Oligarquía y Caciquismo resumen y tema

 

 

 

Oligarquía y Caciquismo resumen y tema

 

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Oligarquía y Caciquismo resumen y tema

 

  1. El sistema canovista.

 

A lo largo del siglo XIX nuestra política se caracterizó siempre por la inestabilidad y los pronunciamientos militares. El sistema de la Restauración trató de anular todos estos vaivenes y apartar al ejército de los asuntos políticos. Pero para conseguir esto había que cambiar ciertas cosas: hasta entonces los moderados y los progresistas habían sido enemigos, a pesar de formar parte de la misma clase dominante; ahora debían convertirse en amigos pues el sistema de la Restauración pretendía dar cabida tanto a los grandes terratenientes como a la burguesía industrial. Eso sí, las clases populares debían quedar totalmente fuera del juego de la política.

 

El verdadero autor del sistema de la Restauración fue Antonio Cánovas del Castillo. Cánovas pertenecía al sector más avanzado del partido moderado. Era un gran admirador del sistema inglés, donde los partidos conservador y liberal se turnaban pacíficamente en el poder. Criticó duramente el sufragio universal, el socialismo, el republicanismo, y colaboró activamente en la prohibición de la AIT. Fue Cánovas quien preparó la vuelta de los Borbones logrando reunir a todos los sectores no demócratas de la sociedad española.

 

Respecto al programa político de la Restauración, queda registrado en el Manifiesto de Sandhurst, publicado en 1874 y en el que Alfonso XII se comprometía a apoyar por igual a todos los partidos políticos –al contrario de lo que había hecho su madre- y a ser un árbitro imparcial del sistema. Todos los grupos sociales poderosos, hartos de tanta revolución, acogieron muy bien el manifiesto, así como al nuevo rey, que llegó a España al año siguiente. Todos los monárquicos cabían en el sistema; fuera de él quedaban carlistas, republicanos, socialistas y nacionalistas.

 

En cuanto a la Constitución de 1876, ha sido la más duradera de la historia de España: era una constitución contradictoria y ambigua, hecha para que todos pudieran verse reflejados en ella y para que, en consecuencia, tuviera una larga vida. En ella el rey era una pieza fundamental y poseía grandes poderes: tenía funciones legislativas, podía convocar y suspender las cortes, elegía el ejecutivo y era jefe supremo de las fuerzas armadas. En cierto sentido, era una constitución bastante extraña: en unas cuestiones copiaba a la más conservadora de todas nuestras constituciones –la de 1845- mientras que en otras imitaba a la más demócrata de todas ellas –la de1869-. Así, por ejemplo, aquí ya no había soberanía popular pero en cambio los derechos de los ciudadanos seguían siendo muy grandes. En cuanto a la religión, el Catolicismo continuaba como credo oficial, pero se permitía la libertad de cultos en el ámbito privado. Finalmente, el sufragio era censitario, pero en 1890 Sagasta logró recuperar el sufragio universal.

 

A partir de 1880 todos los partidos monárquicos lograron aglutinarse en torno a dos formaciones políticas: el Partido Conservador (Cánovas), formado en general por antiguos moderados y unionistas, y el Partido Liberal (Sagasta), compuesto sobre todo por ex–progresistas y algún que otro republicano. Estos progresistas eran ahora más reaccionarios que antes: ya no perseguían reformas agrarias ni reivindicaban la soberanía nacional.

 

Había que conseguir por todos los medios que el ejército dejara de intervenir en la vida política, y la mejor vacuna contra esto era la amistad entre los dos partidos. Así, sobre todo al morir Alfonso XII, conservadores y liberales llegaron a la conclusión de que juntos debían decidir quién gobernaría durante unos años y quién estaría en la oposición. Todo había de ser acordado de antemano y los dos partidos se turnarían siempre respetuosamente en el poder. En la práctica, el turno se llevaba a cabo de la siguiente manera: cuando un partido se veía en crisis el rey llamaba a gobernar a la otra formación, las cortes eran disueltas y se preparaban nuevas elecciones. Asombrosamente el electorado siempre votaba a quien convenía: nunca había sorpresas electorales. Por supuesto, esto sólo podía lograrse acudiendo al fraude electoral o “pucherazo”, lo que hacía del sistema de la Restauración uno de los más corruptos que ha habido nunca España.

 

Esta manipulación no hubiera sido posible de no haber existido un fuerte caciquismo en las zonas rurales. Los caciques eran personas con poder político y riqueza en los pueblos y dentro del ámbito comarcal. Cada uno de ellos disponía de una red de clientes o personas dispuestas a votar lo que él quisiera. Por supuesto el campesino, siempre al borde de la miseria, estaba dispuesto a vender su voto a cambio de todo tipo de favores (un atraso en el alquiler de la renta, un trabajo para un hijo...). En una sociedad con escasas cultura y conciencia democrática al campesino le daba igual quién ganara las elecciones: conservadores y liberales eran los mismos perros con distinto bozal. Tampoco debe extrañarnos que la participación en las elecciones fuera por esta causa bajísima: entre el 36% y el 9% del electorado.

 

 

  1. Movimientos socio-políticos: regeneracionismo, movimiento obrero y regionalismos.

 

Todos los intentos de cambiar y renovar el modelo de la Restauración se conocen con el nombre de Regeneracionismo. Los regeneracionistas eran intelectuales y políticos que creían imprescindible realizar una reforma profunda del sistema político. El principal regeneracionista fue Joaquín Costa. Aunque en principio Costa trató de dedicarse a la política formando un nuevo partido (“Unión Nacional”), muy pronto se dio cuenta de que eso era imposible: los dos grupos dinásticos, conservador y liberal, monopolizaban el poder y no permitían que nadie más que ellos entrara en el juego de la política. Entonces Costa se dedicó a analizar todos los males de la Restauración. En 1904 logró publicar un informe titulado “Oligarquía y Caciquismo”, donde quedaban registrados y duramente criticados todos los vicios y corruptelas de la política de su tiempo.

 

Respecto a los movimientos nacionalistas, hay que decir que desde 1900 tenían cada vez más fuerza tanto en las elecciones municipales como en las generales. De todos los nacionalismos el catalán era el más fuerte; poseía un carácter relativamente reformista y muy burgués. Los nacionalistas catalanes pensaban que, tras el desastre de Cuba, España había quedado hundida, el gobierno postrado y sin capacidad de reacción. Había llegado el momento de Cataluña, que era la única región capaz de levantar el país. Sus reivindicaciones eran sobre todo dos: reformar el sistema y lograr la autonomía para Cataluña. La Lliga Regionalista, liderada por Francesc Cambó, llegó a tener tanto éxito en 1913 que el gobierno tuvo que conceder a Cataluña la existencia de una Mancomunidad, lo que implicaba una cierta “autonomía” administrativa. No obstante, la participación de la Lliga en el gobierno español siempre fue puntual, entre otras cosas porque Alfonso XIII nunca aceptó la idea de que España pudiera reformarse desde Cataluña.

 

En cuanto al nacionalismo vasco, había nacido en 1895 de la mano de Sabino Arana Goiri, y ya entonces su reivindicación principal era la independencia (no debemos olvidar que nueve años antes el gobierno había acabado por abolir los antiguos fueros vascos). El nacionalismo vasco poseía un carácter muy radical, ultracatólico, tradicionalista y racista. El pueblo vasco pertenecía a una raza distinta de la española, y que ahora se veía contaminada por la presencia de inmigrantes de otras regiones y por el violento proceso de industrialización que estaba sufriendo el país. La independencia era la única forma de preservar las tradicionales virtudes vascongadas.

 

No obstante todo esto, pronto hubo dentro del nacionalismo vasco personajes menos radicales que Sabino Arana, fueristas como Ramón de la Sota que cosecharon a finales del XIX notables éxitos electorales. A partir de 1900 el nacionalismo vasco se había hecho más fuerte, arraigando además en muy distintas clases sociales.

 

Por otra parte, en esta época encontramos en Galicia y Valencia movimientos particularistas que no llegan a considerarse de momento nacionalistas, por lo que es preferible hablar de regionalismo. El regionalismo gallego se desarrolló a partir de 1880 a partir del renacimiento cultural de la segunda mitad del XIX, y contó siempre con dos corrientes: la primera, muy conservadora y cercana al carlismo, liderada por Alfredo Brañas, y la segunda, de base democrática y afanes regeneracionistas, encabezada por Manuel Martínez Murgía. Hasta bien entrado en siglo XX no alcanzaría el regionalismo gallego fuerza suficiente como para tener peso en la vida política española.

 

En cuanto al regionalismo valenciano, fue muy minoritario y tardío y sus reivindicaciones fueron más bien de signo cultural, no político. En 1878 se formó la sociedad cultural de “Lo Rat Panat”, cuya labor continuó hasta bien entrado el siglo XX.

 

En cuanto al movimiento obrero, hay que decir que los primeros sindicatos nacieron en Cataluña dentro del sector textil, hacia 1840, extendiéndose pronto a otras ramas profesionales. A partir de esta época el gobierno y los empresarios, viendo el peligro que para ellos suponía el sindicalismo, prohibieron todas las asociaciones o sindicatos obreros. Durante el Bienio Progresista (1854-1856) el movimiento obrero se fue extendiendo hacia otras regiones españolas a la vez que tenía lugar la primera huelga general en Barcelona, durísimamente reprimida.

 

Por su parte, a partir del Sexenio Revolucionario vemos cómo los obreros, aparte de formar sindicatos para reivindicar sus derechos laborales, se adhieren también a distintas ideologías políticas. Aparece en España el Socialismo Utópico de la mano de Joaquín Abreu y Fernando Garrido y, a la vez, se forma la sección española de la Primera Internacional sobre todo con la ayuda de anarquistas como Giuseppe Fanelli, discípulo de Bakunin. En cuanto al Marxismo, lo encontramos en España a partir de 1871 cuando Paul Lafarge, yerno de Marx, se instala en el país.

 

Durante la Primera República los anarquistas protagonizan violentas insurrecciones campesinas; pero todos estos grupos serán violentamente reprimidos, pasarán a ser ilegales y a  operar en la clandestinidad. Así, a finales del siglo XIX asistimos a una oleada de terrorismo que acabará con la vida de muchos políticos y que será fuente de inestabilidad para el sistema de la Restauración.

 

Ya en el primer tercio del siglo XX los sindicatos vuelven a adquirir gran fuerza, debiéndose destacar dos corrientes dentro del sindicalismo español: la anarquista y la socialista.

 

La corriente socialista estaba representada por la UGT (ligada al PSOE), de orientación reformista y moderada. Sus principales dirigentes eran Largo Caballero y Besteiro. Los miembros de este sindicato pedían reformas graduales y utilizaban como medidas de actuación la convocatoria de huelgas pero también la participación en ciertos organismos oficiales como el Instituto de reformas Sociales o los sindicatos de Primo de Rivera. Esta asociación tuvo mucho éxito sobre todo entre los obreros de Madrid y entre los mineros de Asturias y Vizcaya.

 

En cuanto a la corriente anarquista, se hallaba organizada en torno a la CNT (Confederación Nacional del Trabajo), que llegó a ser la organización obrera más importante de España hasta la guerra civil y, además, el primer sindicato anarquista del mundo. La CNT se caracterizaba por su independencia política y su carácter revolucionario. La afiliación a esta formación fue enorme entre 1919 y 1936, llegando a alcanzar durante la II República nada menos que un millón de militantes, sobre todo en Cataluña y Andalucía. Pero fueron justamente los últimos años de la Restauración la época de mayor fuerza de este sindicato. Entre sus dirigentes cabe destacar a Salvador seguí y a Ángel Pestaña. Sin embargo, a partir de 1920 la CNT fue duramente reprimida, lo cual unido a su mala organización hizo que, finalmente, fuera la UGT quien ganara en España la batalla del sindicalismo.

 

3. Oligarquía y caciquismo en Extremadura.

 

Es lógico que en Extremadura, una región atrasada y eminentemente rural, triunfara el caciquismo (lo cual no impedía que hubiera también republicanos, sobre todo en la provincia de Badajoz, con los que Cánovas tuvo que luchar al inicio de su gobierno).

 

En 1890 una reforma de la constitución admitió en España el sufragio universal masculino. Pero ese sufragio fue siempre una gran mentira y nunca puso en peligro el poderío de las clases adineradas. El caciquismo fue siempre el elemento básico de la corrupción y del fraude electoral, una corrupción que convenía tanto a conservadores como a liberales puesto que, en realidad, ambos partidos defendían por igual los intereses de los poderosos. En Extremadura, una parte de esa oligarquía optó por hacer carrera política: como ejemplos principales tenemos al conde de Torrearias, conservador, y al conde de Campo Giro, liberal, ambos diputados por Cáceres y que “casualmente” eran los mayores terratenientes de la provincia. Todos estos políticos extremeños contaban en el ámbito rural con caciques que, utilizando todo tipo de maniobras, conseguían que la población rural votara según lo acordado entre conservadores y liberales. A todo ello se sumaba el alto grado de abstenciçon en las elecciones y la fidelidad al poder, típica de las regiones pobres: así, no es extraño que las elecciones las ganara siempre el partido que ya estaba en el poder, aunque siempre según lo acordado, como ya hemos dicho, entre los partidos dinásticos.

 

Fuera del sistema sólo los republicanos lograron en la provincia de Badajoz algún escaño de vez en cuando. En cuanto al movimiento obrero y a los regionalistas, nunca obtuvieron nada.

 

No obstante, en esta época encontramos las primeras muestras de regionalismo, el intento de crear una conciencia regional extremeña a través de la “Revista Extremeña”, editada por primera vez en 1899. Nuestro regionalismo, encabezado por Norberto Elvira Berdeguer es, sin embargo, muy minoritario.

 

En definitiva, podemos decir que la mayoría de la población extremeña se vio marginada de la toma de decisiones políticas durante la época de la Restauración.

 

Fuente del documento : http://iesdrfdezsantana.juntaextremadura.net/web/departamentos/ccss/2bachill/historia_espana/examenes_selectividad/TEXTO%208select..doc

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Oligarquía y Caciquismo resumen y tema

 

Con esto llegamos como por la mano a determinar los factores que integran esta forma de gobierno y la posición que cada uno ocupa respecto de los demás.

Esos componentes exteriores son tres: 1º, los oligarcas (los llamados primates, prohombres o notables de cada bando que forman su “plana mayor", residentes ordinariamente en el centro); 2º, los caciques, de primero, segundo o ulterior grado, diseminados por el territorio; 3º, el gobernador civil, que les sirve de órgano de comunicación y de instrumento. A esto se reduce fundamentalmente todo el artificio bajo cuya pesadumbre gime rendida y postrada la Nación.

Oligarcas y caciques constituyen lo que solemos denominar clase directora o gobernante, distribuida o encasillada en “partidos". Pero aunque se lo llamemos, no lo es; si lo fuese, formaría parte integrante de la Nación, sería orgánica representación de ella, y no es sino un cuerpo extraño, como pudiera serlo una facción de extranjeros apoderados por la fuerza de Ministerios, Capitanías, telégrafos, ferrocarriles, baterías y fortalezas para imponer tributos y cobrarlos.

[...] En las elecciones […] no es el pueblo, sino las clases conservadoras y gobernantes, quienes falsifican el sufragio y corrompen el sistema, abusando de su posición, de su riqueza, de los resortes de la autoridad y del poder que para dirigir desde él a las masas  les había sido entregado.

Joaquín COSTA: Oligarquía y caciquismo, colectivismo agrario y otros escritos, [Madrid, 1901], edición de 1969, Alianza Editorial, pp. 28-30.

 

*.- ¿Quién?

Joaquín Costa es una de las figuras más relevantes del Regeneracionismo español surgido de la crisis de 1898. Jurista e Historiador, republicano federalista, formado en el krausismo y vinculado a la Institución Libre de Enseñanza.

 

*.- ¿Cuándo?

Desde 1898 hasta 1902 publicó tres obras claves de su pensamiento:

*.- Colectivismo agrario en España (1898),

*.- El problema de la ignorancia del derecho (1901)

*.- Oligarquía y caciquismo como la forma actual de gobierno en España (1902).

 

*.- Por qué,

Costa fue el principal pensador del regeneracionismo, movimiento de lucha contra el caciquismo, considerado éste la verdadera lacra del sistema político de la Restauración como encubridor del carácter falsamente representativo del régimen monárquico.

En este texto Joaquín Costa denuncia el funcionamiento del sistema político de la Restauración:

El Rey decide cuando cesa a un Gobierno y cuál ha de sucederle; al nuevo Presidente le faculta para disolver  las Cortes en las que el Gobierno cesante tiene mayoría parlamentaria (Decreto de disolución).

Las nuevas elecciones siempre dan, de forma necesaria, una  mayoría parlamentaria al partido que las convoca y que debe gobernar sustituyendo al anterior.

En las nuevas Cortes el partido cesante en el Gobierno siempre tiene asegurada una significativa representación parlamentaria y los partidos no dinásticos siempre quedan en minoría y excluidos del sistema.

 Sólo el  falseamiento electoral hacía posible estas mayorías y minorías parlamentarias que garantizaban el turno de los partidos dinásticos.

 

Los párrafos del texto pertenecen al ensayo “Oligarquía y caciquismo como la forma actual de gobierno en España” escrito por Joaquín Costa a principios del siglo XX.

En ellos, el político y jurista aragonés, denuncia la corrupción del sistema político establecido por el sistema político de la Restauración y la Constitución de 1876, el de la alternancia pacífica de los partidos dinásticos en los que se agrupan, según él, los dirigentes que subordinan los intereses de la nación a los suyos propios.

Unos dirigentes que ni representan a la nación ni, por extraños, forman parte de ella.

 

Para Costa, los “factores que integran esta forma de gobierno” son:

*.- Oligarcas (notables de cada bando que forman su “plana mayor", residentes ordinariamente en el centro.

*.- Caciques (jerarquizados en grados) y diseminados por el territorio nacional.

*.- El gobernador civil en su provincia, instrumento y enlace de oligarcas y caciques.

El  Gobernador Civil recibía del  Ministro de la Gobernación los resultados electorales que "debían"  salir en su provincia, siguiendo el "encasillado"  previamente pactado por los oligarcas de los partidos dinásticos.

Para conseguirlo, los caciques, en sus respetivos  territorios de influencia, siguiendo las instrucciones del Gobernador Civil consiguen los resultados  previstos: con violencia, amenazas, comprando los votos y, en última instancia, recurriendo al “pucherazo” (modificando los resultados obtenidos).

Costa critica que así, en “en las elecciones no es el pueblo, sino las clases conservadoras y gobernantes, quienes falsifican el sufragio y corrompen el sistema, abusando de su posición, de su riqueza, de los resortes de la autoridad y del poder que recibieron para servir a la sociedad y no para servirse de ella.

Oligarcas y caciques, distribuidos o encasillados en “partidos", aunque se les llame gobernantes no lo son, porque no son parte integrante de la Nación ni representación orgánica de ella.

Actúan como “una facción de extranjeros apoderados por la fuerza de instituciones y cargos que usan en beneficio propio.

Concluye que a esto se reduce el artificio bajo cuya pesadumbre gime rendida y postrada la Nación”.

 

Entre éstos, Joaquín Costa distingue entre:

*.- Los caciques (los personajes importantes en lo social y económico en un territorio y que, jerarquizados, se distribuyen por todo el territorio nacional) y

*.- los oligarcas (los políticos profesionales de la nación que necesitan del cacique para lograr sus fines). Residen en el Centro de la Nación (Madrid, sede de la Monarquía, de las Cortes, sede principal de los dos partidos dinásticos.

*.-El funcionamiento de este sistema, según refiere el texto, se apoya tanto en los oligarcas como en los caciques.

El Gobernador Civil de cada provincia, en cuanto representante e instrumento del Gobierno central en ella, sirve de nexo entre oligarcas y caciques.

*.- El Gobierno organiza las elecciones y decide su resultado.

*.- Los oligarcas, agrupados en partidos que les representan en las Cortes, se reparten regionalmente la nación en áreas de influencia política y por ello, según Costa, ni los partidos ni las Cortes representan al país y la nación no es libre ni soberana por estar prisionera de un régimen oligárquico y caciquil servido por instituciones aparentemente constitucionales y parlamentarias.

*.-Un sistema político en el que los intereses de los electores quedan subordinados a los de los que fraudulentamente han sido elegidos.

*.-Unos, abusando de su autoridad, y otros, aprovechándose de su posición y de sus riquezas, son los corruptores de un régimen que, pretendidamente representativo, ignora la voluntad de los que dice representar.

Así, falseando el sufragio de los electores, se reparten y adueñan de todas las instituciones administrativas y de gobierno para actuar a través de ellas en beneficio propio.

 

Algunas ideas para un comentario.

*.- En España coexistían dos realidades diferentes: una ficticia o aparente (de monarquía parlamentaria, constitución y elecciones), otra real (la del caciquismo oligárquico que establece el gobierno que representa a unos pocos, que atiende al interés exclusivo de oligarcas y caciques, la de un gobierno parlamentario sin electores y en el que las mayorías y minorías no dependen de la voluntad de los electores sino de lo que previamente acuerdan los partidos.

*.- Costa, por defender el régimen parlamentario condena su perversión oligárquica. Además considera que este sistema corrupto compromete la unidad de la nación y fomenta en ella el secesionismo político y territorial y perpetúa en ésta, y en los españoles, su secular atraso cultural, social y económico.

 

De hecho la función reservada al cuerpo electoral, en el Sistema de la Restauración, es completamente pasiva.
*.- Las líneas de acción no funcionan del electorado a las Cortes sino del Gobierno al electorado, previo acuerdo con unos notables rurales locales o provinciales («caciques») que simulan la elección.
*.- El mecanismo del sistema parlamentario previsto en la Constitución quedó sustituido por otro mecanismo real: el que establece el engranaje entre una estructura social real («caciquismo») y una estructura política formal (Gobierno-Cortes) que funciona independientemente de lo que el texto constitucional presentaba como clave: el cuerpo electoral.
*.- El Rey para designar Gobierno no se atiene a la opinión del cuerpo electoral manifestada en una mayoría parlamentaria.
Es al revés, el Rey designa un jefe de gobierno que propone los ministros al rey, que recibe un decreto de disolución de las Cortes y que convoca nuevas elecciones, pactando sus resultados con las diversas fuerzas políticas capaces de movilizar a sus respectivas clientelas («encasillado»). Se hacen unas elecciones que necesariamente proporcionan holgadas mayorías al gobierno que las convoca.
*.- La suprema decisión queda en manos del Rey, que (independientemente del cuerpo electoral) nombra o cesa, de acuerdo en esto con la Constitución, a cada jefe de Gobierno .
*.- Falto del indicador de las elecciones auténticas, ¿a qué indicador debe atender el Rey para dar el poder a uno u otro jefe, a uno u otro partido político?.

En la Restauración, tanto Alfonso XII como la regente María Cristina se atuvieron, más racionalmente, a la necesidad de mantener un amplio consenso para la monarquía, sobre la base de una práctica constitucional de formulación canovista: dualidad de partidos y de clientelas y el disfrute alternativo del poder que aleje la tentación de exclusivismo y el recurso a la conspiración o al pronunciamiento.
*.- En esas condiciones el Gobierno parlamentario es claramente una ficción, pero que dio un pasable juego y funcionó durante un cuarto de siglo.
Mientras Cánovas y Sagasta mantuvieron la hegemonía casi indiscutida de dos grandes partidos que aceptan las reglas del juego como un compromiso político de honor.

Todo lo anterior era una ficción desde el punto de vista del derecho constitucional, pero un realidad social y política en la España de finales del siglo XIX.

 

Fuente del documento : http://www.isabeldeespana.org/geografia/zip/Comentario%20Costa%20v2009.doc

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