Treinta años de discordia resumen
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Treinta años de discordia resumen
Treinta años de discordia
Luego de 1852 el problema urgente no fue el de cómo utilizar el poder enorme legado por Rosas a sus enemigos, sino erigir un sistema de poder en reemplazo del que en Caseros había sido barrido junto a sus creador.
La convicción de que así estaban las cosas había llevado a Sarmiento a retornar a Chile y marginarse de la política Argentina; lo que lo devuelve a ella es el descubrimiento de que Urquiza no ha sabido hacerse heredero de Rosas.
Para Alberdi la creación en Buenos Aires de un centro de poder rival del que reconocía por jefe al general Urquiza no podía tener sino consecuencias calamitosas para el país.
1)-las facciones insurrectas
El nuevo país vive prisionero de sus viejos dilemas. La lucha facciosa se ve alimentada por un periodismo formado en plena guerra civil.
La apelación apasionada a una tradición facciosa refleja que la convicción de que esa tradición esta perdiendo su imperio. No es sorprendente que el extremismo faccioso adoptado como recurso desesperado deje paso al anuncio de la muerte de las facciones. Si estas tradiciones facciosas agonizan es por que se están haciendo irrelevantes, y lo que las hace irrelevantes son los cambios que a pesar de todo han traido consigo Caseros, esa victoria que Alberdi llama esteril.
Caseros ha puesto en entredicho la hegemonía de Buenos Aires y ha impuesto la búsqueda de un nuevo modelo de articulación entre esa provincia, el resto del país y los vecinos.
También se ha derrumbado en Caseros el sistema de poder creado por Rosas en su provincia. Ese sistema construido a partir de la gran movilización urbana y rural de 1828-29, había sido lenta y poco a poco despojado de su creador y beneficiario de toda capacidad de reacción espontánea, en un esfuerzo de 20 años que hace posible una despolitización creciente de la sociedad entera.
La caída de Rosas deja entonces en Buenos Aires un vacío que llenan mal los sobrevivientes de la política pre-rosista. Entre Junio y Diciembre de 1852 surgirá una nueva dirección política, con una nueva clase urbana y un sostén militar improvisado en el combate pero suficiente para jaquear la hegemonía que Entre Rios creyó haber logrado en Caseros. El 11 de setiembre de 1852 la ciudad y la provincia se alzan contra su vencedor.
2) Nace el Partido de la Libertad
A fines del 1852, la recién elegida legislatura de la provincia de Buenos Aires rechaza los términos del acuerdo de San Nicolás, por el que las provincias otorgan a Urquiza la dirección de los asuntos nacionales durante la etapa constituyente. El héroe de la jornada es Mitre. El proceso de invención del pesado está comenzando. Está renaciendo una vida política.
El éxito parlamentario de Mitre fue eclipsado por un golpe de Estado de Urquiza, dispuesto a devolver a la obediencia a la ingrata Buenos Aires. Pero la ocupación militar entrerriana se hace insostenible. El 11 de septiembre Alsina convoca a los guardias nacionales. Pero ellos no están solos, junto con ellos se levantan los titulares del aparato militar creado por Rosas en la frontera india; uno y otros reciben de inmediato el apoyo de las clses propietarias de la ciudad y la campaña.
La causa de la libertad que Mitre evoca esconde la eterna causa de Buenos Aires. Pero esa causa de Buenos Aires no es la misma para los jefes de frontera, para las clases propietarias, para la opinión pública. Ésta última, identifica la causa de Buenos Aires con la de libertad que se proponen imponer con violenta pedagogía a las demás provincias. Para las clases propietarias, ella significa la resistencia a incorporarse a un sistema político y fiscal que los intereses porteños no controlan; para el aparato militar exrosista, la negativa a aceptar la hegemonía entrerriana sobre la primera provincia del país. Cuando vencedor el movimiento de Buenos Aires busca expandirse al interior amenazando inaugurar un nuevo ciclo de guerras civiles, ese aparato militar se alza, expresando así la fatiga de la guerra entera en la campaña.
No logra derrocar de inmediato al gobierno de la ciudad, y Urquiza decide dale apoyo. Buenos Aires supera la prueba gracias al soborno. Urquiza se retira una vez mas y la organización militar de la campaña es cuidadosamente reestructurada para que no pueda servir de contrapeso a esa guardia nacional de infantería que es la expresión militar de la facción dominante en la ciudad.
Las clases propietarias están dispuestas a seguir apoyando pero no tolerarán mas una política interprovincial de conflictos.
He aquí entonces una nueva fuerza política consolidada sobre el vacío de la salida de Rosas de Buenos Aires. Un país que no había esperado de la caída del caudillo una renovación profunda.
Para Guido Spano el grupo que invadió el escenario político en 1852 sigue estando amrcado en 1865 por la mediocridad.
Mitre y Sarmiento han comenzado su vida pública como seguidores de la generación del 37, pero los sobrevivientes del grupo fundador (Alberdi, Vicente Lopez etc) se han identificado con la Confederación Urquicista.
El éxito de la empresa de 1852 es estrechamente político; comienza a borrar las consecuencias de la derrota de Buenos Aires en Caseros, otorga, a una tradición antirrosista que se está haciendo antifederal, una sólida base popular al identificarla con la causa de la provincia.
Los políticos de Buenos Aires se dirigen a un público distinto y mas vasto que esos grupos dominantes que Alberdi había reconocido como los únicos interlocutores legítimos, el estilo que el público impone parece, a los del Paraná, irresponsablemente demagógico.
La política se dirige a ganar la adhesión e inspirar la acción del público, pero que es algo mas que un instrumento de captación de la benevolencia de ese público.
Surge el interés del PARTIDO COMO COLECTIVIDAD . Mitre se esfuerza por buscar un pasado que legitime ese partido. Éste, está antes que el Estado o el Jefe. Buenos Aires necesita inventarse un pasado menos objetable que el último cuarto de siglo de identificación con Rosas.
En este marco, el retorno de los restos de Rivadavia, lejos de marcar una vuelta al conflicto interno, viene a coronar un largo esfuerzo integrador. Al recibir al precursor de la unión nacional, Buenos Aires concluye su reconciliación consigo misma. La resurrección de una política que a partir de 1837 había sido declarada muerta, nace de la identificación entre la tradición unitaria y la causa de la provincia.
El liberalismo que nacía se fijaba por tarea introducir innovaciones muy hondas en la vida colectiva; por eso mismo no aspiraba a presentarse como representación política de la entera sociedad. Ese liberalismo no admitía a su lado otras fuerzas políticas dotadas de legitimidad.
“El partido” (Partido de la Libertad) mantiene su identificación con la causa del progreso. Una cierta indefinición de objetivos parece ineludible en el partido que Mitre ayuda a nacer en Buenos Aires. De todas maneras, algo queda claro; el objetivo del Estado como institución.
A partir de 1861 el Partido de la Libertad intenta la conquista del país y fracasa.
3) El Partido de la Libertad a la conquista del país.
Buenos Aires va a mantener dos conflictos armados con la Confederación; derrotada en 1859 en el primero (admite integrarse a su rival, pero obtiene de éste el reconocimiento del papel director dentro de la provincia de quienes la han mantenido en la línea dicidente; obtiene también una reforma constitucional que asegura una integración financiera solo gradual de Buenos Aires con la Nación.)
Vencedora en 1861 en el segundo, su victoria provoca el derrumbe del gobierno de la Confederación, presidido por Derqui y tibiamente apoyado por Urquiza.
Mitre admite que los avances del Partido de la Libertad no podrían alcanzar a las provincias de la mesopotamia, que han de quedar bajo la influencia de Entre Rios, parece dispuesto a admitir también que en algunas provincias interiores, la base local para establecer el predominio liberal es tan exigua que esa aventura no debe siquiera ser intentada. Sus conlusiones son recibidas con indignación en la opinión pública urbana.
Mitre, sacudida ya su base provincial, busca consolidarla mediante la supresión de la autonomía de Buenos Aires bajo la administración directa del gobierno federal. La legislatura rehúsa su asentimiento; Mitre se inclina ante la decisión.
En su origen, el autonomismo retoma y exaspera los motivos antifederales y antiurquicistas que marcaron las primeras reticencias frente a la gestión de Mitre luego de Pavon. La división del liberalismo porteño va a gravitar entonces en la ampliación de la crisis política.
La victoria liberal de 1861, como la rosista 20 años antes solo puede consolidarse por motivos externos. Así aparece el conflicto uruguayo en primer término y el del Paraguay por el otro.
Los Autonomistas urgen a Mitre a que lleve a la Argentina a la guerra al lado de Brasil, confiando que , al lanzar a la Nación a una empresa facciosa, obligarán a Urquiza a salir de esa pasiva lealtad. Cuando el paraguayo López ataca Corrientes, por la negativa de éste a dejarle pasar tropas por Misiones, logra hacer de la entrada al conflicto de Argentina una respuesta por una agresión externa. Urquiza proclama la solidaridad con el gobierno y la Nación. La guerra serviría para la “limpieza” de los últimos reductos federales.
El aislamiento político del presidente se acentúa. La guerra aumenta la agonía del Partido de la Libertad.
Mientras, en el interior el federalismo sigue siendo la facción mas fuerte. En 1866-67 hay un gran alzamiento federal desde Mendoza a Salta.
El mitrismo está en decadencia. Entre en crisis su relación con los altos jefes militares que llevan una guerra mas prolongada de lo que suponían. Es ése mismo grupo de oficiales el que apoya a Sarmiento en su candidatura presidencial. Sarmiento será presidente.
La guerra no ha sido mas que una excusa para continuar la disputa facciosa. Guido Spano acusa a Mitre de ser el agente de la venganza unitaria.
Según Juan Carlos Gómez: Mitre traicionó a los de su partido cuando proclamó espectabilidad del caudillo Urquiza, cuando aceptó como un aliado a los caudillos Taboada, cuando favoreció en Uruguay la causa de otro traidor; Flores; cuando pactó con Brasil en la guerra con el Paraguay. Ese fracaso llevará, según Gomez, a la vuelta del federalismo.
Según un texto de Cevallos ese fracaso hace posible el surgimiento de un consenso político menos ligado a la herencia de las facciones tradicionales.
4) De la reafirmación del federalismo a la definición de una alternativa a las tradiciones facciosas.
Ya la caída de Rosas había quebrado al federalismo. La solidaridad del partido encontraba a la vez una nueva base en la identificación apasionada con la constitución de 1853. La secesión de Buenos Aires devolverá a primer plano motivos antiporteños, esos que había silenciado Rosas. Este partido sigue, a pesar de Pavon, viéndose como la columna del país. El jefe del federalismo, Urquiza, no ha sido despojado por Pavon de un lugar en la vida política del país. Existe una clara seguridad de que el federalismo no ha perdido en la derrota su posición central en el país.
Tras la victoria de Mitre y Buenos Aires, Alberdi prefiere insistir en el elemento fiscal antes que en el mercantil que separa a Buenos Aires de las provincias. Parish decía que la libre navegación era incapaz de afectar sensiblemente la hegemonía mercantil de Buenos Aires. Mas que de eliminarla, se trata entonces de hallar el modo de que el país entero participe de manera menos desigual en sus beneficios. Ello podrá lograrse, según Alberdi, con la creación de un auténtico Estado Nacional.
Tenemos entonces dos posturas; por un lado un constitucionalismo representado en los esfuerzos por hacer de Urquiza el sucesor de Mitre, y por el otro; un federalismo reivindicando la lucha armada con el alzamiento de Varela en el interior andino.
Costitucionalismo y antiporteñismo son entonces la base del nuevo federalismo en la resistencia contra la ofensiva lanzada por el Partido de la Libertad desde Buenos Aires.
Sarmiento, contra la idea mitrista y contra su propia concepción tiempo atrás, se acerca a Urquiza por la falta de apoyo de su propio partido. Declara su intención de encontrar un justo medio entre el gobierno fuerte de Urquiza y el excesivamente liberal y contemporizador de Mitre.
Hispanoamérica conoce un resurgir liberal. Mitre ha mantenido lealtad quizás demasiado consecuente con las líneas definidas en 1852; bajo su presidencia la Aregentina contempló con la más fria indiferencia las luchas contra las agresiones de las monaquías europeas. Se refleja un creciente aislamiento de la versión mitrista del liberalismo moderado frente a una menos tímida reformulación del credo liberal, en avance a escala mundial. Una masa de opinión apoya la nueva tendencia.; la colectividad italiana por ejemplo. Aparece en el mismo orden una clase política; la masonería, dispuesta a apoyar la idea. Dentro de esta tendencia encontramos a Hernández. En primer lugar Hernández destaca el pasado faccioso como de acciones barbaras y criminales. Para éste la reconciliación ha de espresarse en la adopción de un nuevo estilo de lucha partidaria, en que la vocación por el choque armado ha de ser reemplazada por una lucha al terreno institucional, que supone la legitimación del adversario. Esa metamorfosis de las viejas facciones en partidos de tipo nuevo es imposible: las facciones han nacido como maquinas de guerra.
La nueva formulación del credo liberal modifica en dos aspectos el canon del liberalismo moderado vigente a partir de Caseros. En primer lugar, recusa la identificación entre el credo liberal y los reducidos grupos políticos que en 1852 o en 1861 eligieron ciertas opciones al enfrentar alternativas que restrospectivamente no parecen ya haber sido la de la liberdad y el despotismo, postula además una apertura a inspiraciones ideológicas mas abiertamente democráticas.
Volviendo a Hernanadez; éste deja atrás el pasado faccioso en pos de el gran triunfador; El Estado.
Pocos meses después de recibir la visita de Sarmiento, Urquiza es asesinado por participantes de la revolución provincial que coloca en el poder a Ricerdo López Jordan. Hernández aún cree en salvar el entendimiento entre el federalismo entrerriano y el nacional, se declara seguro de que Jordán sabrá condenar el crimen que lo beneficia y facilitar el castigo a los responsables. Pero Jordán no quiere o no puede hacerlo; Sarmiento se dispone a lanzar todo el peso del ejército nacional sobre la provincia. Hernández defiende ahora la causa entrerriana.
La Nación y el agente por excelencia con que ella cuenta; el Estado. La identificación con éste es aún mas vehemente que en 1869 y 1870, si a primera vista la condena de la última empresa subversiva por un vocero de la penúltima tiene algo de sorprendente, refleja en todo caso muy bien la confianza en la progresiva afirmación de ese Estado nacional que Mitre organizó como agente de una facción, Sarmiento quiso independiente de las facciones y Avellaneda se apresta a redefinir como árbitro entre ellas. Hernández verá la tan anunciada clausura de la etapa de estériles conflictos facciosos, la realización de su modesto sueño de integración plena.
El consenso después de la discordia
- Los instrumentos del cambio
Lo que había separado a Alberdi de Sarmiento o de Frías no era una diferencia de opinión sobre la necesidad de acudir a la inmigración o a la inversión extranjera, o la de fomentar los avances del trnsporte o la educación, sino precisamente sobre el modo que estos factores debían ser integrados en proyectos de transformación global.
De éstos elementos la educación es la que menos controversias provoca. La educación popular era una prioridad.
Con al inmigración ya no hay tantas coincidencias. Hernández se eleva contra la posición de “El Nacional”(diario cercano a Sarmiento) que hace de la inmigración una panacea para los problemas nacionales. Hernández dice que esa inmigración excesivamente numerosa agrava las crisis económicas.
Todos coinciden en el papel central del capital extranjero en la expansión económica. Menos controversia genera la tendencia a el endeudamiento externo.
El consenso se hace mas difícil en torno a la liberación del comercio externo. Por una larga etapa el liberalismo va a ser reconocido como un principio doctrinario irrecusable; aún durante ella existe una necesidad de proteger ciertos sectores de la economía local.
Solo en la década del 70 algo parecido a un debate de principios económicos comienza a desarrollarse. El proteccionismo adquiere ahora nueva respetabilidad al ser presentado como alternativa válida a un librecambismo antes recusado a veces en los hechos, pero no discutido en su validez teórica. Es de nuevo el ejemplo de los Estados unidos el que invita a poner en duda la sabiduría de un programa de acción que se reduzca a abrir las compuertas a la tumultuosa invasión de fuerzas económicas extranjeras. Pero las tomas de posición a favor del proteccionismo alcanzan eco reducido. En su versión mas extrema, el proteccionismo rechaza la división internacional del trabajo.
Sarmiento y los proteccionistas señalan caminos diferentes que apuntan a la misma dirección. ¿Es advertido el hecho de que la Argentina es un área marginal?. Aunque hay conciencia de los peligros que esta posición marginal supone, el acento se marca en lo político. He aquí otro aspecto de la herencia rosista; la soberanía política va a ser defendida con un celo que refleja su convicción de que las relaciones internacionales contienen un elemento peligroso.
La explicación de la condición marginal de Hispanoamérica, luego de dos siglos de dominio europeo habrá que buscarla en el rumbo tomado por España a partir de la gran crisis que abren los tiempos modernos; la contrarreforma, más que las ventajas económicas luego ganadas por las zonas de la cristiandad no entregadas a su influencia, está la raíz del estancamiento español e hispanoamericano; para curarlo es preciso atacar el mal en esa raíz misma, abriendo el mundo hispánico a los influjos de afuera, esa conclusión no ignora los riesgos en tal apertura, pero los justifica recordando que la alternativa de mantener y acentuar el aislamiento había sido intentada por la metrópoli. Sarmiento cree que una política diferente permitirá reeditar el milagro norteamericano en el plata. Existía una fe segura que la Argentina del éxito era la del futuro.
La Campaña y sus problemas
Para Estrada la campaña existe para la ciudad, ésta avanza en riqueza y civilización gracias a lo que ella produce, pero esos avances no han de trasponer los límites urbanos. Cuando habla de campaña, Estrada se refiere a la de la provincia de Buenos Aires. Es en la primera provincia donde el contraste entre progreso urbano y primitivismo de la vida campesina es más evidente. Hay otra particularidad; es en Buenos Aires donde la presencia amenazante de la frontera indígena toca de cerca de las zonas rurales dinamizadas por la expansión de la economía exportadora. La arbitrariedad administrativa se transforma aquí en un instrumento de un sistema de defensa del territorio cuyas exigencias entran en vivo conflicto con las de la economía productiva. Mientras dure la amenaza indígena los hombres permanecerán librados a sus crueles azares.
Según dice Alvaro Berros: Las supuesta defensa contra el indio a sido organizada con una INEFICACIA CALCULADA para aumentar los lucros de quienes controlan la frontera: proveedores inescrupuloso, comerciantes y oficiales que son cómplices de sus expoliaciones y también de las sabiamente dosadas que toleran de su supuesto enemigo indígena.
Según Hernández: esa arbitrariedad administrativa se ha transformado en instrumento indispensable de las facciones provinciales en lucha. Hay a juicio de Hernández un expediente sencillo para suprimir el mal: instituir el enganche, que hará posible defender la frontera con voluntarios a sueldo, y reemplazar a los jueces de paz de Campaña por Municipalidades electivas ( el Juez de Paz es libre de administrar su distrito, mientras obtenga de él los veredictos electorales que al gobierno, o facción gobernante le conviene).
Para Hernández, coincidiendo con la clase terrateniente porteña, la sociedad ganadera es victima del poder que la gobierna.
El interés en una clara definición de la propiedad de la tierra y del ganado es predominante.
Años mas tarde Eduardo Olivera, en su identificación con la misma clase terrateniente menciona otra arbitrariedad: el reclutamiento arbitrario se ha agravado por la guerra del Paraguay.
¿ Porque tolera esto la clase terrateniente? Para Sarmiento la clase terrateniente esta formada por propietarios ausentistas que hacen sentir su gravitación sobre las masas rurales a través de agentes económicos. Estos agentes nunca influirían tanto como un terrateniente, y han establecido vínculos con la administración provincial. Por lo tanto el terrateniente ha abdicado cualquier influjo sobre la política de la campaña.
Para la generación del 37, que Echevarria ilustra en el Matadero y que Sarmiento utiliza en Facundo, para explicar las crisis de la Argentina posrevolucionarias: el primitivismo político que caracteriza a la confederación rosista revela en ella el fruto de la victoria de la barbarie pastoril sobre la civilización urbana.
Al eliminación del primitivismo socio-cultural de la campaña requiere la del predominio ganadero. La noción de que el transito de una economía ganadera a una agricultura es el elemento básico del ascenso de una entera civilización a una etapa superior es compartida también por los federales. En esa noción se apoya entonces el basto consenso que propone la colonización agrícola de la campaña como solución tanto para el atraso de esta como para los problemas socio políticos de la Nación.
Para Sarmiento Chivilcoy, con vagos convertidos en gauchos junto con inmigrantes, es la replica austral de la democracia rural norteamericana. Para él el programa es claro: hacer 100 Chivilcoy.
Para Mitre, Argentina debe concentrar su esfuerzo productivo en aquellos renglones para los cuales las condiciones localmente favorables se reflejaban en bajo costos de producción.
Se ha completado aquí la redefinición del problema de la Campaña; no ha de ser definido como político o como socio cultural, sino como económico; su solución ha de provenir, como había querido Alberdi, de la apertura sin reticencia alguna de ese campo nuevo a la acción de las fuerzas económicas desencadenadas por el rápido desarrollo de Europa y los Estados Unidos, y su creciente dominación sobre un mundo en transe de unificación económica.
Lo que ya no esta vivo es la fe en la posibilidad, y por lo tanto la necesidad, de construir en el desierto pampeano una sociedad campesina radicalmente nueva.
Balances de un época
Ya quienes lo vivieron vieron, en los sucesos de 1880, la línea divisoria con la nueva historia Argentina. En 1879 fue conquistado el territorio indio, al año siguiente el conquistador del desierto era Presidente de la Nación. La victoria de las armas nacionales hizo posible separar de la provincia a su capital, cuyo territorio era federalizado. Nada quedaba en la nación superior a la nación misma. El triunfo de Roca era el del estado central.
Sarmiento dice: Alberdi tenia razón, los cambios vividos en la Argentina son, mas que el resultado de las sabias decisiones de sus gobernantes postrosistas, el avance ciego y avasallador de un orden capitalista a escala mundial.
Desde Roca dominará el lema de paz y administración.
Objetivos del nuevo presidente:
- Creación de un ejercito moderno
- Desarrollo de las comunicaciones ( ferrocarriles y telégrafo)
- Acelerar el poblamiento de los territorios por él despejados de enemigos.
Para Roca el Estado debe garantizar la vida y la propiedad.
Vicente López, fundador del grupo del 37, ve como modelo político a Inglaterra y como solución a la irrupción de la plebe en la vida política asegurar el predominio de la mayoría electoral, mediante un régimen parlamentario. Esta es una ideología WHIG. López y Estrada denuncian la independencia que la clase política ha tenido del Estado gracias a la fuerza militar y la manipulación de las instituciones representativas, frente al resto de las elites argentinas, y el resto de la sociedad toda.
Sarmiento reclama un régimen electoral menos sistemáticamente falseado para contribuir a ampliar el control de la sociedad sobre el Estado. El sistema representativo a permitido la emergencia de una clase política integrada por “ aspirantes que principian la vida, bajo los escozores de la pobreza, buscando abrirse camino como y por donde se pueda”, en cambio de los suspirados “ representantes de la riqueza y saber” de las provincias. El resultado es la mala administración y el derroche, por aventureros que no tienen nada que perder. Si los extranjeros se integrasen en la ciudadanía, contribuirían a formar una “ mayoría de votantes respetable y respetada”.
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