda de la Hacienda, pero no consiguió saldarla totalmente por los gastos que suponía la Guerra carlista y la limitación ya analizada del proceso desamortizador. Además contribuyó al nuevo sistema capitalista al que estaba evolucionando la economía con la puesta en venas de las tierras.

 

Socialmente tuvo más peso: la burguesía que había comprado terrenos se afianzó como clase social poderosa, al tiempo que se convertía en un apoyo clave para el liberalismo. No ocurrió lo mismo, no obstante, con los campesinos, ya que muchos al ver lo que les había pasado se declararon seguidores del carlismo y más adelante del anarquismo.  Se mantiene, e incluso aumenta, el problema agrario en España.

 

El balance global de la desamortización de Mendizábal fue negativo debido al desequilibrio creado en el ámbito agrícola y el poco éxito experimentado en saldar la deuda de la Haciencia. Consiguió apoyos para el liberalismo, pero también muchos otros se unieron al carlismo por los resultados de esta reforma. Incluso, a nivel perosnal, Mendizábal tiene que dejar la jefatura de gobierno por la presión a María Cristina de sectores eclesiásticos, aunque seguirá como ministro de Hacienda. Con las dos desamortizaciones que vinieron después se intentó mejorar la situación del país de nuevo, consiguiéndose con Madoz en 1855, que llevó a cabo una desamortización que se mantuvo hasta 1924 y se realizó de manera más controlada.

 

Fuente del documento : http://wikidepartamentosociales.wikispaces.com/file/view/COMENTARIO+desamortizacion2.doc

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Normas desamortizadoras de Mendizábal resumen y tema

 

TEXTO 10: LA DESAMORTIZACIÓN ECLESIÁSTICA DE MENDIZÁBAL.

 

CLASIFICACIÓN

 

 

Este es un texto FUENTE, en tanto que es un decreto. el denominado  Decreto de Desamortización de los bienes del clero regular. Se trata de un texto de naturaleza  JURÍDICA  que hace referencia a temas económicos y sociales. Este l Real Decreto  pone en venta todas las tierras y bienes que hayan pertenecido a las comunidades y corporaciones religiosas extinguidas. Tiene fecha del 19 de febrero de 1836.

 

AUTOR

 

Formalmente  este Real Decreto está firmado por  la Reina-Gobernadora  Mª. Cristina de Nápoles, madre de Isabel II, actuando como Regente durante la minoría de edad de la reina)  Pero esta ley fue  redactada Juan Álvarez Mendizábal.

 

Juan Álvarez Mendizábal (1790-1853), banquero y hombre de negocios, bien relacionado con los medios financieros de Londres, accedió al poder en un momento crítico y decisivo para la causa isabelina y la revolución liberal, determinando la orientación progresista del gobierno de Mª Cristina.  Además de la jefatura del gobierno, Mendizábal  asumió a lo largo de su carrera política,  los ministerios de Estado, Hacienda, Guerra  y Marina. Figura emblemática del liberalismo progresista.

 

La Reina gobernadora se mostró reticente a firmar los decretos de desamortización, alegando problemas de conciencia religiosa, así como la presión del alto clero de la Corte. Al final, las presiones de los liberales y la indecisa marcha de la guerra civil carlista, hicieron que claudicase firmando el decreto.

 

CONTEXTO HISTÓRICO

 

Este decreto de 1836  se enmarca dentro de las reformas de un liberalismo que se irá consolidando en la regencia de Mª Cristina, durante la minoría de edad de la futura Isabel II, heredera al trono tras ser derogada la ley Sálica (prohibición de reinar a las mujeres) por su padre Fernando VII. Este hecho provocó una guerra civil, la primera guerra carlista, entre los partidarios de Carlos María Isidro, hermano del rey y el bando isabelino. En plena guerra carlista, momento en que se promulga este decreto (habrá otras dos guerras carlistas en el XIX), la Reina Gobernadora se apoya más por necesidad que por convicción en los ministros liberales, primero en los moderados liderados por Martínez de la Rosa  y más tarde en los progresistas de Mendizábal.

 

La desamortización del ministro Mendizábal persiguió un doble objetivo: por un lado, obtener recursos económicos tan necesarios para la guerra carlista y para liberar la Deuda Pública (que empezaba a ser un lastre considerable para la economía española); y por otro, atraerse a una clase media burguesa-rural hacia las posiciones del liberalismo. Una vez nacionalizados los bienes, la subasta pública debía permitir que la burguesía agraria (la única capaz en el medio rural, se hiciese con  esas tierras, vinculando su apogeo económico al régimen liberal que se lo había facilitado.

 

 

IDEAS IMPORTANTES

 

El presente texto se argumenta en tres ideas: La exposición de motivos, los bienes que van a ser expropiados y  la protección del Estado de determinados bienes.

 

En la exposición de motivos se aclaran los motivos por los que se va a realizar la desamortización:

 

  • Motivos económicos: Disminuir la Deuda Pública consolidada, esto es la Deuda a largo plazo, que venía aumentando constantemente desde el reinado de Carlos IV, y cuyos intereses estaban ahogando a la Hacienda Pública.

 

  • Motivos sociales: Poner en manos de propiedad privada las tierras que ahora eran propiedad del estado, al objeto de que las manos privadas puedan estimular la agricultura y el comercio, acelerando los procedimientos que se estaban realizando con los bienes que ya estaban en poder de la nación.

 

En el artículo 1º  pone en venta todos esos bienes que menciona en poder de la nación,  que desde los decretos de 1835 en los que se suprimía algunas instituciones religiosas (Inquisición, Cía. de Jesús,  monasterios y conventos de menos de 12 profesos,  y supresión y reforma de algunas monasterios y conventos), había hecho que los bienes de estas instituciones pasara a la nación.

 

En el artículo 2º se establece una medida que permitía mantener en poder del Estado, algunos bienes, en general edificios de valor artístico o histórico,  hay presente una idea de “Patrimonio nacional” en el que esos monumentos formarían parte,  es de resaltar la expresión  honrar la memoria de hazañas nacionales,  dado que la mayoría de los  personajes de la historia de España estaban enterrados en iglesias, y la manera de proteger ese patrimonio de un nuevo estado nacional que se está gestando, sería que el estado se quedase con esos edificios y monumentos.

 

 

 

 

CONCLUSIÓN

 

 

Se conoce como desamortización eclesiástica el conjunto de medidas que adoptó el Estado liberal en el siglo XIX para liberar las tierras acumuladas por la Iglesia católica (bienes de “manos muertas”). Esas medidas consistieron en expropiar las fincas rústicas y urbanas del clero, nacionalizarlas y posteriormente venderlas a los particulares en subasta pública. El Estado se comprometía a compensar a la Iglesia haciéndose cargo de los gastos del culto y del clero

 

Cronológicamente va a ver cuatro fases desamortizadoras en la historia de España

 

Sobre bienes eclesiásticos:

 

  • El ministro Godoy (bajo el reinado de Carlos IV)
  • El rey José I en el territorio controlado por los franceses durante la Guerra de Independencia
  • La labor del Trienio Liberal (1820-1823)
  • Desamortización de Mendizábal (1836)

 

Sobre bienes municipales

 

  • Desamortización de Madoz  (1855)

 

El resultado político y económico de la desamortización no fue el deseado por Mendizábal.:

  • Para la Hacienda los ingresos fueron escasos pues se admitieron  como pago títulos de deuda pública por su valor nominal, que con la fuerte devaluación que había, su valor real era muy inferior.
  • Además, no fue la burguesía rural la que se hizo con los mejores lotes de tierra, sino una alta burguesía urbana, que buscó en  la compra de tierras una manera más segura de invertir su dinero. Así se produjo un efecto contrario al esperado: la acumulación de tierras en  manos de la escasa burguesía urbana que adopto los comportamientos absentistas de la aristocracia terrateniente, desviando las posibles inversiones para la industria.
  • Las leyes y decretos desamortizadores produjeron otro efecto negativo y no deseado: la pérdida, destrucción o dispersión de  patrimonio histórico-artístico y documental, que fue expoliado y perdido (archivos, bibliotecas de conventos, obras de arte, edificios saqueados y abandonados a su suerte...). Pese a que algunos se salvaron al quedar en manos del Estado para uso público.

 

Aunque los resultados no fueron los esperados, con esta desamortización se afianzó la necesaria reforma agraria liberal para crear un mercado capitalista. Este proceso continuó durante todo el siglo XIX y parte del XX.

 

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