Ortega y Gasset resumen y tema

 

 

 

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Ortega y Gasset resumen y tema

 

Ortega y Gasset.

José Ortega y Gasset (1883-1955):
Se puede decir que Ortega y Gasset es uno de los más grandes filósofos españoles. En España, en esos años existía una inmensa preocupación por reconstruir nuestra cultura y por abrirse a Europa. La generación del 98 supone un replanteamiento ideológico, político, literario y filosófico. Ortega vive en una época en la que en España se desarrollaba una intensa actividad de reconstrucción cultural y de apertura a Europa. Ortega es crítico con el racionalismo y con el idealismo, situándose en un plano mucho más existencial, más vivo. Trata de ver que lo esencial es la vida; es decir, que la realidad humana no consiste en ser, sino en vivir. Rechaza toda sistematización filosófica, siendo un pensador independiente, enfrentando los problemas de su tiempo desde perspectivas históricas. Tiene un especial interés por la vida humana, y una preocupación por el " llegar a ser " del hombre, por lo que habría que situarle en el Raciovitalismo.

La vida como quehacer:
La vida es la realidad más radical en el sentido de que a ella tenemos que referir todas las demás realidades. No se nos da hecha, la vida tenemos que hacérnosla nosotros. La vida simplemente nos es dada. La vida es quehacer, nos encontramos siempre forzados a hacer algo, pero algo no determinado. Antes que hacer algo tiene el hombre que decidir por su cuenta y riesgo que es lo que va a hacer. Y para ello necesita tener unas creencias y que su vida dependa de las creencias en que esté, y que los cambios más decisivos de la humanidad sean los cambios de creencias. Las creencias son lo que verdaderamente constituye el estado del hombre, que no hay que confundirlas con las ideas. Las creencias no son sólo las ideas que se piensan, sino aquéllas en que se cree. Hay en toda vida humana creencias básicas, fundamentales, radicales y otras derivadas de aquéllas, sustentadas sobre aquéllas y secundarias. Las creencias en lo últimos 30 años han variado profundamente, por haberse alterado la convicción fundamental. Se distinguen dos tipos de fe: lo que Ortega llama la fe viva y la fe muerta. La primera es aquélla creencia que por sí misma nos basta para vivir, mientras que la otra, la inerte es aquélla que sin haberla abandonado no actúa eficazmente en nuestra vida. En la Edad Media, el hombre creía con fe viva que un Ente todopoderoso le descubría de un modo gratuíto todo lo esencial para la vida. Podemos perseguir las vicisitudes de esta fe y asistir generación tras generación a su progresiva decadencia y hacia mediados del s. XV, esa fe viva se convierte en fe cansada. El hombre de entonces comienza a sentir que no le basta la revelación para aclararle sus relaciones con el mundo. El s. XV y el XVI son por eso dos siglos de desasosiego e inquietud. El Renacimiento es la inquietud del nacimiento, de una nueva confianza fundada en la razón físico-matemática.

Ideas y creencias como estrato básico de la vida:
Las creencias constituyen el estado básico de nuestra vida, vivimos de ellas y por lo mismo no solemos pensar en ellas, somos nuestras creencias. Puede decirse que hasta hace 20 años, el estado de la creencia en la fe no se había modificado en su figura general, pero en este período ha sufrido un gran cambio. (5) La fe en la ciencia no era sólo y primero una opinión individual, sino al revés, colectiva y cuando algo es una opinión colectiva es una realidad independiente de los individuos y con la cual tienen que contar, quieran o no. La realidad de la creencia colectiva no consiste en que nosotros individualmente la aceptemos, es ella quién con nuestro beneplácito o sin él, nos impone su realidad y obliga a contar con ella; a ese carácter de fe social, Ortega le da el nombre de Vigencia y, Dogma social al contenido de una creencia colectiva. Así entre 1910 y 1930 se han trastocado las cosas hasta tal punto, que en muchas partes de Europa anteriormente podía recurrirse a la fe en la ciencia como máximo valor humano, hoy día este recurso provocaría sonrisas.

La fe en la razón y en la ciencia: La razón física:
Ortega ve a la ciencia en peligro, ya que la fe en ella ha pasado de ser fe viva a inerte. Eso lo argumenta con el ejemplo sobre Sirio, y se preocupa de que la ciencia se ocupa de asuntos tan lejanos al hombre y además no quisiera defenderse de este ataque. Resulta que sobre los grandes cambios humanos la ciencia no tiene nada que decir. Ello nos hace reparar en que la ciencia en la que puso su fe social el hombre moderno, es sólo la ciencia fisico-matemática y apoyada en ella la biología. En suma resumiendo ambas, lo que se llama la ciencia naturalista o razón naturalista. Esta, si en algo no ha fracasado ha sido precisamente en su campo: La Naturaleza, pero ésta es sólo una dimensión de la vida humana. Ortega admira la actitud de Einstein sobre la ciencia por atajar los problemas de ésta de manera clara y frontal y centrarse en los problemas actuales de la ciencia, sin divagar sobre futuribles utopías. Si en lo único en que se creía era la razón física, al hacerse urgente su verdad sobre los problemas más humanos, no ha sabido ésta que decir. Occidente ha experimentado la impresión de que perdía pie, que carecía de punto de apoyo. Pues bien, si nos ha fallado la razón física, dejemos vía libre a la razón vital e histórica. La razón última por la cual la fe en la razón ha entrado en deplorable decadencia es que el hombre no puede esperar más, necesita que la ciencia le aclare los problemas humanos, está en el fondo cansado de astros y de átomos.

Las ciencias del espíritu: La Historia como sistema:
Frente a las ciencias naturales surgían y se desarrollaban las llamadas ciencias del espíritu, ciencias morales o ciencias de la cultura, hasta la fecha no han conseguido suscitar la creencia en ellas del hombre europeo, como lo habían logrado las naturales. Así los intentos de Hegel o Comte, especialmente si estudiamos la obra de Hegel desde el punto de vista decisivo, que es el de la responsabilidad intelectual como síntoma de un clima moral, pronto observaremos que hubiesen sido imposibles en ninguna época normal del pensamiento. Para Ortega, el europeo es heredero del hombre griego y califica esa herencia como carga y cadena. Larvada en el concepto de la naturaleza, hemos recibido la cadena que nos ha hecho esclavos del destino helénico. Ortega, define el pensamiento griego como poco cuerdo. Analizando a los filósofos griegos, observa que hasta que aparece la figura de Kant, la filosofía no inicia su segunda navegación o segundo aprendizaje, el cual estriba en advertir que si es posible un conocimiento de la auténtica realidad, tendrá que consistir en un pensar duplicado; por tanto, tenemos que aprender a desintelectualizar lo real a fin de serle fieles. El naturalismo es en su raíz intelectualismo. Ortega nos invita a renunciar al pensamiento de que sólo lo real es lógico y reconozcamos que lo único lógico es el pensamiento. Y tras analizar el significado del término espíritu, llega a la conclusión de que este no es más que una cosa y que a la postre las ideas no son más que las cosas que se nos salen fuera de la cabeza y son tomadas por nosotros como realidades. La conclusión definitiva para Ortega es que tanto los filósofos fisico-matemáticos, naturalistas o del espiritualismo, por su misma constitución no podían más que buscar la naturaleza del hombre, y no la encontraban porque el hombre no tiene naturaleza. El hombre no es su cuerpo, que es una cosa, ni es su alma, espíritu o conciencia que es otra cosa. El hombre es un drama que tiene que vivir con las facilidades y dificultades que topa en su camino. El hombre es un ente que se hace a sí mismo, ya que tiene muchas opciones a elegir en su vida. Pero no sólo tiene que hacerse así mismo, sino que tiene que determinar y elegir entre las diversas posibilidades lo que va a ser. Sobre las posibilidades de ser, hay que decir: · Que hay que inventárselas, sea originalmente o por recepción de los demás hombres, pues lo único que me es dado es la circunstancia. Entre estas posibilidades tengo que elegir Al elegir lo que ser, tenemos que tener presente lo que ya hemos sido, que está a nuestra espalda. Lo que hemos sido actúa negativamente sobre los que podemos ser. Esto es la experiencia de la vida. Es ésta un conocimiento de lo que hemos sido que la memoria nos conserva; pero ese conocimiento determina negativamente mi vida. El ser del hombre es irreversible, está obligado a avanzar sobre sí mismo, no por que tal instante del tiempo no pueda volver, sino al revés: El tiempo no vuelve porque el hombre no puede volver a ser lo que ha sido. Para Ortega, queda claro que tanto el hombre individual como colectivamente, tiene mucho que ver con su pasado y que para averiguar, porqué somos y cómo somos, no sirve la razón pura fisico-matemática, hay pues una razón narrativa. Para comprender algo humano, personal o colectivo, es preciso contar con una historia: La vida sólo se vuelve transparente ante la razón histórica.

La razón histórica:
Las formas más dispares del ser pasan por el hombre, el ser es en el hombre mero pasar y en su pasar el hombre es estoico, cristiano, racionalista, etc.. El hombre no se adscribe a ninguna de esas formas, las atraviesa. Al experimentar cada forma de ser encuentra sus limitaciones, no resuelve todas sus dificultades y produce otras nuevas. Entonces idea otro programa vital; se procura que el nuevo proyecto evite los inconvenientes del primer proyecto, por tanto en el segundo sigue actuando el primero. Al segundo proyecto de ser le sucede un tercero, forjado en vista del segundo y primero y así sucesivamente. El hombre va siendo y des-siendo, viviendo va acumulando ser (el pasado). Se va haciendo un ser en la serie dialéctica de sus experiencias; esta dialéctica no es de la razón lógica, sino precisamente de la historia.El hombre es lo que le ha pasado, lo que ha hecho y lo lleva a su espalda. El hombre no tiene límites en su devenir, sólo los tiene en su pasado; no tiene naturaleza, sino historia. El hombre actual es el resultado de los anteriores y de sus ideas, no podemos decir que el mundo progresará hacia mejor, sólo podemos afirmar basándonos en la razón histórica cuando es o haya sido superado. Hay que apostar por el cambio continuo, sólo progresará quién no está vinculado a lo que ayer era, pero no basta sólo con eso, el progreso exige que esta nueva forma supere a la anterior y se acumule sobre ella.

El sentido histórico:
La vida del hombre es un continuo hacerse, es la realización permanente de un proyecto que se está haciendo en la historia. El existir no le es dado, "hecho" y regalado: lo único que encuentra o le sucede es no tener más remedio que hacer algo para no dejar de existir. La vida es quehacer. Por eso dice Ortega que "el hombre no es naturaleza, sino historia" (Historia como sistema); la vida del hombre no es naturaleza estática, no es algo acabado, sino que es historia, y la historia pertenece esencialmente a la vida de cada uno de nosotros. El hombre vive en un determinado momento, es un tiempo, en una época histórica. Y ese tiempo es el que hay que abordar , no sólo con la razón, sino también con la vida y desde la vida. Porque tiempo "no es lo que miden los relojes, sino tarea, misión, innovación" (Qué es filosofía). La tarea de nuestro tiempo es siempre una misión que mira al futuro, porque la vida se hace en la historia. En cada época hay una forma de vida (creencia, ideas, usos, problemas....); esta forma de vida dura cierto tiempo, de ahí que en nuestro tiempo coexistan varias generaciones: jóvenes, hombres maduros y viejos. son generaciones contemporáneas: - Contemporáneos: los que viven en el mismo tiempo. - Coetáneos: los que tienen la misma edad. En esta diferencia se basa la posibilidad de la innovación: si todos los contemporáneos fuesen coetáneos, la historia se detendría anquilosada, porque cada generación tiene dos dimensiones: - Una consiste en la recepción de lo vivido. - Otra, en el fluir de su propia espontaneidad. Cuando estas dos dimensiones no coinciden, cuando hay rebeldía ante lo recibido, es cuando hay generaciones polémicas y es posible la innovación. Toda generación tiene su propia tarea histórica. De ahí que cada generación se tiene que plantear su tarea, su vida hacia el futuro en la propia dimensión histórica. Cada generación está compuesta por dos tipos de personas: - Una minoría selecta (la élite). - Una masa. La élite está formada por hombres creadores de un proyecto de vida, y su misión es dirigir a las masas. La misión de las masas es obedecer las directrices de las élites. Como esto no se ha realizado en su tiempo, se ha creado una gran confusión entre quién manda y quién obedece, y de ahí que todo lo demás marche mal: Europa no sabe si manda, España no sabe si obedece, lo cual provoca una desmoralización y hace imposible la europeización de España. Por otra parte, las masas se rebelan, no quieren someterse a las orientaciones de la élite, y en esto consiste la invertebración de España. La historia es un sistema, el sistema de las experiencias humanas que forman una cadena inexorable y cínica. De ahí que nada pueda estar verdaderamente claro en historia, mientras no esté toda ella clara. Es imposible entender lo que fue el hombre racionalista europeo, si no se sabe bien lo que fue ser cristiano, estoico y así sucesivamente. La historia es ciencia sistemática de la realidad que es mi vida. La historia es ciencia del más riguroso y actual presente. El pasado es la fuerza viva y actuante que sostiene nuestro hoy, una pérdida de la fe en Dios, el hombre queda sólo con su naturaleza. De esta forma parte el intelecto, y el hombre obligado a atenerse a él, se forja la fe en la razón filo-matemática. Ahora, perdida también la fe en esa razón, se ve forzado a hacer pie en lo único que le queda, y que es su desilusionado vivir. El hombre enajenado de sí mismo se encuentra consigo mismo como realidad, como historia y por vez primera se ve obligado a ocuparse de su pasado, porque no le queda otra cosa. Hasta ahora la historia era lo contrario de la razón, y es que nadie se había ocupado de buscar en la historia su sustancia racional. Hasta ahora lo que había de razón no era histórico, y lo que había de histórico no era racional. La razón histórica es más racional que la física, más rigurosa y más exigente que ésta. La física renuncia a entender todo aquello de que ella habla. Entendemos de la física la operación de análisis que ejecuta al reducir los hechos complejos a un repertorio de hecho más simples; pero estos hechos elementales y básicos de la física son ininteligibles. El historicismo tiene un significado claro: El hombre no tiene naturaleza, no tiene esencia; tiene historia. El hombre no es nada conceptual, nada estático, sino dinámico, en constante movimiento real. La sociedad tampoco tiene esencia, sólo tiene historia. La sociedad lo mismo que el hombre, es un "quehacer", pero un quehacer en comunidad, en relación con el mundo, con los hombres. La vida personal y comunitaria social no es un participio, no es un factum, sino un gerundio, un faciendum.

La historia de la Filosofía:
Como regreso:

En la crítica del libro de Brehier sobre la Historia de la Filosofía, Ortega analiza los términos transición y decadencia, aplicados a épocas históricas. Dice que cada época es positiva, que no hay ninguna fecha en la que la humanidad se haya suicidado y la tarea del historiador en descubrir en los peores tiempos, lo motivos satisfactorios que para subsistir utilizan los contemporáneos. La obra de Brehier dedica a esas épocas de decadencia, un esfuerzo especial y los trata con la misma atención que los considera culminantes. Ortega, cree fundamental el estudio de estas etapas consideradas de decadencia, como el estoicismo, epicureísmo, escepticismo, pues tiene mucho por descubrir, ya que sólo se ha trabajado sobre Platón y Aristóteles. El estoicismo, por ejemplo, fue la filosofía que impregnó el cristianismo original. En el Renacimiento, son esas tres filosofías las que transmiten la savia antigua a los nuevos que van a abrir las puertas de la Edad Moderna. Un hecho sorprendente es que la filosofía brillante de Aristóteles se volatizó a la muerte de éste, cincuenta años después, ya nadie entiende sus libros pragmáticos. El estoicismo, mucho más tosco, triunfó sobre Aristóteles. También falta por estudiar la relación filosófica y religión que tienen las dos obras de Aristóteles y Platón. Duda de que las historias de las filosofías realizadas hasta ahora, sean historia y que lo sean de la filosofía. Lo que se entiende bajo ese título, es la exposición de las doctrinas filosóficas en orden cronológico o en el trabajo especial sobre alguna de ellas o sobre conceptos particulares de una de ellas. Estas filosofías históricas están fuera de su entorno y para entenderlas tenemos que retroceder en el tiempo y entender sus circunstancias, pues toda idea está por ella mediatizada. No hay ideas eternas. Las ideas filosóficas son una abstracción y están determinadas por el tiempo y lugar. Una historia de las ideas matemáticas, filosóficas, políticas, religiosas, económicas... , según suele entenderse ese título es imposible. Esas ideas son sólo abstracciones de ideas, no tienen historia. No basta para creer que se hace historia mostrar la influencia que una idea anterior ha tenido en una posterior. Una idea de ayer no influye un una de hoy; es vano hablar de historia si se elude hablar de hombres y colectividades de hombres. Ortega acusa de irreal una historia de las doctrinas que consiste sólo en la exposición abstracta de éstas. Hoy en día, la filosofía se ha concentrado en un hecho social, aunque el que enseñe filosofía no sea un filósofo, ni el que aprenda tampoco. El auténtico filósofo no parte de una filosofía ya hecha, sino que hace la suya. De ahí que sea preciso combinar el aprendizaje y absorción de la filosofía socialmente constituida y recomendada con un perenne esfuerzo por negar todo eso y volver a empezar. Aquéllos filósofos que iniciaron la filosofía son el auténtico profesor. Para entenderla hay que deshacerla hasta su raíz y desarticularse. La filosofía es el sustituto de la tradición rota; cuando la fe tradicional flojea, la filosofía va creciendo, ésta va contra la tradición y la fe.

Como progreso:
La historia de la Filosofía es en su primer nacimiento un regreso del filósofo al origen de su tradición. Por eso el filósofo busca sumergirse en el origen de la filosofía, a fin de volver desde allí al presente. Cada sistema no es distinto del anterior, sino que en cierto modo es el anterior, porque lo conserva en la forma por los menos para evitar sus errores. De esta manera comienza la filosofía acumulando el pasado e integrándolo en cada innovación. La historia se revela a sí misma como progreso y no como mero cambio. Hasta el s. XVIII, la historia de la Filosofía no es la del pensamiento en progresión; el pasado se presenta como un almacén de errores, frente a los cuales la filosofía vigente entonces se levanta y contrapone como la verdad.

 

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